Este educador gallego se libró de las dictaduras de los generales Franco, Onganía y Pinochet

joel gómez SANTIAGO / LA VOZ

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Manuel Calvelo habló esta semana en Santiago de su teoría pedagógica y presentó en Curtis la traducción al gallego del libro de su madre, Isabel Ríos
Manuel Calvelo habló esta semana en Santiago de su teoría pedagógica y presentó en Curtis la traducción al gallego del libro de su madre, Isabel Ríos XOAN A. SOLER

Manuel Calvelo expuso su teoría pedagógica, reconocida por la FAO, en el Museo das Peregrinacións de Santiago

14 feb 2022 . Actualizado a las 22:32 h.

«Una autobiografía mía se podría titular Los generales y yo: el general Franco me echó de España; el general Onganía, de Argentina; el general Pinochet, de Chile; y el general Velasco Alvarado me recibió en Perú. Cuando me expulsaron de Argentina trabajaba en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, donde dirigía el departamento de televisión educativa. Cuando los militares dieron el golpe estaba en China, donde presentaba un documento sobre el uso de medios masivos para la educación en ciencias básicas, por eso no sufrí el allanamiento de la facultad ni lo golpes, pero antes de regresar me enteré que me habían expulsado». Así comienza a explicar su trayectoria Manuel Calvelo, quien el jueves habló sobre comunicación para el cambio social en el Museo das Peregrinacións de Santiago. Expuso su teoría pedagógica, premiada por la FAO, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, para la que ejerció en Chile y Perú durante dos décadas.

 Calvelo fue experto de este organismo en pedagogía masiva audiovisual y tiene reconocimiento internacional por sus trabajos en comunicación para el desarrollo y el cambio social. A sus 89 años habla con lúcida pasión de estos temas, o de su colaboración con el entonces joven ingeniero chileno Jorge Navarrete para desarrollar la televisión nacional del país. También de su relación con Paulo Freire, con quién «discutí mucho sobre el uso educativo de la televisión»; o con otras figuras relevantes como el exministro brasileño Darcy Ribeiro; el reconocido sociólogo belga Armand Mattelart; o con Violeta Parra y Víctor Jara, entre otros, con quienes coincidió en Chile.

Aunque fue en Perú donde desarrolló la mayor parte de su teoría pedagógica: «Me interesaba especialmente el uso de la televisión para generar cambios sociales. Para mi es una prioridad la comunicación pedagógica porque el saber, tal como lo entiendo, si integra bien elementos de sabiduría tradicional y de conocimiento científico moderno es el único bien que no se agota, no se deteriora, y crece y mejora con el uso; y con la ventaja de que nadie te lo puede expropiar del cerebro».

Calvelo asume que «la revolución de la imprenta se consiguió porque difundió el conocimiento y las personas leían porque conocían el alfabeto y la gramática. Ahora es posible un avance semejante si se da un adecuado uso social, comunicativo y pedagógico a elementos como el teléfono móvil y la Red; pero no se conoce bien el alfabeto y la gramática del nuevo lenguaje que requieren, se usan sin conocer suficientemente lo que es un enlace, una secuencia y otras cuestiones. Y usar el teléfono móvil y la Red sin una buena alfabetización es un riesgo». Manuel Calvelo se mantiene al día en el campo en el que trabajó y «en trabajos sobre el uso de las tecnologías de la información y la comunicación en la pedagogía me desespero al comprobar cómo no se habla adecuadamente del tratamiento formal que hay que dar a los mensajes audiovisuales para facilitar su comprensión».

En este reciente viaje a Galicia, además de en Santiago estuvo en su Curtis natal. Allí presentó Testemuño da guerra civil, reciente traducción realizada por Xosé Antonio García Ferreiro del libro publicado por Isaac Díaz Pardo hace unos años de esa obra escrita por su madre, Isabel Ríos, que «no es literatura, ni memorias: mi madre quiso dar testimonio y transcribió lo que pensaba; explica toda su vida, su posición política y también de mi padre».

 Tras visitar a sus hijos, regresará a Chile, donde reside con su esposa, Carmen Aros, activista cultural y bailarina profesional. Van con la idea de poder regresar para instalarse aquí, afirma.