El primer vuelo solo de Mario, el alumno más joven de la escuela de pilotos de Lavacolla

SANTIAGO CIUDAD

El ourensano se forma en el Aeroclub de Santiago y espera con ansia cumplir en enero los 17 años para poder presentarse al examen de vuelo
23 oct 2022 . Actualizado a las 11:50 h.La primera vez que se subió a un avión Mario Caride Bueno fue en el 2012, para viajar desde Oporto a Londres. Hoy es el alumno más joven de la escuela de pilotos del Aeroclub de Santiago y, con solo 16 años, ya vuela sin acompañantes. Por sorprendente que parezca, el ourensano asegura que la primera vez que surcó los cielos solo estaba «muy tranquilo» y destaca la «sensación de libertad» que se apodera de él allá arriba. «Para estar al control tienes que asumir una responsabilidad, pero no me sentía nervioso porque llevo muchos años practicando con el simulador y había acumulado ya entre 10 y 12 horas de prácticas con mi instructor, Claudio Guridi», explica.
Quienes «lo pasaron fatal» en su debut en solitario fueron sus padres, reconoce, que se desplazaron hasta el hangar para estar presentes ese día y seguir las comunicaciones de radio. Ellos no tienen nada que ver con la aviación, aclara el hijo: «No tengo ningún familiar piloto. Me inicié en esto con 8 o 9 años, viendo vídeos en YouTube. Mi padre me compró un simulador de vuelo para conectarlo al ordenador. Y, a partir de ahí, fui conociendo a pilotos reales y gente que del mundillo. De hecho, fue por un amigo que hice en internet por lo que me metí en la escuela de pilotos. Va a hacer un año desde que empecé. Tenía yo 15 y llevaría un mes de clases teóricas, dos horas todos los lunes, cuando hice la primera práctica con mi instructor en un avión ligero. Eso me sirvió para meterme aún más ganas», relata Mario, que está deseando cumplir en enero los 17 para poder presentarse al examen de piloto privado, ya que es la edad mínima para hacerlo. «Si puedo en enero, mejor que en febrero», dice ilusionado.
«Siempre lo tuve muy claro y merece la pena el esfuerzo. Al principio venía en bus desde Ourense hasta Santiago y eran 4 horas entre ida y vuelta, pero ahora hago el viaje en tren porque es gratis y más rápido», indica. No ha decidido aún si ser piloto comercial, de incendios o incluso instructor de vuelo; lo que sí tiene claro es que «quiero acabar volando». Reconoce que a sus amigos «les sorprende muchísimo» su afición por volar «y están todos impacientes para que les lleve en el avión».
Con su instructor, cuenta el joven, «hay mucha confianza y la relación es casi de amistad». Claudio, un uruguayo con raíces vascas de 53 años, es el encargado de coordinar el equipo de instructores del Aeroclub y confiesa ser «un apasionado por la enseñanza». Para él, la juventud no es una desventaja a la hora de aprender a volar, sino todo lo contrario, «porque a esas edades son como esponjas si tienen interés» y Mario en concreto, afirma, «tiene un nivel tremendo».
Fundada en 1947, en la escuela de vuelo del Aeroclub de Santiago se han formado cientos de pilotos y muchos de ellos vuelan en compañías internacionales y también se imparte allí la formación oficial del título avanzado de piloto de drones. Claudio explica que en Compostela «enseñamos en un aeropuerto internacional, con más o menos tráfico, y es un aprendizaje que tanto te va a servir para volar en España como fuera, con un nivel de exigencia alto».
Él, de acuerdo a su experiencia docente, distingue dos tipos de perfiles de alumnos: «Por una parte está la gente más adulta, de más de 30 años y hasta 60, que hacen el curso para obtener la licencia y mantenerla a nivel deportivo. Hay todo tipo de profesionales que aprenden a volar porque es un sueño que llevan arrastrando desde hace tiempo: empresarios, cirujanos, abogados, músicos...», comenta el instructor, quien a su vez es violinista. «En realidad, esa es precisamente la filosofía del Aeroclub, la de acercar la aviación a todo el mundo y facilitar ese primer contacto con este mundo», añade. Y, por otra parte, «esta es también la cuna de la aeronáutica, donde vienen los jóvenes con una vocación hacia la aviación profesional».
Para Claudio, la principal cualidad que ha de tener un piloto es la vocación y el deseo de volar. El vértigo, asegura, es relativo. «Tienen que tener muchas ganas, sobre todo si piensan hacer de esto su carrera, porque es muy sacrificado. Estás constantemente cruzando usos horarios y eso desgasta bastante. Llevas otro ritmo de vida distinto al fisiológico y no siempre es tan bonito como muchos se imaginan», continúa el jefe de instructores. En cuanto el precio, reconoce, «es una carrera cara, pero hoy hay muchas formas de afrontar ese gasto y, si te paras a pensarlo, también lo son los estudios fuera en los que hay que pagar un alojamiento, la matrícula y todos los gastos que lleva aparejados. Hay que tener en cuenta que tenemos que hacer un mantenimiento de los aviones y el cambio de piezas es costoso. Los motores, por ejemplo, hay que cambiarlos cada cierto número de horas de uso, incluso estando en buen estado, y para un modelo ligero como el que utilizamos nosotros ya son 40.000 euros solo el motor».