Ella rescató una tradición muy compostelana, la de los bordoncillos, y ya ha conquistado con ellos solapas ilustres

Patricia Calveiro Iglesias
Patricia Calveiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

María del Carmen Lago muestra los bordoncillos diseñados en el taller que tiene en su propia casa, donde se colaron en la última década sus herramientas de orfebre: mazo, segueta, alicates, limatón... además del cariño que imprime en cada pieza. Miembro de Creativas Galegas, suele realizar series pequeñas y personaliza sus joyas al gusto de cada cliente.
María del Carmen Lago muestra los bordoncillos diseñados en el taller que tiene en su propia casa, donde se colaron en la última década sus herramientas de orfebre: mazo, segueta, alicates, limatón... además del cariño que imprime en cada pieza. Miembro de Creativas Galegas, suele realizar series pequeñas y personaliza sus joyas al gusto de cada cliente. PACO RODRÍGUEZ

María del Carmen Lago decidió recuperar una insignia muy extendida en el siglo XVI

28 jul 2021 . Actualizado a las 08:33 h.

Entre los antiguos oficios que existían en Compostela, estaban los bordoneros, quienes llegaron a fabricar en el siglo XVI miles de reproducciones en miniatura del bordón (la vara de madera característica del peregrino, con un colgador para la calabaza y punta metálica). Conocidas como bordoncillos, fueron en su día una de las insignias jacobeas más populares, como las conchas de vieira de azabache, hueso, bronce... Los peregrinos las prendían en sus sombreros, capotes o esclavinas. Sin embargo, su uso fue desapareciendo hasta ser casi inexistente. Dispuesta a que no caigan en el olvido, una artesana con taller en Virxe da Cerca se propuso rescatar la tradición y, con sus bordoncillos, ya ha conquistado este verano solapas ilustres como las del famoso chef José Andrés; el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijoo; la concejala Mercedes Rosón; o la periodista Patricia Pardo.

María del Carmen Lago está al frente de la marca de joyas de autor Macala y cuenta que en el 2019, pensando en el año santo, decidió recuperar los bordoncillos, actualizando su diseño y portabilidad. «Es un emblema icónico de la peregrinación. Mirando las tiendas del casco histórico, me fijé en que solo estaba la concha y no el bastón, a pesar de ser muy significativo. El primer texto que habla del bordón como el tercer pie del peregrino y símbolo de la santísima trinidad es el Códice Calixtino», apunta esta orfebre de Santiago, quien se encuentra realizando un encargo de cerca de 200 bordoncillos para la Secretaría Xeral de Política Lingüística, acompañado cada uno de un pequeño texto en gallego que explica su origen.

«En una de las ciudades con más tradición platera y azabachera, los primeros fueron de estos dos materiales, pero el diseño admite otros muchos, como perla y oro, por ejemplo», señala María del Carmen, quien cumplirá 59 años en septiembre. Ella se reinventó a sus 50, cuando se zambulló en la joyería, un mundo que ya la apasionaba antes, aunque nunca había recibido formación. «Mi historia supongo que será como la de muchas mujeres de mi época. Estuve trabajando hasta que nació mi hija, en la Óptica Bescansa, y a partir de entonces me dediqué a mi familia. Siempre me gustaron las manualidades y me apunté a un curso en la Escola de Arte e Superior de Deseño Mestre Mateo. La profesora me animó a hacer el ciclo y así empecé en esto», relata.

En Macala (nombre formado por sus iniciales), crea desde hace unos 5 años diseños con aire contemporáneo inspirados en elementos de la naturaleza; y, entre sus primeras y más fieles clientas, está una representante de la alta cocina como Lucía Freitas. La conoció cuando estudiaba en la escuela de diseño y comía en A Tafona, antes de que se uniera a la galaxia de restaurantes con estrella Michelin, y desde entonces la chef lleva siguiendo su trabajo y confiando en él para las ocasiones importantes; hasta haciendo muchas veces de embajadora de su talento en las altas esferas. María del Carmen destaca que su primer gran encargo fue para una persona que cumplía 60 años y su marido le encargó un juego de pendientes, colgane y brazalete que lució para recoger un premio otorgado a la Escuela de Hostelería como parte del cuerpo docente. No oculta su autora la ilusión que le hizo ese momento. Miembro del colectivo Creativas Galegas (con un punto de venta en la Caldeirería) y con su carta de Artesanía de Galicia, acostumbra a trabajar con plata, azabache y perlas, pero «me gusta investigar y experimentar con otros materiales».

Elementos de la naturaleza, como hojas y ramas del bosque o el mar, inspiran gran parte de sus piezas. «Ahora estoy haciendo unos erizos de mar y la cáscara de unos centollitos en broche y colgante, por ejemplo», dice una compostelana criada entre Oviedo y Lugo, cuyo padre era de Muros. Ella golpea la plaza con el mazo con la delicadeza y contundencia justa; y saca su lado más atrevido en brazaletes y puños de camisa que elevan a joya el remate de la manga.