El santiagués fundó y dirige Alda Hotels, una cadena que en solo 13 años tiene hoteles en cinco comunidades y que terminará el año con una facturación de 20 millones. Repasa su ascenso sin freno y recuerda su origen: «Con 30 años abrí en la Algalia un primer albergue que compaginaba con el bar Rhythm&Blues»
19 may 2022 . Actualizado a las 11:23 h.
Nada más llegar al Hotel Alda San Bieito, uno de los ocho alojamientos que gestiona en Santiago, Alberto Rodríguez Boo, de 43 años, aclara que a pesar de que reside en Burgos, junto a su mujer y sus tres hijos, cada poco regresa a su ciudad natal. «Aún estoy empadronado aquí», confiesa sonriendo mientras apunta también motivos laborales. «Muchos cargos relevantes de Alda Hotels están en Compostela, donde fundamos la cadena», señala. «Alda es la unión de Alberto y de Daniel, un amigo mío de siempre», añade reconociendo un espíritu emprendedor.
«Ya de niño, cuando vivía en el barrio de A Estila, era inquieto. Me gustaba organizar cosas. También, saber cómo funcionaba todo, desmontar juguetes», detalla con una «vocación de ingeniero» que en su etapa universitaria le llevaría a Valladolid, donde pudo cursar, dentro de industriales, robótica. Un traslado que inició también su vínculo con Castilla y León. «Con 25 años entré en Soria en una firma de puertas, donde me ofrecieron ser el jefe de producción. Tenía cien personas a mi cargo. De ahí salté a dirigir otra fábrica», evoca, restándole importancia a que, pese a su juventud, viviera un rápido ascenso. «Creo que vieron que tenía iniciativa, cierta capacidad de gestión. También, algo de inconsciencia», bromea sobre un aterrizaje laboral tras el que, por una cuestión familiar, volvió a Galicia. «Ahí entré en una empresa del sector de la madera, pero quebró, y decidí montar ya algo por mi cuenta en Santiago», rememora.
«Por casualidad nos ofrecieron a ese amigo, que luego se desvinculó, y a mí una casa a buen precio en la zona vieja. Yo solo tenía algo de experiencia en hostelería, pero me lancé. En el 2009, con 30 años, abrí en la Algalia un primer albergue que sorprendió con su categoría media y su bajo coste», analiza sobre su desembarco en el sector. «Eso lo compaginaba con el local de la planta baja, el Rhythm&Blues, donde serví cinco años. Tenía gente, pero cuando al año siguiente abrimos un segundo hostal y nos ofrecieron otro en Salamanca, tuve que decidir», explica sobre una trayectoria ya sin freno.