Fallece Nicolás García Soto: el pulcro otorrino que fue capaz de sobrevolar Santiago

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Nicolás García (abajo a la izquierda) en un evento familiar
Nicolás García (abajo a la izquierda) en un evento familiar CEDIDA

Quienes trabajaron con él recuerdan que era el que ponía calma cuando las cosas se complicaban y que jamás dudó en un quirófano ni evitó una operación difícil

02 jun 2023 . Actualizado a las 20:38 h.

Muchos han tenido la suerte de cruzarse con Nicolás García Soto a lo largo de su prolífica y larga vida. Médico especialista en Otorrinolaringología y Cirugía Cérvicofacial, de cuyo servicio en el Hospital Xeral y en el Clínico fue jefe en dos ocasiones, todavía se recuerda una anécdota que evidencia su trabajo pulcro, pausado y eficiente. Fue él quien, utilizando una novedosa técnica, devolvió el habla a un vecino de un pequeño pueblo de Galicia. Después de décadas sin poder articular palabra no volvió a callarse, lo que motivó que sus vecinos preguntaran, con sorna, quién había sido el que lo había curado.

Fallecido a los 83 años de edad, son muchos los que acudieron a la despedida de un hombre diferente, cuya pasión por la medicina nació con su padre, José García González, quien había sido profesor y médico militar. Nicolás García fue el mayor de seis hermanos y padre de cinco hijos. Es su hija Laura la que lo define como un hombre «que dejó huella y un buen recuerdo en quienes lo conocieron. Era una persona peculiar, única, ocurrente y resolutiva».

Fundador y presidente de la Sociedad Gallega de Otorrinolaringología, también ejerció como profesor de la Universidade de Santiago de Compostela (USC), donde mantuvo su fama de buen maestro, aunque exigente. Manitas y alegre, «nunca le daba importancia a lo que hacía. Le gustaba conocer de todo lo que pasaba a su alrededor», explica su hija, quien destaca su carácter aventurero: «Le gustaba esquiar, la vela, el submarinismo, montar a caballo y la aviación. Aún nos recordaron el día que tuvo que ir con su barco, en plena niebla, a buscar a un amigo que se había quedado solo en una isla y no era capaz de volver».

La aviación, que lo llevó a ser miembro del Aeroclub de Santiago, fue otra de sus pasiones, llegando a acudir en avioneta a algún congreso médico. Pero quienes trabajaron con él recuerdan que era el que ponía calma cuando las cosas empezaban a ir mal. Jamás dudó en un quirófano ni evitó una operación difícil. Nicolás García Soto siempre buscaba una solución. En la consulta y en la vida, donde tras su marcha deja una profunda huella.