Boles demuestra desde Santiago que la artesanía gallega es útil, además de bella

SANTIAGO CIUDAD

CATUXA PRIETO

Las piezas atraen por igual el interés de clientes locales y de turistas con precios competitivos

26 ago 2021 . Actualizado a las 08:03 h.

Quitarle a la artesanía la idea equivocada de que no es útil y que solo tiene la función de crear objetos de decoración fue, desde el primer día, el objetivo de Beatriz López González, alma del comercio Boles, que desde la ruela de Altamira lleva tres años demostrando que la artesanía gallega, «la tradicional, es útil. Una taza para el desayuno, un bol para la ensalada, una vajilla, una tabla de madera creada por los artesanos gallegos es perfecta para la cocina y para la mesa», reivindica. Beatriz dejó hace tres años un trabajo en márketing al que dedicó toda su vida y se lanzó a esta aventura. «Durante el primer año y medio fue muy duro, pero los frutos empiezan a notarse. Estoy muy satisfecha con mi decisión, que no fue fácil, pero que salió bien», comenta. Y tanto que salió bien. En estos tres años, Boles ha conseguido atraer «tanto a los compostelanos y a los gallegos como a los turistas. Cuando empecé tenía claro que quería que los objetos fueran útiles, que se usaran. No son para estar en un estante, llenándose de polvo. En Santiago hay muchas tiendas de recuerdos y yo quería ser diferente. Son artículos para la cocina, para usar cuando se cocina. Y para la mesa. Y también un recuerdo, por qué no». Se trata de piezas únicas, que tienen en común ser elaboradas de forma artesanal y por artesanos tradicionales, «de los de siempre, pero también de gente joven, artesanía de autor. Se están haciendo cosas muy interesantes en Galicia». Beatriz López cree que la «única manera de salvar nuestra artesanía es demostrando que lo tradicional es útil». La elección del bajo de la Ruela para su local tampoco fue casual: «Las piezas que vendó están relacionadas con el mercado. Cuando quieres el mejor producto para una comida tienes que comprarlo en Praza de Abastos, y el local de la ruela de Altamira, cerca del mercado, era el lugar perfecto. Quise crear un comercio acogedor, hogareño. La gente al entrar ve como quedarán los artículos en sus casas». Beatriz comparte una de las muchas anécdotas de estos tres años de actividad: «Una persona me pidió una pieza igual a otra que compró. Es artesanía tradicional. No hay dos iguales. Ese es el plus de las piezas elaboradas por las manos de los artesanos». Y encima «los precios son competitivos. No se pagan las horas de trabajo, pero es la única forma de evitar que desaparezca», defiende.