«Mi padre me pidió que no dejara la tumba de mi madre sin flores»

Margarita Mosteiro Miguel
Marga Mosteiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

Los compostelanos escalonaron desde el sábado las visitas a sus familiares en el camposanto de Boisaca con motivo del Día de Todos los Santos

03 nov 2022 . Actualizado a las 17:24 h.

Las jornadas de Todos los Santos y Difuntos son las fechas con más trabajo y ventas en las floristerías de la ciudad. Antonio Louzán, de Lilas, asegura que desde el pasado sábado «es un no parar» y, aunque el día principal suele ser el de Todos los Santos, explica que «este año el fin de semana se movió mucho. Hay mucha gente, pero está viniendo más tarde que en el fin de semana». Por su experiencia junto al cementerio de Boisaca, Antonio considera que las visitas a los familiares están cambiando. «Antes venían más familias con los niños, ahora no se ven tantos», aunque, en su opinión, aquella era una manera de «transmitir a los niños la necesidad de honrar» a los muertos. A la hora de elegir las flores, Louzán no duda en que «es un día en el que no se escatiman gastos. Ahora se busca colorido. Se venden más centros y ramos, porque es posible mezclar más flores de más colores. Si llevas los paquetes, hay menos opción de elegir colores», detalla.

Antonio Louzán, de la floristería Lilas
Antonio Louzán, de la floristería Lilas XOAN A. SOLER

El colorido del que habla Antonio Louzán se percibe nada más entrar en el cementerio de Boisaca. En prácticamente todos las sepulturas y nichos hay flores de todos los tipos y colores. Predominan los centros encargados a los profesionales, pero también se ve a muchas personas preparando con mimo las composiciones en las jardineras de las sepulturas y nichos. Una de ellas es Milagros Fernández Castro, que permanece en silencio junto a la sepultura de su hija, fallecida en el 2014: «Tenía 44 años. Pienso en ella todos los días, pero hoy es más duro que otros. No sé la razón, pero venir aquí me da una sensación de paz que no se explicar». Esther, que perdió a sus padres hace 12 años con una diferencia de tres meses, describe la misma sensación: «Vengo cada 15 días porque me da paz. Hablo con ellos, y me marcho con la sensación de haber hecho algo bueno. Da tranquilidad». Ramón González no faltó al compromiso con su madre, fallecida hará en diciembre dos años, y a la que visita en fechas señaladas, como en el día de su santo «que fue el 12 de octubre, o en su cumpleaños. Hoy hay que venir», señala. Lucía Rodríguez tampoco falta «a la promesa que le hice a mi padre. Me pidió que no dejara la tumba de mi madre sin flores. Él venía todos los meses, pero ahora está enfermo y vengo yo». A su madre le gustaban los crisantemos amarillos, «así que los encargué para asegurarme de que los había, aunque mi padre siempre que podía le traía también nardos», comenta.

En las tumbas de Boisaca predominan estos días las flores rojas y blancas, y aunque la variedad es enorme, las rosas y los claveles son mayoría junto a los crisantemos blancos y amarillos. Las peonías y las hortensias también decoran las tumbas de los compostelanos que yacen en el cementerio de Boisaca. 

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«Mi suegra era como mi madre»

María Caneda Otero visitó ayer la sepultura de sus suegros y cuñado. «Mi suegra era como mi madre. Siempre conté con ella», subraya. María, que acudió antes a Figueiras para llevar flores a sus padres, no se olvida de los «pompones amarillos que le gustaban a mi suegra».

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«Si no vengo, siento que me falta algo»

María Esther García Sande acude con frecuencia a la tumba de sus padres y de su hermano: «No es una obligación. Si no vengo, siento que me falta algo. Es como si las estuviera fallando». En la sepultura «siempre hay flores, y en Difuntos a mi madre no le faltan las rosas rojas».

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«Es una necesidad y una obligación»

José Antonio Mallón Becerra reconoce que «de las flores se ocupan mi mujer y mi hija, pero hoy hay que venir. Es entre una necesidad y una obligación». En Boisaca tiene a sus padres y a un hermano, «al que hecho mucho en falta».