Alberto Rodríguez Boo: «Nunca temí los retos; de 58 alojamientos turísticos intentaré pasar este año a 80»

Olalla Sánchez Pintos
Olalla Sánchez SANTIAGO

SANTIAGO CIUDAD

El santiagués Alberto Rodríguez montó con su cadena, Alda Hotels, ocho establecimientos en su ciudad. «Cuando cogí un hotel en Bonaval me ilusionó ver que tenía cuadros de mi tío, José Manuel Boo. Ahora se pueden contemplar en todos», dice con orgullo desde el del Cantón de San Bieito.
El santiagués Alberto Rodríguez montó con su cadena, Alda Hotels, ocho establecimientos en su ciudad. «Cuando cogí un hotel en Bonaval me ilusionó ver que tenía cuadros de mi tío, José Manuel Boo. Ahora se pueden contemplar en todos», dice con orgullo desde el del Cantón de San Bieito. XOAN A. SOLER

El santiagués fundó y dirige Alda Hotels, una cadena que en solo 13 años tiene hoteles en cinco comunidades y que terminará el año con una facturación de 20 millones. Repasa su ascenso sin freno y recuerda su origen: «Con 30 años abrí en la Algalia un primer albergue que compaginaba con el bar Rhythm&Blues»

19 may 2022 . Actualizado a las 11:23 h.

Nada más llegar al Hotel Alda San Bieito, uno de los ocho alojamientos que gestiona en Santiago, Alberto Rodríguez Boo, de 43 años, aclara que a pesar de que reside en Burgos, junto a su mujer y sus tres hijos, cada poco regresa a su ciudad natal. «Aún estoy empadronado aquí», confiesa sonriendo mientras apunta también motivos laborales. «Muchos cargos relevantes de Alda Hotels están en Compostela, donde fundamos la cadena», señala. «Alda es la unión de Alberto y de Daniel, un amigo mío de siempre», añade reconociendo un espíritu emprendedor.

«Ya de niño, cuando vivía en el barrio de A Estila, era inquieto. Me gustaba organizar cosas. También, saber cómo funcionaba todo, desmontar juguetes», detalla con una «vocación de ingeniero» que en su etapa universitaria le llevaría a Valladolid, donde pudo cursar, dentro de industriales, robótica. Un traslado que inició también su vínculo con Castilla y León. «Con 25 años entré en Soria en una firma de puertas, donde me ofrecieron ser el jefe de producción. Tenía cien personas a mi cargo. De ahí salté a dirigir otra fábrica», evoca, restándole importancia a que, pese a su juventud, viviera un rápido ascenso. «Creo que vieron que tenía iniciativa, cierta capacidad de gestión. También, algo de inconsciencia», bromea sobre un aterrizaje laboral tras el que, por una cuestión familiar, volvió a Galicia. «Ahí entré en una empresa del sector de la madera, pero quebró, y decidí montar ya algo por mi cuenta en Santiago», rememora.

«Por casualidad nos ofrecieron a ese amigo, que luego se desvinculó, y a mí una casa a buen precio en la zona vieja. Yo solo tenía algo de experiencia en hostelería, pero me lancé. En el 2009, con 30 años, abrí en la Algalia un primer albergue que sorprendió con su categoría media y su bajo coste», analiza sobre su desembarco en el sector. «Eso lo compaginaba con el local de la planta baja, el Rhythm&Blues, donde serví cinco años. Tenía gente, pero cuando al año siguiente abrimos un segundo hostal y nos ofrecieron otro en Salamanca, tuve que decidir», explica sobre una trayectoria ya sin freno.

«Empecé a coger pequeños alojamientos urbanos, desde hoteles de tres estrellas a pensiones, que venían de una gestión familiar. Eliminamos servicios sin valor añadido, como el minibar, y fuimos competitivos en tarifas. Montamos una estructura compartida y tendimos a la domótica. Mi parte ingenieril no la abandono», acentúa risueño ante una expansión que en trece años le sitúa ya en otras cinco comunidades próximas a Galicia.

«Tengo una visión bastante fría, ligada a los números. Aún así, me alegró coger en Ponferrada el antiguo hotel Madrid. Mi padre nació allí y seguro que mis abuelos se sentirían orgullosos. Ese es uno de los diez establecimientos que tienen en propiedad sociedades de las que participo. El resto son en alquiler», revela mientras se mete en más cifras. «Terminaremos el año con una facturación de 20 millones. De 58 alojamientos intentaré pasar a 80, también de tres comunidades más. De 1.750 habitaciones llegaremos a 2.400. Nunca temí los retos. Estamos negociando la compra de una cadena de hoteles. En el monte de Santa Tegra abriremos uno experiencial. Y ya miramos a Portugal», encadena sin vértigo. «Fuimos paso a paso, como en una escalera. Estás en un peldaño y miras al siguiente, no la altura a la que estás del suelo. Un hotel en Canarias puede tener, además, mayor volumen que todos nuestros establecimientos juntos», defiende, sin negar algún revés. «Me dio pena vender, de forma preventiva por el covid, el segundo hostal que abrí en Santiago, en la rúa Cruceiro do Galo. Ese inmueble lo levantó un alcalde a finales del siglo XIX. Ahí celebré la fiesta de mi boda. Las instalaciones eléctricas las hice yo», subraya pensando en su ciudad, donde ya mira dos alojamientos más que sumará a albergues, apartamentos, hostales y hoteles, dos de ellos de tres estrellas. «Me encanta que los que con 16 años fueron al primer albergue vayan ahora a un hotel con su familia», remarca agradecido.

Ya en un plano personal, no niega su versatilidad. «Me gusta enseñar. Doy clases a emprendedores. Con un alumno monté aquí una productora de televisión. Me meto en muchos charcos», sostiene riendo. «Para Alda trabajo 14 horas al día, pero lo hago a gusto», concluye feliz.