«Fuimos aguantando, con el apoyo de la familia, porque esta era nuestra fuente de ingresos y el sueño de Martín, que dejó su anterior empleo para abrir un negocio suyo. De hecho, esto es reflejo de sus gustos musicales, está decorado con un punto de rock blues y se llama Lucille por la guitarra de B.B. King, que es uno de sus artistas favoritos. Queríamos que fuera un sitio diferente, con personalidad, y que quien nos visite se sienta como en su casa», explica ella, quien compagina este trabajo con las clases como monitora de zumba y, aunque dejó aparcada su faceta de cantante de orquesta (fue durante 13 años vocalista del grupo Zeltia), nunca se terminó de apartar de los escenarios junto a otras bandas, ya sea Cachas&Cousins o Xoubas.
¿Y qué público es el que frecuenta su local? «La mayoría están entre los 25 y los 40», responde la pareja, que siempre aspiró a que haya música en directo en su terraza (en los últimos tiempos ha sido complicado, afirman) y a elaborar su propia carta de coctelería, aunque los clásicos allí nunca fallan.