La peor huella de los peregrinos

Margarita Mosteiro Miguel
Marga Mosteiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

Los rituales sin tradición ensucian la Catedral y el Camino de Santiago

06 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

En la escalinata de la fachada de la Catedral, en el Obradoiro, siguen aumentando los objetos que depositan los peregrinos para celebrar su llegada a la meta. A ellos parece no bastarles con hacerse una foto, lo que sería más normal, sino que desean dejar algo de ellos mismos para que quede constancia de que estuvieron allí. La indeseable costumbre de abandonar objetos en la Catedral va camino de convertirse en ritual, si nadie lo remedia a tiempo.

En la jornada de ayer, a los papeles, cartas, piedras, bastones de los últimos días se sumaron tres chalecos reflectantes, que fueron atados al enrejado del Obradoiro. La rejería, fechada en 1791, que se está convirtiendo en el escaparate improvisado de las huellas no deseadas de los peregrinos acaba de ser restaurada. Una rehabilitación, por cierto, que supuso un elevado coste económico, en la que se emplearon varios meses y que requirió de un trabajo minucioso en el que se siguieron las mismas técnicas que emplearon los maestros herreros que crearon el conjunto.

Retirada con frecuencia

Desde la Catedral lamentan este tipo de actuaciones que, como no podía ser de otra forma, rechazan, y que por ahora solo afectan a la rejería del Obradoiro. Apuntan que con frecuencia retiran los objetos, que vuelven a depositarse cada inmediatamente. No funciona, por tanto, quitar los mal llamados recuerdos para romper con el ritual indeseable. Es probable que quiénes dejan sus objetos en la Catedral lo divulguen por medio de las redes sociales, generando el deseo en otros caminantes de copiar la idea.

Hace años que los peregrinos dejan, a lo largo del Camino, huellas de su paso. Lo más habitual son las piedras sobre los mojones, pero cada vez más se abandonan parte de las ropas y su calzado para dejar constancia del esfuerzo realizado. Es habitual escribir notas para depositarlas a modo de ritual en los altares de las iglesias del Camino o en puntos concretos de este.

Pocos son los que se resisten a dejar sus botas colgadas del cartel de la plaza da Concordia en San Lázaro, pese a que esta práctica no está sustentada en ninguna tradición ni supone lograr ningún beneficio especial. El cartel del mobiliario urbano está totalmente cubierto de todo tipo de desechos, incluidas algunas sudaderas, camisetas, bragas y calzoncillos, botas, tenis, chubasqueros de plásticos, lazos, gomas del pelo, un indeterminado número de bastones y pegatinas. Lo curioso es que, pese a que la suciedad que cuelga de las letras impiden ver con claridad el nombre de Santiago de Compostela, los peregrinos se entretienen fotografiándose ante el cartel para llevarse un recuerdo de su llegada a la ciudad. En este cartel, la moda de dejar algo colgado empezó con un lazo, un bastón y poco más, y así está empezando la absurda moda de dejar algo en la escalinata de la Catedral. O se pone remedio de forma inmediata o la fachada del Obradoiro corre el riesgo de quedar cubierta con las peores huellas de los peregrinos. Por cierto, en el cartel de San Lázaro también hay chicles pegados. Pidámosle al Apóstol que no empiecen a aparecer también en la Catedral.