Las últimas pedaladas de Velocípedo, el decano de las bicis en Compostela

Patricia Calveiro Iglesias
Patricia Calveiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

Fernando (en primer plano) y Víctor liquidan los últimos artículos de la tienda, donde ya queda una sola bici en venta. Muchos quisieron estos días llevar a Velocípedo sus compañeras de rutas para una puesta a punto de despedida y los dos socios agradecen todas las muestras de cariño recibidas tras anunciar el cierre por jubilación.
Fernando (en primer plano) y Víctor liquidan los últimos artículos de la tienda, donde ya queda una sola bici en venta. Muchos quisieron estos días llevar a Velocípedo sus compañeras de rutas para una puesta a punto de despedida y los dos socios agradecen todas las muestras de cariño recibidas tras anunciar el cierre por jubilación. Sandra Alonso

El negocio de San Pedro bajará la verja de forma definitiva este sábado, después de 42 años

17 feb 2022 . Actualizado a las 12:38 h.

Llevan 42 años de trayectoria, y el sábado bajarán la verja definitivamente en Compostela. Velocípedo, el decano de las bicis en la ciudad, da estos días sus últimas pedaladas y lo hace entre numerosas muestras de cariño e inesperados homenajes sorpresa. Fernando Estévez fundó el negocio en el año 80 en un local de la rúa de Betanzos y, un lustro más tarde, se trasladaba al barrio de San Pedro, hasta ahora. Cuenta que en el 2004 se asoció con Víctor Suárez, quien competía en el Club Ciclista Compostelano (del que fue uno de sus fundadores) cuando él era entrenador: «Ha sido un trabajo conjunto bien avenido y bien llevado. Él tenía la eficacia para gestionar lo que a mí no me gusta, el papeleo y los documentos, y así yo podía dedicarme a la parte del taller y reparación, que es lo que se me da bien».

Recuerda Fernando, a dos días de su jubilación, que las bicis entraron en su vida siendo joven: «De chaval corría en carreras regionales, lo típico, sin mayor trascendencia. Estuve un tiempo dando tumbos por el mundo, hasta que abrí la tienda, con 23 años». Explica este pontevedrés que llegó a sus 17 a la capital gallega para estudiar en la universidad. Probó un par de años en Económicas, hasta que se dio cuenta que eso no era lo suyo. Si fuera hoy, se habría matriculado en Historia, dice este aficionado a la lectura que ya piensa en el tiempo que podrá dedicar a partir de ahora a los libros y a disfrutar de la familia, especialmente de su nieto de 4 meses. Aunque cierre Velocípedo, él no tiene pensado aparcar la bici sino que ya piensa en todos los viajes sobre dos ruedas que podrá hacer junto a su mujer «sin limitaciones de tiempo».

Para resumir la historia de Velocípedo, «necesitaríamos tres tomos», dice Fernando, quien hace algo más de 20 años se fue a vivir a Rarís (Teo) en busca de tranquilidad. Él se queda «con estos últimos días y con todas las despedidas que nos están dando». Miembros de la asociación Composcleta se presentaron hace un par de semanas a las puertas de su negocio tocando el timbre de sus bicis para decir adiós a Velocípedo y entregaron al fundador una placa conmemorativa reconociendo su buen trabajo. «Era más de lo que nos merecíamos», afirma él con elegante humildad, la misma con la que recibe estos días cajas de bombones, tarros de miel y todo tipo de muestras y palabras de aprecio, que «son muy de agradecer».

Muchos llevaron sus bicicletas para una última puesta a punto «aunque no lo necesitan, es más por una cuestión sentimental». En sus manos confiaron desde conselleiros hasta corredores de La Vuelta; pero «para mí siempre fue todo el mundo es igual, ya fuera un chavalín que venía con la rueda pinchada o un señor de traje y corbata. El que primero llegaba se atendía antes, independientemente de su edad o del dinero que pudiera llevar en el bolsillo. Además, para un chiquillo tener la bici estropeada le supone perder su gran diversión y los adultos también deben aprender a tener paciencia», sentencia Fernando, un hombre que brilla por su honestidad y amabilidad.

Subraya que, además de estar orientados a la reparación, desde que empezó a coger auge el Camino de Santiago su negocio ha tenido una relación estrecha con los peregrinos. «Trabajamos muchísimo con ellos en el embalaje, para mandar de vuelta a casa sus bicis e incluso les gestionábamos el transporte o taxi pare el aeropuerto. Conocimos a un montón de gente de otros países y, en algún caso, hasta hemos ido a visitarlos», destaca Fernando, quien se retira con la sensación de haber cumplido en su trabajo. «Yo no soy nada plusmarquista. Mi gran ambición era que las bicis que entrasen aquí con algún fallo saliesen funcionando. Por eso me parecieron todos estos homenajes tan inesperados como inmerecidos».

Su mano derecha, Víctor, decidió no seguir al frente del negocio en solitario y confía en que pronto «me aparezca algún trabajo». Comenta santiagués de 49 años que «yo ya venía junto a Fernando con mi pandilla cuando tenía 14 o 15 años porque vivo a 200 metros de aquí. Con 18 empecé a echarle una mano y luego nos asociamos». Al igual que su socio, destaca cómo muchos clientes acabaron siendo amigos y formando su segunda familia. Y, lejos de tener una mala relación con la competencia, desde Velocípedo recomiendan a los clientes que les preguntan dónde pueden reparar ahora sus bicicletas que las lleven a Oliveira, porque «son amigos nuestros y unos grandes profesionales». Ahí demuestran Fernando y Víctor su talla.