Carlos Noya: «A mi madre le emociona el éxito del Barrigola y verme feliz con 100 kilos menos»

SANTIAGO CIUDAD

Sandra Alonso

Empezó en la hostelería de niño, en el emblemático bar Orense. En el 2004 innovó con su restaurante en la avenida de Ferrol. «Somos el primero de Santiago que acepta el pago en criptomonedas», destaca. De él dependen muchos menús escolares de la zona

07 may 2023 . Actualizado a las 19:48 h.

Tiene 52 años y lleva desde niño madrugando para servir en la hostelería. Sin embargo, el santiagués Carlos Noya se reafirma en que el sector no le pesa. «Lo mío es vocacional. Yo en el Barrigola disfruto, sobre todo con la interacción, doméstica y diaria, con la clientela», subraya desde el restaurante que abrió en el 2004 en la avenida de Ferrol. «Mi madre, a la que ayudaba en el Orense, me despertó el gusanillo», añade, evocando el negocio familiar, situado en O Hórreo, frente a la estación de tren, donde se dio a conocer.

«Mis padres lo abrieron en 1967, cuando se hizo el Ensanche. Era un bar humilde al que sumaron una pensión. Había poca oferta y funcionaba muy bien. Nosotros vivíamos allí. Con 7 años escuchaba a las 06.40 horas el expreso de Madrid, me vestía corriendo e iba a la estación a ofertar camas. Una habitación costaba 2.000 pesetas y mi madre me daba 200 si las llenaba», recuerda.

Carlos Noya junto a su madre, Aurora Suárez
Carlos Noya junto a su madre, Aurora Suárez Sandra Alonso

Tras estudiar en Peleteiro y en el instituto Eduardo Pondal, coge experiencia en la cafetería Hekla de Compostela y en emblemáticos restaurantes de Oviedo o Londres. «En Reino Unido empecé llevando con 22 años el carrito de los postres, pero rápido entré en sala. Fue mi despertar a la hostelería de alto nivel. Tras cinco años, volví con la idea de abrir aquí un restaurante de diseño, sin que ello mermase un precio de mercado, un concepto no tan extendido aquí», defiende. «Primero, al dejarlo mis padres, heredé el Orense. Era 1999, el último xacobeo del siglo y todo se magnificó. No llegaban las camas, había caravanas para comer. Sumé tres millones de pesetas en beneficios en un bar de 80 metros cuadrados. Con ello ya abrí el Barrigola», aclara.

«Mi exmujer, decoradora, plasmó lo que queríamos. Sin embargo, al principio costó que la gente, al ver el restaurante, tan cuidado, no recelase del precio, económico», remarca. «Nos especializamos en un menú del día elaborado, en el que nunca faltan ensaladas. Tenemos hasta 90», explica, incidiendo en lo decisivo de la alimentación. «Muchos creían que lo llamé Barrigola por mi peso, pero era por dedicárselo, sin citarla, a mi hija, que de niña decía que le dolía la barrigola», destaca, no sin lamento. «Ser obeso puede menoscabar la autoestima. Hace cinco años llegué a 180 kilos; ahora estoy en 80. Me mentalicé y, con disciplina, cambié de forma drástica mis hábitos. Como sano, no pico en el local, aprendí a decir no ante la nevera con serenidad y no perdono el deporte diario», enlaza quien presidió durante seis años la Federación Galega de Squash. «Juego desde joven. Conocía a Borja Golán y monté su circuito. Iniciamos a niños en su práctica», apunta concienciado.

Sin descanso, regresa a la alimentación. «Desde el inicio preparamos en el Barrigola menús escolares, ahora para 300 niños de once guarderías y centros de Santiago y Ames. En la oferta, y salvo los viernes, cuando jóvenes reposteros preparan un postre, no hay ocasión para la gula. Los niños comen pescado, verduras. Adaptamos platos de nuestra carta tradicional al formato infantil, como carne richada, e intentamos ampliar su cultura gastronómica huyendo de lo convencional, como con paleta asada», afirma satisfecho, sin negar que no siempre se logra el objetivo. «Un día ofrecimos berenjenas rellenas y de 500 volvieron 490. Fue un revés, pero ¿y si les hubiesen gustado?», se pregunta. «Muchos padres vienen luego a preguntarnos cómo preparamos los platos», acentúa.

Sandra Alonso

«La que tampoco falla es la clientela, fiel. Nos introdujimos en sus rutinas. Desde el covid también servimos a la base del 061. Lo nuestro era una apuesta arriesgada en una calle por desarrollar, de salida de la ciudad», reflexiona, admitiendo que a él no le asusta innovar. «En el 2022 sorprendimos al ser el primer restaurante local en aceptar el pago en criptomonedas. Un amigo, experto en ello, me convenció. Hasta ahora solo me pidieron usarlo cinco personas, pero cuatro vinieron exprofeso. Es anecdótico, pero nos dio popularidad, llamó la atención. Un vecino me dijo: ‘ti es o dos cartos falsos?’», señala riendo.

«Son casi 20 años y nos consolidamos, también con gente que viene desde el centro», enfatiza agradecido, también a su equipo. «Mi madre se emociona por el éxito del local y por verme feliz con 100 kilos menos», resalta con cariño.