Él viajó de Compostela a Polonia con un vehículo lleno de medicamentos

Patricia Calveiro Iglesias
Patricia Calveiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

Antonio partió de San Lázaro el día 15 con su Nissan cargado de medicamentos de cara a la frontera con Ucrania y regresó el 24. Miembro de Protección Civil de Santiago, lleva en el mundo del voluntariado desde el 2010, implicado con Cruz Roja tanto en Noia como en Compostela. El camarero ha estudió para ser técnico de emergencias y hoy comienza sus prácticas, lo que forzó su regreso de Mendyka antes de lo que le hubiera gustado.
Antonio partió de San Lázaro el día 15 con su Nissan cargado de medicamentos de cara a la frontera con Ucrania y regresó el 24. Miembro de Protección Civil de Santiago, lleva en el mundo del voluntariado desde el 2010, implicado con Cruz Roja tanto en Noia como en Compostela. El camarero ha estudió para ser técnico de emergencias y hoy comienza sus prácticas, lo que forzó su regreso de Mendyka antes de lo que le hubiera gustado. XOAN A. SOLER

El estradense Antonio Villaverde habla de su experiencia en la frontera con Ucrania, donde se unió por unos días a los voluntarios de la oenegé Humanity First

27 abr 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Su Nissan Pulsar ha necesitado un cambio de ruedas después del último viaje. Antonio Villaverde Fernández recorrió en él unos 7.000 kilómetros, la distancia que hay entre Compostela y Medyka (Polonia), contando el trayecto de ida y vuelta. No fue una ruta turística sino una misión humanitaria, que emprendió por su cuenta y riesgo para transportar un cargamento solidario hasta las puertas de Ucrania. Cuenta este estradense de 32 años, voluntario en Protección Civil de Santiago desde octubre del 2019 y camarero de profesión, que decidió llevar hasta allí él mismo los productos que habían donado a la agrupación de la que forma parte. Sabía que serían de gran ayuda en este paso fronterizo porque tiene contacto con una pareja que se encuentra en él desde la segunda semana de la invasión rusa.

Llevaba un tiempo hablando con Susana y su marido Michael, al que conoció porque fue una de las personas a las que Protección Civil le alegró el cumpleaños durante el confinamiento, y ahora acaba de soplar las 68 velas en un «gran pasillo» de salida para refugiados. «Eu empecei a seguilos por redes sociais e vin o traballo que facían en Mendyka. Quería ir en persoa, ver como está aquilo e botar unha man. Como non conseguín un furgón nin un vehículo máis grande, fun no meu propio coche e tiven que priorizar os produtos que levaba. A medicación era o que antes caducaba e non quería que se pasase a data de consumo. Seguindo o consello de Susana, fixen un chamamento entre os meus contactos para facerlles chegar a axuda e xurdiu algunha iniciativa privada e pública. O Concello de Val do Dubra encheume o depósito de combustible e deume unha lata extra de gasolina para o traxecto a cambio de levar ata alá os medicamentos que eles tiñan», relata Antonio, quien consiguió llenar su turismo hasta los topes, tanto que tuvo que dormir la primera noche sentado porque no podía reclinar el asiento del conductor. Salió el Viernes Santo y tardó tres días en llegar a su destino.

De lunes a jueves estuvo colaborando con la oenegé alemana Humanity First en Medyka y regresó el domingo, tras vivir una experiencia de la que vuelve con un sentimiento de «satisfacción e pena, por non poder quedarme máis tempo». «Curiosamente, aquí estaba máis informado a nivel xeral dos ataques e do avance da guerra. Alá, ves súa cara máis cruenta, cando che contan a violación dunha filla ou que viron nunha rúa a tres nenos mortos», relata. «A imaxe que me traio é que aquilo está funcionando grazas a persoas individuais e pequenas asociacións, pero neste paso fronteirizo non se vía representación das grandes institucións. Iso si, convivín con empresarios alemáns, cun alcalde de distrito de Hannover [el político y médico Wjahat Waraich], con militares estadounidenses, construtores... con persoas de perfís moi diversos, de distintos niveis económicos e relixións, e sentinme como un igual. Todos traballamos coas mesmas ganas e intensidade. Entre nós había algúns con moito poder adquisitivo e a vida resolta, pero aínda así desprazáronse ata alí e eran os primeiros en pelar patacas ou servir cafés. Outra das cousas que me costou entender ata que estiven alí é que os voluntarios móvense en Mendyka en función da necesidade, independentemente da hora, segundo van chegando as persoas ás que hai que atender ou os camións que tes que descargar», subraya. Para él, la invasión de Ucrania «non é unha simple loita entre soldados. Neste caso trátase dun xenocidio, dende o meu punto de vista, porque atacan á población, a nenos, a hospitais... vulnerando todos os acordos do dereito humanitario internacional».