Ismael Navaza: «Con 7 años ya hacía gimnasia rítmica sin miedo al qué dirán. Yo tuve suerte»

Olalla Sánchez Pintos
Olalla Sánchez SANTIAGO

SANTIAGO CIUDAD

El gimnasta Ismael Navaza con el aro en el jardín de su casa, cercana a Raxoi. «Nunca pensé en abandonar. Ni cuando muchos lo dejaron en la pandemia. Yo seguía aquí entrenando», defiende
El gimnasta Ismael Navaza con el aro en el jardín de su casa, cercana a Raxoi. «Nunca pensé en abandonar. Ni cuando muchos lo dejaron en la pandemia. Yo seguía aquí entrenando», defiende Sandra Alonso

El santiagués reivindica desde niño con su exitosa carrera, situada en la élite nacional, un deporte de escasa presencia masculina. Se considera un valiente, por haber dado un paso al frente

18 jul 2022 . Actualizado a las 19:23 h.

Salva su timidez y reconoce con un hilo de voz que le ilusionó verse en el cartel que ilustró el Campeonato de España de Gimnasia Rítmica Masculina, disputado en junio en Ourense y en el que fue el único gallego en la primera categoría. «Es uno de esos gestos que lo compensa todo», resalta a sus 17 años el santiagués Ismael Navaza Eiras sobre el último peldaño de una trayectoria que visibiliza la modalidad masculina de la disciplina y ayuda a derribar barreras sobre el tapiz. «Cuando empecé en el Club Deportivo Ximnasia Rítmica Compostela era el único niño; ahora somos cinco», apunta.

Su pasión por este deporte viene de lejos, de sus primeros años en el colegio Peleteiro. «Allí es una actividad extraescolar. Me apunté por probar, pero me gustó y me quedé», evoca, admitiendo que su elección no pasó desapercibida. «Sorprendió porque solo lo practicaban niñas, pero la acogida fue muy buena. La entrenadora, además, vio aptitudes en mí y, al ser también la directora deportiva de mi actual club, sondeó a mi familia sobre la opción de empezar en él», rememora, cediendo la palabra a su madre, Ana Eiras. «Se da la curiosidad que su hermano mellizo practica patinaje, otra disciplina mayoritariamente femenina. De Ismael pensamos que con los años lo dejaría por el hándicap de afrontarlo solo, pero nos equivocamos», comparte con orgullo ante una determinación que él confirma. «Empecé con siete años sin miedo al qué dirán. También ayudó que tuve suerte. Nunca escuché un comentario negativo. Ves casos de niños que tuvieron que cambiar de club al sentirse cuestionados, pero yo siempre sentí apoyo de mis compañeras y de la federación gallega», recalca agradecido, antes de recorrer una carrera que despuntó rápido, impulsada por una época en la que la modalidad ganaba terreno.

En el 2009 España ya se había convertido en el primer país en programar un campeonato nacional masculino. «Ese año hubo diez gimnastas. Este junio, trece años después, en Ourense estábamos 72, y 12 éramos gallegos. De 105 federados, 47 somos de la comunidad», resalta con satisfacción mientras pone en valor más hitos, como el que pudo experimentar en el 2020 cuando se permitió por primera vez a conjuntos mixtos participar en un campeonato nacional y los santiagueses lograron el bronce en sénior. «Mis compañeras bromeaban con que gracias a mí subieron a un podio nacional. Yo, mientras tanto, lloraba», recuerda sobre un buen año en el que también logró ser subcampeón de España individual júnior, subiendo a primera categoría y ampliando su ya extenso medallero. «Cuando competía en Galicia a veces solo éramos tres», reflexiona con humildad desde su casa cercana a Raxoi, donde el Concello de Santiago, que ya lo había premiado como mejor deportista de base, lo distinguió poco después por sus méritos deportivos.

«Cada uno de esos reconocimientos les animan. Los padres los celebramos en un grupo en redes sociales que mantenemos a nivel nacional y que se llama Valientes. Su nombre indica lo que pensamos», sostiene Ana Eiras, aclarando cómo en ella recogen testimonios de gimnastas que lo pasan mal. «Nos escribieron de otros países hablando de jueces que se niegan a calificar a niños», señala. «Al ver eso siento pena y rabia, pero creo que es algo minoritario», insiste Ismael, contraponiendo ejemplos positivos. «En un colegio de Abegondo acaban de nombrar un aula con el nombre de un gimnasta gallego de primera línea que estudió allí; en una copa del mundo femenina ya invitaron a tres chicos a hacer una exhibición», desliza con entusiasmo. «Es importante que los niños sepan que pueden competir. Muchos, cuando me ven, me confirman que lo desconocen», explica.

Mientras mira al futuro y niega que la aspiración olímpica de la disciplina pueda ser realidad a corto plazo -«en pocos países compiten chicos»- aclara que ni el horizonte de acercarse a una edad en la que muchos lo dejan al ceder flexibilidad ni el riesgo de poder perder la máxima categoría le preocupan. «De Ourense me llevo el recuerdo de ver las gradas llenas, animando, algo que también me pasó aquí en Sar», destaca, antes de mirar su móvil. «Yo los vídeos que veo son de gimnasia», concluye feliz.