Amancio García: «Puse mi nombre a la tienda sin pensar que me confundirían con el de Zara»

Olalla Sánchez Pintos
Olalla Sánchez SANTIAGO

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El santiagués Amancio García muestra uno de sus objetos más fotografiados en su tienda, Amancio Deportes
El santiagués Amancio García muestra uno de sus objetos más fotografiados en su tienda, Amancio Deportes PACO RODRÍGUEZ

El santiagués, fundador de la emblemática tienda Amancio Deportes, en la avenida Rosalía de Castro, da las razones que explican su éxito durante más de 30 años

07 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Se declara «comerciante por vocación y deportista por devoción», una doble afición que cultivó desde pequeño. «Siempre me llamó la atención la parte de atrás de los mostradores. También desde niño, cuando aún vivía con mis cuatro hermanos en la plaza Roja, jugaba al fútbol. Aún me acuerdo que en Ramírez estaba nuestro campo», apunta con una tímida sonrisa Amancio García, el santiagués de 57 años que regenta desde hace más de 30 en la avenida Rosalía de Castro la tienda de artículos deportivos Amancio Deportes. Un «empeño personal» que admite que surgió tras barajar otras posibilidades. «Con 16 años intuía que no encajaba en los estudios. Comenté en casa la posibilidad de montar un pub, pero mis padres me animaron a estudiar una carrera. Empecé Empresariales y Derecho, y no seguí. Tras hacer la mili, desistí de esa idea ante el hándicap de trabajar de noche. Me casé joven, con 24 años», expone antes de evocar una amistad que lo decantaría. «Mi familia es de Negreira y hasta allí fue un verano un chico que tenía una tienda en la localidad vasca de Mondragón, y que luego fundaría la conocida marca Ternua, de moda deportiva. Me invitó a ir allí y me explicó todo. Al volver, busqué un local», rememora.

En 1990 abre una tienda que rápidamente se haría un hueco en Santiago. «El comienzo fue difícil al no poder acceder a las primeras marcas, que tenían otros, pero defendí algunas que aún no eran tan conocidas. Nos acostumbramos a remar a contracorriente. A los proveedores les sorprendió el local de 500 metros cuadrados», admite al rescatar unos inicios en los que también optó por acoger disciplinas menos comerciales, como el patinaje -«fue una sección con la que compensábamos no estar en una buena ubicación; atraía gente»-, unas apuestas con la que se dio a conocer. «En esos años el Compos subió a Primera. Recuerdo cómo los jugadores venían aquí. Con Fabiano o Lekumberri tuve una muy buena relación, incluso cuando no estaban en activo. El francés Franck Passi hablaba sobre todo con Juan», aclara al señalar a uno de sus empleados, de origen galo. «Es forofo de Zidane y por él tenemos expuesta una camiseta suya firmada», desliza risueño al mostrar uno de los tesoros de la tienda. «Teníamos de cliente a un gallego que era el portero de la selección de Andorra. Antes de un partido contra Francia le pedimos que la llevase», explica. «Hay mucha gente que también pide fotografiarse con un balón de baloncesto de Wilson. En 1992, cuando las Olimpiadas de Barcelona, era cliente de un distribuidor que llevaba esa marca. Michael Jordan estuvo en sus oficinas y firmó 30. Uno me tocó a mí», recuerda.

PACO RODRÍGUEZ

«Juan lleva aquí tres décadas, pero la trabajadora con menos años suma 15», remarca con orgullo al hablar de nuevo sobre sus empleados y al poner el foco en su experiencia. «No hago deporte por ese motivo, pero ser practicante da credibilidad al recomendar. Desde hace años salgo a correr y me encuentro con clientes, varios ya amigos. Comparten nuestros valores», resalta al agradecer su cercanía. «Al cumplir 20 años muchos se sumaron a una marcha hasta Negreira que monté y que acabó con churrasco y gaiteiros. Había más de 100 personas. Fue un capricho mío, pero muy bonito», confiesa al repasar una trayectoria también ligada a los patrocinios, algo sobre lo que se resta méritos. «Creo que es una obligación. Para mí el reconocimiento lo tienen quienes están al frente de un club al que dedican su tiempo. Yo, con la tienda y tres hijas, ni me lo planteé», subraya.

Ya divertido, admite los equívocos con el nombre del negocio. «Le puse el mío de forma espontánea sin pesar que me confundirían con otros Amancios, como el exjugador del Real Madrid o el de Zara. Me tienen llamado para preguntar si soy hijo de Amancio Ortega. Una vez recibí una carta de un húngaro con cinco euros. Me pedía si le podía enviar una foto dedicada. Le devolví el dinero y le dije que lo sentía, pero que no era el que quien él pensaba», destaca aún sorprendido. «Al Amancio futbolista, que me llamaba tocayo, lo conocí en una feria y luego vino aquí», añade al enlazar de nuevo con un proyecto que no dejaría de crecer. En el 2012 la familia abre otra tienda en la misma calle, centrada en el ballet, al frente de la que está su mujer. Él sigue en el local, enfocado en deportes al aire libre. «Eso nos ayudó en la pandemia. Se vio el apoyo al pequeño comercio. Yo nunca compro por Internet», defiende al verbalizar su compromiso. «No pierdo la ilusión. Me motiva formarme, superar la dificultad de vender chaquetas a 300 euros gracias a lo que aportas. El covid silenció el 30 aniversario. Confío en celebrar el 40», avanza.