La gran familia del Paluso, el auténtico espíritu de la Navidad en Santiago

Tamara Montero
Tamara Montero SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

Un total de 120 personas celebraron la Nochebuena con Chus Iglesias como anfitriona. Esta mañana, un chocolate y el reparto de regalos concretaron el mejor sentimiento navideño en la Alameda

25 dic 2022 . Actualizado a las 14:35 h.

«Ahora estad atentos». Chus Iglesias se lleva la mano a la oreja para indicarles a todos que hay que escuchar con mucha atención los nombres que empiezan a pronunciar los bomberos, que suman así al chocolate caliente y los churros en una mañana soleada un buen pellizco de ilusión de los más pequeños de la casa, que se van acercando a los pies del camión para recoger sus regalos, entre los que se adivina, envuelto, quizá un balón.

Así, entre las risas y los aplausos de las decenas de personas que se han dado cita en el Paseo Central de la Alameda durante el reparto de regalos arrancaba un día de Navidad que venía precedida de una cena de Nochebuena bastante animada. Alguno de los participantes, que tenía pensado repetir celebración en la comida, contaba que habían bailado hasta medianoche después de cenar lo que está mandando en Santiago: un buen bacalao con coliflor, y de recibir los regalos que siempre se tienen que recibir en estas fechas: unas piezas de ropa interior y una camiseta.

Chus Iglesias, atareada como siempre, iba de aquí para allá organizando la comida, saludando a los que se acercaban, porque siempre hay un abrazo y un beso, y sirviendo un chocolate que calentaba no solo el cuerpo, sino también el corazón. Lo hacía mientras contaba que en la carpa de la Alameda se habían dado cita en Nochebuena 120 personas. Una grandísima familia que esperaba que siguiese creciendo para la comida de Navidad.

— ¿Para cuántos preparáis comida?

—Aquí hacemos menú para 300 personas.

—Pues así comemos más.

Uno de los presentes bromeaba con las raciones que se estaban ya cocinando en el interior de la carpa mientras daba el primer sorbo al chocolate que le servía Chus Iglesias, que con cuidado rellenaba los vasos a la vez que relataba el menú: marisco, mejillones al vapor, langostinos, una buena paella, capón, y cómo no, postres navideños. Mientras, los niños empezaban a desfilar por la cabina del camión de los bomberos, que con una sonrisa se fotografiaban con los regalos dispuestos para ser entregados. Algunos curiosos se acercaban para saber qué estaba ocurriendo exactamente allí: los que querían, se iban con un vaso calentito y tres o cuatro churros. Muchos se quedaban para aplaudir a rabiar cada vez que se repartía un regalo. 

Así, en la primera Navidad después de la pandemia, entre los abrazos que habían sido retenidos durante estos dos años, el auténtico espíritu navideño se concentraba, un año más, a los pies de una modesta carpa en medio de la Alameda de Santiago, que viene a recordar que más allá de las compras, de las comidas copiosas, de lo material, en estas fechas se trata, sobre todo, de dar. Y más que nada, de estar. Y desde luego, Chus Iglesias y el equipo de voluntarias y de voluntarios del Paluso siempre están.