Tomas Richartz: «Empecé pasando la mopa en la cancha y llegué a ser fisio en la selección»

Olalla Sánchez Pintos
Olalla Sánchez SANTIAGO

SANTIAGO CIUDAD

Sandra Alonso

Compartió anécdotas y vivencias durante once años en el Obradoiro. Nació en Alemania, pero se declara santiagués

22 ene 2023 . Actualizado a las 10:21 h.

Es la segunda temporada en la que no es el fisioterapeuta del Obradoiro, pero Tomas Richartz, de 41 años, no duda en querer charlar en Sar. «En el Multiusos empecé a trabajar hace dos décadas, primero, en los veranos, como socorrista y monitor de natación. Luego crecí aquí profesionalmente. Esta es mi casa», acentúa con cariño. «Viví hasta los doce años en Alemania, pero soy picheleiro. Casi pronuncio ya mi apellido con entonación de aquí», bromea, aclarando el traslado. «Mi historia de emigración no es la habitual. Mi padre, que era alemán, fue el que se vino. Él allí trabajaba en un taller con gallegos, que le animaron a acompañarles en vacaciones. Aquí conoció a mi madre y se quedaron. Luego se fueron a Alemania, a Duisburgo, donde nací. Al jubilarse, volvieron a Santiago, a Fontiñas», afirma con arraigo.

«Desde niño tuve clara mi vocación por el deporte. Estudié en Salamanca -donde se podía cursar doble titulación- Traducción e Interpretación y Fisioterapia, con la meta puesta en esta última, en su rama deportiva. Hice prácticas en equipos de rugbi o balonmano y en el 2007 regresé a Santiago para unirme al proyecto de LEB Oro del Beirasar Rosalía de baloncesto. Me conocían de mi etapa en ese instituto. Siendo el fisio de ese equipo trabajé en Sar», subraya, mirando al recinto. «Del viejo pabellón solo conozco los cimientos, que se conservan en el actual. Me los enseñaron los de mantenimiento. Aquí somos todos amigos», cita con afecto.

Sandra Alonso

Tras compatibilizar ese club con el Estradense de fútbol, en el 2010 lo llaman del Obradoiro. «Creo que de mí se valora mi predisposición y la experiencia», apunta con timidez. «Al año siguiente de llegar logramos el ascenso a la ACB. No hay nada mejor. Recuerdo la euforia mantenida durante 72 horas, sin dormir», resalta feliz, enlazando con su trabajo. «Se habla de lesiones, pero el hándicap y el logro de un fisio es la prevención. En los primeros años del Obra no hubo casi percances. Aún así, no olvido, porque duelen, sobre todo por el factor humano, roturas como la del ligamento cruzado anterior de Junyent o la del tendón rotuliano de Corbacho. El fisio está con los jugadores en el vestuario», explica ante una cercanía reforzada por mil vivencias.

«Me acuerdo que el griego Vasileiadis, mientras le ponías un vendaje, pedía aprender frases en gallego como "voute amasar coma un polbo". Al ucraniano Pustovyi el reconocimiento médico se lo hice con traductor web. No manejaba el alfabeto latino», evoca riendo. «Era curioso ver el amor del estadounidense Whittington por las zamburiñas; iba a la taberna O Gato Negro a por empanada. Los andaluces Chagoyen, Cárdenas y Pozas siempre hacían un 'tercer tiempo' en el vestuario, con cánticos. Lo mejor son estos vínculos», destaca.

«Fueron once temporadas fantásticas. Me costó tomar una decisión, pero necesitaba un respiro, nuevos retos», acentúa sobre su marcha del Obra en el 2021, un «alto» que cubre dando soporte a atletas y atendiendo las llamadas de la selección. «Desde hace diez años fui con combinados base de baloncesto. En la sub-20 coincidí con Óscar Viana, expreparador físico del Obra, lo que prueba el enorme trabajo del equipo de Moncho Fernández», señala con orgullo. «En el 2022 me citaron para dos convocatorias de la absoluta, algo que me hizo mucha ilusión. Piensas en tu carrera. Yo, cuando estudiaba en el Rosalía, era el chaval que pasaba la mopa en la cancha y llegué a ser fisio en la selección», reflexiona. «La primera convocatoria fue dura a nivel emocional. Jugamos contra Ucrania el mismo día que Rusia inició su invasión. Ver enfrente a Pustovyi, deshecho, fue duro», lamenta. «En la segunda nos clasificamos para el Mundial», contrapone sin descanso.

Sandra Alonso

«Entre mis planes está atender a la gente de Santiago; montar aquí una clínica. Son etapas...», revela. «Si a corto plazo no la abrí es porque aún disfruto mucho de la alta competición. Hay dos trenes que no pude coger. Uno, por un tema personal, fue una oferta para la Euroliga del Alba de Berlín. El otro, al estar en el Obra, ir a los Juegos de Río con la selección de rugbi. Acudir a unas olimpiadas es mi sueño, aunque sea como espectador. Hasta cubrí una inscripción para un sorteo de entradas», termina sonriendo.