Rubén, el treintañero que logró un negocio propio y cientos de amigos reparando calzado en Compostela

Patricia Calveiro Iglesias
Patricia Calveiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

Rubén Villaverde dice dormir mejor como dueño que como empleado, aunque solo tiene buenas palabras para quienes le enseñaron el oficio y le dieron un sueldo. Le gustaría, en un futuro, formar de cero a un aprendiz que coja el relevo. Y reconoce que él disfruta especialmente trabajando con cuero, hasta del olor que desprende, frente a las dificultades del tejido sintético.
Rubén Villaverde dice dormir mejor como dueño que como empleado, aunque solo tiene buenas palabras para quienes le enseñaron el oficio y le dieron un sueldo. Le gustaría, en un futuro, formar de cero a un aprendiz que coja el relevo. Y reconoce que él disfruta especialmente trabajando con cuero, hasta del olor que desprende, frente a las dificultades del tejido sintético. Sandra Alonso

Se ha convertido, tras más de una década en el oficio, en el dueño de la zapatería Zafiro

01 may 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

El 2022 se ha convertido en un año especial para Rubén Villaverde, quien ha pasado de trabajar por cuenta ajena a ser su propio jefe. En enero, este ordense de 33 años pasaba a ser el dueño de la zapatería Zafiro, tras más de una década en un oficio que no solo le ha reportado estabilidad laboral sino también una buena cartera de clientes y amigos. Aunque de niño fantaseaba con la mecánica, empezó a sus18 años a aprender los secretos de la reparación del calzado, cuenta: «Foi cun familiar meu, un primo que emigrou a Suíza e montou un taller cando retornou. Estiven un ano e medio con el en Ordes e logo ofrecéronme emprego en Santiago, coa súa recomendación».

Así es como llegó a la zapatería que hoy lleva el nombre de las galerías donde se emplaza, fundadas en 1985 por Antonio Rial. «Eu xa non coincidín con el. Cando cheguei xa estaba o seu sucesor, Lorenzo, que foi o que me traspasou agora isto», aclara Rubén, quien afirma que el trato con todos los zapateros del Ensanche, tanto con sus antecesores como con el resto, es excelente. «Hai moitísima confraternidade entre nós. Somos como unha piña e se necesitas calquera cousa sempre podes contar con eles», destaca con orgullo sobre la relación dentro del gremio. «A min sempre me gustaron os traballos artesanais, feitos coas mans. Pero o que máis me enche deste oficio é a atención ao público. A verdade é que me teño atopado con moi boas persoas aquí e agradécenche o bo trato cun café, con agasallos polo Nadal e outros detalles especiais», indica.

La automoción, constata, acabó entrando de refilón en su vida y «dende hai uns anos tamén utilizamos máquinas electrónicas para reparar e duplicar desde os mandos a distancia hasta as chaves dos vehículos con chip, ademais de facer copias doutras normais». Señala que en muchos lugares las llaves ya suponen el mayor grueso del negocio, por encima del calzado; sin embargo en Santiago todavía no le han ganado la partida: «Aquí somos onde máis traballo temos de Galicia como zapateiros, porque aínda queda bo zapato. Non nos podemos queixar». Con una montaña de pares esperando a que lime las tapas esa misma tarde, cuenta que por sus manos ha llegado a pasar un modelo de 1.800 euros, entre otros muchos de diario, para ir a la misa de la Catedral, de paseo por la Alameda o zuecos para recorrer los pasillos del hospital. «Teño días de 30 ou 40 pares, e nas épocas boas eran uns 80. Son bastantes menos, pero temos clientes moi fieis, de toda a vida, ademais dos estudantes. Hai unha nova xeración que parece concienciada e repara, non sei se por sustentabilidade ou por economía, porque ao final o barato sae caro», dice Rubén, quien confiesa que por la calle no puede evitar fijarse en los pies de las personas.