Diez nombres no oficiales de calles que solo conocen los compostelanos

Patricia Calveiro Iglesias
Patricia Calveiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

Hay quien dice que se le llama la cuesta de La Camelia a Santo Domingo da Calzada porque antes de urbanizar la zona allí había una finca con camelias. Un estudioso de la historia local como Paletó afirma que aquello era un monte y su nombre se lo debe al edificio que hace esquina con Montero Ríos, el de la librería Follas Novas.
Hay quien dice que se le llama la cuesta de La Camelia a Santo Domingo da Calzada porque antes de urbanizar la zona allí había una finca con camelias. Un estudioso de la historia local como Paletó afirma que aquello era un monte y su nombre se lo debe al edificio que hace esquina con Montero Ríos, el de la librería Follas Novas. XOAN A. SOLER

Santiago Losada explica el origen de la toponimia más curiosa de la ciudad

06 dic 2022 . Actualizado a las 13:01 h.

Ya lo dice un viejo refrán: «Cuando vayas a Santiago ve con mucho cuidado, porque vas a entrar sin mote y vas a salir bautizado». Esta es una ciudad especialmente proclive al apelativo, y tanto se lo endosan a una persona como a una calle. Santiago Losada (Paletó), una enciclopedia andante de la historia y el anecdotario local, se atreve a decir que más de la mitad de la toponimia santiaguesa viene del remoquete popular y explica el origen de diez de esos nombres no oficiales (aunque podrían ser el doble, o el triple) que están a la orden del día y solo conoce el compostelano —ya sea por derecho de cuna o empadronamiento—.

XOAN A. SOLER

Cuesta de La Camelia. No hay ningún letrero ni callejero que identifique como tal a la cuesta de Santo Domingo da Calzada, pero en este caso casi está más extendido el nombre popular que el oficial. Entre los vecinos de la calle hay quien asegura que se debe a que allí, antes de construirse nada, había una finca con camelias. Sin embargo, Paletó afirma que la propiedad que lucía estos floridos arbustos era otra, la de O Espiño, y en la otra en realidad «no había nada, era monte». «Se llama así por el edificio de la esquina, donde está la librería Follas Novas, que es conocido históricamente como el edificio de la Camelia», contrapone. Aunque en los años 80 —cuando subían por allí los coches— no se habían plantado aún las camelias que luego adornaron esta empinada calle, se convirtieron luego en un elemento distintivo en ella, que se decidió conservar en el proyecto final de la efímera cascada que hizo aguas a comienzos del 2012, sustituida al poco tiempo por la actual zona ajardinada. Y, apoyándose en un recorte de prensa de 1956 de La Noche, el músico e historiador compostelano Alfonso Espiño indica que la cuesta de la Camelia se llama así porque hubo una granja de pollos con ese nombre en Rapa da Folla en los años 50.

SANDRA ALONSO

Vuelva Mañana. Se conoce así a las viviendas construídas en la segunda fase de la urbanización de Pontepedriña (en los años 50). Las malas lenguas dicen que era la respuesta que daban los propietarios cuando les llegaba el momento de pagar. Paletó va más allá y pone nombre a la persona que supuestamente bautizó así al barrio: «Fue Germán Chorén, un pintor. Dieron esas casas a mucha gente y compraron el mobiliario en Muebles García, Muebles Compostela... pero, al presentarse con la factura, les respondían eso de: "La señora de la casa no está. Vuelva usted mañana". Y resulta que eran ellas, que se hacían pasar por el servicio».

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Calle Nueva. Es la Rúa Nova de Abaixo, que «era la calle más vieja que había en la zona cuando pertenecía al ayuntamiento de Conjo, y fue la primera con tránsito rodado», cuenta Paletó. Fue el epicentro de la movida nocturna santiaguesa en sus años dorados (entre la década de los 80 y 90), aunque la fiesta acabó luego trasladándose al casco histórico. Pasó de la Calle Nueva a la Rúa Nova (con El Retablo como estandarte) y aledañas.

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Camiño Novo. Se trata del tramo que va desde la plaza de Vigo a la rotonda que conecta la Avenida Rosalía de Castro con las de Romero Donallo y Mestre Mateo. Fue la vía que en su día solucionó la incomunicación del barrio de A Choupana, indica Paletó: «Allí se inauguró la leprosería de mujeres, en 1830, y quienes la pagaron fueron los hermanos Anaya. El nombre de A Choupana en gallego se refiere a las cabañas o casas con tejado de hierbajos. Era una zona ruinosa, que quedaba incomunicada. Donde actualmente está el Hotel Peregrino lo llamaban As Barreiras, porque había una gran mole de piedra, de granito, que obligaba a ir hacia Cornes y cruzar ese tramo de los Campos de San José, hoy Frei Rosendo Salvado, para llegar a la Praza Roxa». Por tanto, este Camiño Novo ofreció una nueva senda de conexión con la ciudad.

Sandra Alonso

Los Estados Unidos. De un tiempo a esta parte, hay quien se refiere así al barrio de San Pedro por ser el pegamento que une a los vecinos de Belvís, A Trisca, Concheiros, Bonaval, Corredoira das Fraguas, Almáciga y colindantes. Paletó tiene otra teoría. Sostiene que es el nombre que recibía la misma rúa de San Pedro, cuya carretera separaba dos ayuntamientos fronterizos: «Subiendo la calle, a mano derecha, pertenecían a la parroquia de Sar, Ayuntamiento de Conjo. Y, los que quedaban a mano izquierda, al ayuntamiento de Santiago».

