Sandra Villaverde: «No concibo una juguetería donde no se pueda jugar»

Olalla Sánchez Pintos
Olalla Sánchez SANTIAGO

SANTIAGO CIUDAD

Sandra Villaverde muestra en Escondi-T varios de sus productos más vendidos. El local, de 147 metros cuadrados, incluye tienda y sala para jugar sin límite de edad
Sandra Villaverde muestra en Escondi-T varios de sus productos más vendidos. El local, de 147 metros cuadrados, incluye tienda y sala para jugar sin límite de edad XOAN A. SOLER

Esta santiaguesa se sitúa al frente de Escondi-T, un proyecto único en el que se venden desde piezas artesanales expuestas en el MOMA hasta un exitoso puzle de un mapa comarcal gallego. «Emociona que exclientes que tenía en la librería Abraxas me pidiesen abrir mi propia tienda», subraya

22 sep 2021 . Actualizado a las 00:09 h.

Habla con convicción y pasión sobre su trabajo y ni siquiera la dureza de la pandemia, que la obligó a frenar su proyecto menos de año y medio después de arrancar, la hace titubear. «No me arrepiento. Era mi espinita. Veo esta juguetería necesaria tanto para Santiago como para mí», encadena en este inicio de curso Sandra Villaverde, la compostelana de 41 años impulsora de Escondi-T, un espacio de la calle Rosalía de Castro que, como su propio nombre indica -«hay una T escondida en el establecimiento»-, invita a jugar. «Mi vocación cada día va a más», añade con determinación al evocar cómo fue hace casi 20 años, y en la emblemática librería Abraxas, donde se dio a conocer. «Cuando entré en esa tienda, que servía material educativo a toda Galicia, buscaba un trabajo para poder seguir estudiando, pero cuando descubrí la pedagogía ya supe que eso era lo mío. Allí aprendí a ver la utilidad de los juegos como herramienta de aprendizaje y de habilidades sociales, también en educación especial. Me enganché y me formé. Había un vacío en ese campo. Profesores que creían en ello nos decían: "pues es verdad que funcionan". Los padres agradecían que les diésemos una solución», enfatiza al recordar los vínculos creados y nombres que le marcaron. «Había niños muy fieles, como Gloria, a la que aún visualizo pintando allí. Otra pequeña que no fallaba era Asunta. De regalo de cumpleaños para sus amigas siempre me pedía un hula hoop, que yo debía empaquetar como si fuese una rueda», recuerda con emoción. «Para mí fue un palo que cerrase Abraxas en el 2012. No me lo esperaba», acentúa sin negar el reconocimiento obtenido. «Emociona que desde entonces exclientes me parasen por la calle y algunos me pidiesen abrir mi propia tienda», resalta al mentar un proyecto que empezó a imaginar.

Antes de materializarlo, y tras un intervalo en el que tuvo a su segundo hijo, regresó al sector en otra librería y en una juguetería del Ensanche. «Cada vez veía más injusto que no se conociesen títulos de lógica o de ingenio que enriquecen. También quería ampliar el concepto de juego, que la gente pudiese verlo desde dentro en una sala donde probar y divertirse con las distintas creaciones. No concibo una juguetería donde no se pueda jugar», subraya antes de admitir los factores que le pesaban para abrir en solitario. «Mi familia, desde el cariño, me desanimaba al ver el proyecto diferente, pero hubo un apoyo que me dio seguridad, el de un profesor de ajedrez y buen amigo que siempre lo tuvo claro», apunta agradecida. En el 2018 logra abrir ya Escondi-T, un espacio educativo que nace con tienda y sala. «Me sorprendía que al principio me dijesen que les parecía una juguetería alternativa. ¡Pero si tengo juegos de toda la vida, como las tabas!», precisa al aludir a una oferta, no solo para niños, que también incluye nuevas creaciones, muchas de artesanos gallegos, y algunas, como las de un taller de Zamora, exhibidas en el MOMA y únicamente localizables en la comunidad en el local. «Cuando veo este éxito o el de un puzle de un mapa comarcal gallego realizado con el teorema de los colores y del que vendí más de cien, me reafirmo en mi apuesta. Creo en ellos, y así los vendo con emoción», incide sin olvidar más ejemplos que le dieron eco. «Vi un juego de construcción en el que de una pieza podían salir mil figuras. Estaba en Amazon y no se vendía. Yo creía necesario explicarlo. Al enterarme de que no se iban a producir más, llamé a los creadores, quería todas las unidades. Me dijeron: "¡acabas de abrir la tienda, todo no lo vas a poder coger!"», remarca divertida al citar a un producto que vendió hasta en Alemania. «Venían universitarios y jugaban con él en la sala», aclara al mostrar una zona que arrancó con talleres y actividades, algo que aspira a recuperar. «A un niño que ganó un reto le propuse de premio redecorarme el escaparate. Lo llenó de animales de papiroflexia», destaca con una sonrisa al insistir en una relación con los clientes que, a pesar del bajón de ventas actual, la anima. «El primer año aguantamos bien. Ver a gente mayor que localiza aquí juegos de su infancia y da valor al proyecto, me ilusiona. También reencontrarme con exclientes. Quiero creer que todo se va a recuperar», termina sin desánimo.