Manolo Prieto prepara el relevo de los helados por las castañas en Porta Faxeira

Por Sonia Portela

SANTIAGO CIUDAD

PACO RODRÍGUEZ

El fruto de otoño llegará en torno al día 20 y mientras aprovecha el veranillo de estos días

10 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Todavía es tiempo de helados. Este veranillo que nos ha regalado octubre mantiene la demanda y, para atenderla a pie de calle, ahí sigue Manolo Prieto, la cara más visible y reconocible de Porta Faxeira. Manolo sigue endulzando con sus helados artesanos los paladares de propios y extraños después de una temporada que para él arrancó prácticamente en julio, cuando la tramitación de las nuevas licencias de venta ambulante lo mantuvo paralizado varias semanas. Empezó tarde, sí, pero con una ola solidaria y de reconocimiento ciudadano que todavía hoy le emociona. No en vano, la suya es una presencia más que esperada por los compostelanos -antes lo fue la de su padre- con los cambios de estación. Porque si los helados son su reclamo en el estío, las castañas se convierten en el alma del negocio en invierno. Y no tardarán en llegar. En torno al día 20, más o menos. Es lo habitual. Antes no conviene. Aunque el verano no se hubiese prolongado tanto, esa es la fecha de referencia. La deciden las propiedades de la castaña. Las de la época de San Miguel suelen salir picadas, dice Manolo, «e así estragas a venda»: «Se empezas con esas a xente pode pensar que ese ano teño castaña mala». Y hay que ir al producto seguro. El de Manolo llega de Verín y Manzaneda y, ya la castaña de temporada más tardía, de Portugal, «de moi boa calidade». Después de un verano mejor de lo que permitía prever el contexto de pandemia, Manolo espera la temporada de otoño con buenas sensaciones. Su amigo José Ángel Docobo, con el que aborda muchas veces las previsiones del tiempo, le ha dicho que quedaron las témporas de arriba, «e iso axuda» para un negocio que quiere tiempo seco y fresco. «A chuvia non axuda cos xeados, pero tampouco coas castañas», concluye. 

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Emotivo reencuentro

Tras nada menos que 44 años sin verse, cinco matrimonios que se conocieron en Ginebra (Suiza) volvieron a reunirse en Santiago y a disfrutar de una emotiva comida llena de recuerdos en el restaurante Casal do Cabido. Unos se conocieron trabajando en el Hotel Intercontinental, aunque también en las tardes y noches del baile español. Cuando Xosé Antón Rouco y su mujer, María Castrillón, regresaron a España, les perdieron la pista, pero jamás les olvidaron. Él acabó siendo policía y el día 31 se jubilará tras toda una vida en la Policía Nacional y luego en la Autonómica. Durante el confinamiento, pasó mucho tiempo solo en su piso de O Milladoiro (Ames), ya que su esposa estuvo en Ferrol «polo que tiven moito tempo e quixen atopalos». Y está claro que dotes de investigador no le faltan, porque sin apenas datos logró encontrarlos a todos. El grupo lo forman tres hermanas de León y sus maridos, Sara y Edelmiro, Rosa y Pepe y Esther y Baldovino. Los tres hombres, gallegos. El otro matrimonio son Fina y Vicente, de la zona de Boente, en Arzúa. No volverán a pasar tanto tiempo sin verse y ya hay prevista otra reunión en León. 

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La ciudad de las tunas

Pocas veces la tuna llegó tan alto con sus interpretaciones. Literalmente, porque ayer sus canciones sonaron desde balcones tan significados como los del Pazo de Raxoi, Casa do Cabido, Museo das Peregrinacións y Fundación Granell. Fue una de las actividades de los III Encontros Troyanos en Compostela, promovidos por la Asociación de Antiguos Tunos que preside Benigno Amor. El encuentro se cerró por la tarde, en el Auditorio Abanca, con un festival que reunió a Troyanos de Compostela, Tuna de Veteranos da Facultade de Medicina da USC, Real Asociación de Antiguos Tunos de la Universidad de Salamanca y Tuna Veterana de la Universidad de Porto.