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La Residencia. Es el Campus Vida, también llamado La Resi por las nuevas generaciones que lo frecuentaron para hacer deporte y botellones (junto con el Campito, subiendo la escalinata de la Alameda). La zona que va a dar al estanque, entre las pistas deportivas, es en realidad la avenida del Marqués de Sargadelos. Y a pocos metros está el colegio mayor más antiguo de la USC, el Rodríguez Cadarso (construido en 1940 como residencia masculina), al que se unirían más tarde en esa plaza los edificios estudiantiles de San Clemente y Fonseca.

XOAN A. SOLER

Rúa de Abaixo. Así la reivindican los propios vecinos de la calle Espíritu Santo, paralela a Basquiños. «Pasó a llamarse así porque pertenecía a la Cofradía del Espíritu Santo», señala Paletó. De hecho, añade, tiene la mayor concentración de viviendas distinguidas con la marca de propiedad de la paloma, labrada en piedra.

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Calle de Simago. En la memoria colectiva aún permanece el primer gran supermercado de dos plantas y escaleras mecánicas que abrió en la ciudad y sigue siendo una referencia usada con frecuencia para hablar de la República do Salvador, donde estaba su entrada principal (hoy del Carrefour).

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Calle del Pilar. La alusión a la iglesia de la Alameda convive con el nombre monárquico que oficialmente tiene, Xoán Carlos I.

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A Rosa y La Rosaleda. Dice Paletó que el topónimo no tiene que ver con que hubiera rosas ni rosales antes en esta zona del Ensanche. Más bien, afirma, «el culpable de ese nombre soy yo». En su época como encargado en Pinturas Chorén, relata, eligió un «color salmón precioso» para pintar la fachada blanca de cal de un edificio que mira hacia la plaza de Galicia (al comienzo de Doutor Teixeiro, sobre Women'Secret y Sargadelos). Asevera que hasta el alcalde intercedió para llevar a buen término su mezcla de barniz y aceite aplicada junto con tres botes de esmalte rojo vivo que, según él, dio nombre a La Rosa. Sin embargo, tal y como recogen fuentes bibliográficas, todo apunta a que la calle se llama así por un botánico, Agustín de la Rosa.

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¿Y por qué se acabó llamando Praza Roxa a la antigua plaza de José Antonio?

No es la primera vez que uno de estos nombres del folklore local pasa a ser el oficial. El mejor ejemplo es el de la Praza Roxa, donde muchos buscan sin demasiado éxito elementos que justifiquen que se la denomine precisamente por este color y no cualquier otro. Es Roxa y no Vermella porque alude a «los rojos», los revolucionarios e izquierdistas que se oponían a la política franquista. La antigua plaza de José Antonio (recuerdo del anterior régimen, de Primo de Rivera) pasó a mediados de los 90 a llamarse Praza Roxa por las protestas estudiantiles y civiles que se celebraban allí, especialmente en los últimos años de la dictadura.

Este punto estratégico de la zona nueva de Santiago era donde solían finalizar las manifestaciones y se convocaban las concentraciones, ya que había hasta seis posibles salidas por las que huir si era necesario disolverse. Testimonios de la época comentan que los bares se convertían en el refugio de los protagonistas de las revueltas. Incluso sabían que en ciertos establecimientos contaban con la complicidad de los propietarios, que encubrían a los que llegaban escapando de «los grises» y pronto les ponían delante una taza o bebida para que parecieran un cliente más, en una época en la que la policía no se andaba con chiquitas. Un militante de una organización ilegal antifranquista aclara que elegían esta plaza porque «no nos detectaban al llegar y porque la salida era fácil (en esos años no estaba ni acabada Montero Ríos, y era de tierra la rúa Nova de Abaixo. A la primera se podía ir porque era más difícil la persecución y se disponía de piedras, como cuando se levantó el Hórreo; y a la segunda todo el mundo sabía que no se podía ir bajo ningún concepto, porque quedabas encajonado hacia el terraplén). En principio no la llamábamos Roja (lo de Roxa fue muy posterior, mero invento de la corrección política), sino que la designábamos con el nombre de la cafetería donde hoy está Krystal».

Motes salidos hasta del mismísimo Obradoiro

Muchos aún se refieren hoy al Obradoiro como la Plaza de España, el antiguo nombre que recibía este emblemático enclave compostelano, que «tuvo hasta ocho nombres distintos», puntualiza Santiago Losada (Paletó).

Hasta las torres de la fachada occidental de la Catedral de Santiago tienen un mote, añade: «Son los Lirios de Compostela». Y de otra de sus torres, afirma, viene el sobrenombre de las Tres Marías con el que rememora a las hermanas Fandiño en Santiago: «Las tres campanas de la mal llamada torre de la Berenguela, que en realidad es la torre de La Trinidad, eran llamadas las Tres Marías, como ellas». Y se da la casualidad, continúa Paletó, de que dos de ellas se llamaban María: Eran Maruja, María Coralia Argentina [recordadas ambas con una estatua de la Alameda] y Sara». Las tres hermanas asiduas a los paseos por la ciudad tenían su contrapunto en las Tres Marías bíblicas.