La casa de las 200 palomas

Patricia Calveiro Iglesias
Patricia Calveiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

Daniel Rodríguez se aficionó a la colombofilia por su hermano mayor y lleva casi dos décadas rodeado en Compostela de aves de competición

17 jul 2021 . Actualizado a las 10:53 h.

Tenía unos 13 años cuando se construyó, con la venia de sus padres y abuelos, un palomar en su casa. Hoy en ella hay cerca de 200 ejemplares. Los cuida Daniel Rodríguez Dopazo, un santiagués de 32 años que lleva las últimas dos décadas rodeado de aves de competición. Cuenta se aficionó a la colombofilia por su hermano mayor, Santiago. «Empezó por el chiste de las palomas de raza y las mensajeras. Y, por Internet se encontró con el mundo de la competición. Se propuso probar, y yo me fui metiendo y enganchando. Él ahora está trabajando de auxiliar veterinario en Fuerteventura, aunque sigue implicado desde la distancia. De atenderlas y adiestrarlas me ocupo yo», dice Dani, quien habla con pasión de un deporte minoritario al que le dedica cada minuto libre que le deja su trabajo, en un almacén de comidas de animales.

Explica que, además del cuidado de sus dos palomares (uno es de cría, para la reproducción, y tiene capacidad para unos 60 ejemplares; y el otro es para las aves de vuelo, que rondan las 150), «el entrenamiento tiene que ser diario si de verdad quieres competir con ellas y que respondan. Es como un deportista: hay que mantenerla en forma y vigilar la alimentación». Sus palomas, indica, comen diferentes granos según cada época y las necesidades que tengan. Y hasta disfrutan de sales de baño, apunta: «Sirven para relajar la musculatura después de los vuelos. Tienen su bañera y la utilizan una o dos veces por semana, incluso los días de frío. Son unos animales muy limpios, que no tienen nada que ver con la típica paloma de ciudad. Tienen sus controles veterinarios, sus piensos y tratamientos. Estas lo que quieren es hacer vida en el palomar y acaban volviendo a él por el cariño que le tienen». Se entrenan al natural y sobrevuelan en bandada el ilustre espacio aéreo de Monte Pío, donde reside el presidente de la Xunta, Núñez Feijoo.

«Todos los años hay una o dos pérdidas dolorosas. Suelen ser en pruebas de larga distancia, porque se extravían y no consiguen regresar o bien porque las ataca un ave rapaz. Cuando pasa esto te comes mucho la cabeza... no sabes si sucedió porque no iba bien preparada o por algo ajeno a ti», indica. De vez en cuando, también llega alguna alegría: «Las que se quedan rezagadas o se pierden, por lo general, se saben buscar la vida y vuelven en los días siguientes. Pero este año entró una paloma a la que le perdí la pista en Tordesillas, en mayo del 2019. Supongo que estaría encerrada. A veces entran en gallineros en busca de comida y la gente se las queda porque les gustan».

Dani habla de la ayuda que tuvieron él y Santi en sus comienzos por parte de otros aficionados a la colombofilia, quienes les regalaron sus primeros pichones; y del apoyo que se brindan los deportistas en su club, Alas Compostelanas. Entre sus joyas más preciadas, está Gótica, una hembra que logró su mejor tiempo en larga distancia desde Lloret de Mar (950 kilómetros) y que hizo toda la campaña, casi 5.000 kilómetros al año y siempre en control. También lo consiguió uno de sus machos, Trasno, aunque lo hizo en algo más de tiempo.

Los hermanos santiagueses llevan años compitiendo en el mundo de la colombofilia. Ambos echan en falta más apoyo de las Administraciones a este deporte, que «es sano, lo practicas en casa y le dedicamos nuestro tiempo libre». Los miembros del club Alas Compostelanas desearían que se diera «más visibilidad» al colectivo -teniendo en cuenta que es uno de los más numerosos y antiguos de Galicia- y a la afición que los ha unido.