Alicia Sánchez empezó a confeccionarlas, por entretenimiento, estando confinada tras dar positivo en covid
04 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.
En pleno agosto, y con el mercurio disparado en los termómetros, muchos se ven obligados a acortar las salidas con sus mascotas a las horas centrales del día para evitarles un golpe de calor. Para combatir el estrés en casa, especialmente cuando los animales se quedan solos, existen distintas alternativas. Entre ellas están las alfombras olfativas, una solución que se está extendiendo últimamente en Santiago. Así lo constata Alicia Sánchez Pazos, de Peludiños Felices. Cuenta que ella conoció esta primavera a una persona que las hacía y, como dueña de tres perros y dos gatos, compró una para su pomerania, «que era un cachorro que no paraba quieto». Poco después, dieron positivo en covid ella y su hijo, relata. «Entre el agobio por estar encerrados, la desesperación y lo mal que me encontraba, entré como en un bucle. Se me ocurrió hacer una de estas alfombras para el cachorrito de una amiga, por entretenerme durante la cuarentena y ver si era capaz de hacerla», explica la santiaguesa de 51 años, criada en el barrio de La Estila.
«Me encantan las manualidades y estudié en la escuela Mestre Mateo», comenta, una pasión que en este proyecto se ve unida a su debilidad por los animales, que ya la llevó a abrir una tienda para mascotas en el Ensanche entre 1995 y 1999, Animalia. El boca a boca hizo que le empezaran a llegar más y más encargos de sus alfombras olfativas de trapillo. «Terminaba de hacer una y ya me pedían otra», dice. Su funcionamiento no tiene muchos secretos. Consiste en esconder premios entre las tiras de tela y los canes o gatos se entretienen buscando la comida, al tiempo que se estimula su olfato, están distraídos, concentrados y en calma. «Está muy bien sobre todo para los perros jovencitos que se vuelven medio locos cuando los dejas solos en casa y lo muerden todo. Y a los gatos les gusta mucho para dormir sobre ellas», constata la responsable de Peludiños Felices. Tras repartir cartelería entre diferentes establecimientos de la ciudad, la demanda fue a más y sus alfombras olfativas llegaron hasta Madrid, Barcelona o Zaragoza.
«A mediados de junio paré de hacerlas por un problema de salud, aunque este mes tengo previsto retomarlo. Estoy cobrando una pensión por una discapacidad y esta es una ayuda económica que me viene muy bien», indica Alicia, que ya tiene tres encargos en lista de espera. Es la primera vez que emprende en un negocio sin sede física y reconoce haberse sorprendido por la respuesta: «Hubo un momento que sí vi que se me iba de las manos, porque tenía media docena encargadas y no era capaz de sacar el trabajo adelante».