Antonio López: «En 1972 abrí camino sin saberlo con el Modus Vivendi, el primer pub de Galicia»

Olalla Sánchez Pintos
Olalla Sánchez SANTIAGO

SANTIAGO CIUDAD

XOÁN A. SOLER

Abrió en el casco histórico, en unas antiguas caballerizas, uno de los locales aún imprescindibles en Santiago. Más de medio siglo después, aclara que la idea del pub nació en Canarias. También desvela lo que le dijeron en el Concello al ir a pedir la licencia

04 jun 2023 . Actualizado a las 19:07 h.

Reconoce que hasta ahora y desde que en 1982 traspasó el pub Modus Vivendi solo había vuelto a él en dos ocasiones. «Cuando se casó mi hijo y, el año pasado, en el aniversario por los 50 años del establecimiento. Me cuesta entrar por todos los recuerdos», apunta con nostalgia Antonio López, el coruñés de 76 años que cobró fama en Santiago al fundar en la Praza de Feixoo, en el corazón del casco histórico, uno de sus locales aún imprescindibles. «Mi vida se divide en periodos de diez años y el de aquí fue el que más me marcó», asiente.

«Estudié Económicas en Madrid, donde descubrí, además del valor de viajar y de conocer, su ocio nocturno. Mis padres me apremiaron a centrarme y, sin acabar, me fui a Canarias a buscarme la vida. Allí me reencontré con Amador, otro coruñés, quien me invitó al restaurante en el que tocaba la guitarra y donde nació la idea del Modus. Le propuse: "¿Por qué no llevar algo similar a Galicia, un local nocturno con música?"», señala. «Elegimos Santiago por su atractivo estudiantil», continúa, aclarando el porqué del nombre. «Modus Vivendi me parecía apropiado porque con 25 años era lo que yo buscaba, una forma de vivir», subraya.

XOAN A. SOLER

Con ilusión, encadena recuerdos del arranque. «Este local era propiedad del conde de Fenosa. En los últimos años había sido almacén de un ultramarinos. Estaba abandonado, pero me enamoró al ser las antiguas caballerizas del pazo de Somoza y conservar, en su nivel inferior, un abrevadero», destaca. «Empezamos nosotros haciendo la obra. Era todo estimulante», continúa. «Cuando pedí al Concello la licencia de pub no sabían lo que era. Me decían extrañados: "Abres a las 19.00 horas, pones música, no se baila y se cierra de madrugada. ¿Eso qué es?". Al final cedieron porque intercedió alguien presente, que luego fue alcalde. El encaje fue como 'café bar especial categoría b'», aclara, restándose méritos como pionero. «En 1972 abrí camino sin saberlo, de forma inocente, por las circunstancias. Fue el primer pub de Galicia, pero si de algo estoy orgulloso es del espíritu con el que se afianzó y ganó popularidad, y eso que al inicio la gente abría la puerta con desconfianza, y se sorprendía con su moqueta», enfatiza riendo e incidiendo en su inspiración anglosajona.

«Las telas escocesas eran el signo distintivo de pub. Estaban en los asientos corridos, de los que antes había más. Yo buscaba que la gente hablase, también conmigo. Eso era lo bonito», acentúa, rescatando una carta del inicio, con vinos de jerez o anises a 40 pesetas y champán a 350. «Nos pedían la cerveza Guinness y, como aquí no la había, la iba a buscar a Ferrol. Otra novedad era el café irlandés. Yo batía la nata en la barra», evoca.

«A la entrada estaba el tocadiscos y, abajo, el piano, que tocaba quien quisiese, sin pedirlo. Había libertad total, y eso que abrimos con Franco vivo», resalta, sin negar su temor a que la policía se lo cerrase. «Un día en el que nos quedamos varios charlando tras el cierre, los grises entraron para recordar que "no se podía hablar de cualquier cosa". Nos sacaron con metralleta hasta la comisaría. Eran otros tiempos...», razona, valorando a su fiel y heterogénea clientela.

«Aquí venían desde estudiantes a personas de 60 años, muchos con inquietudes culturales. Se juntaban músicos, que se estrenaban aquí, intelectuales o artistas, como pintores, hambrientos de un local donde exponer su obra y que luego brillaron por el mundo. Eso fue el gran acierto del Modus», reflexiona, mientras contempla vitrinas aún llenas de postales o billetes. «Te hacían bocetos mientras les servías, que aún conservo. Al traspasarlo en 1982 también guardé las jarras de cerveza que me traía la gente», explica, enlazando ya con una nueva etapa en la que hubo dos gerencias.

«Me fui a A Coruña por amor. Allí abrí dos bares, el Café Jazz Moka y el pub Gres, pero ya no tenían el mismo aire cultural», añade, sin dejar de pensar en el Modus. «El día de su aniversario la plaza se llenó. Me costaba acordarme de los clientes, pero emocionaba ver cómo gente que iba hace 30 años quiso acercarse. Es aún un sitio único y sigue vivo», defiende. «Sí, echo de menos a ese Santiago de antes o a clientes que ya no están. Aquí nacía la amistad de verdad. Disfruté mucho», afirma. «Son recuerdos...», repite.