Esta vecina de Santiago creó un jardín japonés en su casa que despierta el interés de visitantes

Patricia Calveiro Iglesias
Patricia Calveiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

Carla Amorim busca apoyo institucional para abrir uno de uso público en la ciudad

14 jul 2021 . Actualizado a las 09:13 h.

Es portuguesa y se mudó a Galicia hace 15 años, después de conocer al pontevedrés del que se enamoró. Ahora él y Carla Amorim viven, con sus dos hijos, en Santiago. En su casa de Villestro es donde ella llevó a cabo la «osadía de crear un jardín japonés», dice entre risas, el cual abre a los visitantes y enseña gustosamente, explicándoles qué significado tiene cada cosa. ¿Cómo nace la idea? Surgió cuando Carla decidió hacer una remodelación de su jardín delantero, de unos 100 metros cuadrados, en donde había dos robles centenarios que aún conserva y que ofrecen la sombra necesaria para que crezca de forma natural el musgo típico de la jardinería oriental. Su estanque y jardín seco o zen son dos de las zonas que más llaman la atención. Ella se siente especialmente orgullosa de su fuente japonesa porque, aunque «es muy básica, la hice yo misma». La instaló junto a la entrada, de forma simbólica, para limpiar en ella las manos y lavar la boca como gesto de purificación. «Esto no es un salón de té ni hay ceremonias dentro de la casa, pero de alguna forma el hogar es un espacio sagrado al que hay que entrar dejando atrás todo lo malo al cruzar la puerta, olvidándose de los agobios del día y del trabajo», aclara. 

Explica que todo fue fruto de una casualidad y empezó como una afición. «Descubrí, visitando los viveros que hay alrededor que aquí tenemos las especies de plantas que se suelen usar en Japón, empezando por la camelia, considerada ya como la flor de Galicia. Vi que había muchos casos en los que su nombre científico terminaba en japónico y, buscando inspiración, acabé indagando sobre el diseño japonés. Tenemos las condiciones idóneas y la climatología para que la vegetación crezca como allí. Y existe, además, un nexo de unión entre las dos culturas, hermandadas por el Camino de Santiago y el Kumano Kodo, las dos rutas de peregrinación reconocidas por la Unesco... Pensé: "Hay jardines japoneses en muchas partes del mundo, pero aquí tiene aún más sentido"», relata. 

Corría el año 2008, aunque la construcción no fue hasta el 2012. «No es tan sencillo como ir plantando aleatoriamente. Hay que entender que cada zona simboliza una cosa y necesitas una infraestructura para realizar la obra. Las piedras son el esqueleto del jardín y yo utilicé el granito local, como se hace en Japón», indica Carla, quien empleó dos toneladas de piedra y reconoce que dejó atónito a algún vecino al ver llegar los camiones que las transportaban. «No entendían que, en vez de sacar las piedras del jardín como todo el mundo, las metiese», comenta divertida. «El mayor reto es ser consciente de que este tipo de jardinería es centenaria y hay unos fundamentos y principios que hay que respetar, aplicables en cualquier elemento estético que comunica con cualquier persona del mundo. Se trata, básicamente, de construir a escala humana los elementos de un paisaje natural, en la que no hay formas simétricas y el número de plantas debe ser impar, por una cuestión de simbología. No tiene tanto que ver con qué especies o elementos se usan, sino con esa representación. Traer de allí plantas que no se adaptan y acaban muriéndose contradice todos los principios del jardín japonés, que debe adaptarse a las circunstancias y elementos del sitio en el que se va a hacer. De hecho, hay jardines japoneses en Arizona, entre otros muchos lugares del mundo», destaca. «En mi caso, salvo los pinos silvestres que hay junto al estanque y que hemos ido podando como si fuera un bonsay para no romper esa relación de tamaño, el resto de plantas pueden encontrarse en cualquier otro jardín de Galicia».

Sobre el perfil de visitantes que va a ver su jardín en Villestro desde que se abrió al público en el verano anterior a la pandemia, hay desde los peregrinos de camino hacia Finisterre hasta personas que reconocen los elementos del jardín japonés y saben de lo que se les habla, o incluso «otros que vienen dispuestos a que les cuente la historia y a saber un poco más de esto». Abierto de viernes a domingo, dice su dueña que le hace particular ilusión que acudan los hijos del Camino y ha comprobado que «hay muchísima gente con interés y conocimiento sobre este tema». Para ella el fin no es recaudar dinero, sino enseñar el trabajo que realizó con esfuerzo e ilusión en los últimos años para que sirva de inspiración. Cuenta con la ayuda para mantener su jardín de sus dos hijos, desde que eran pequeños, y afirma que no supone más dedicación que el cuidado de un césped.

Una meta entre manos

Aunque «un jardín nunca está terminado», repara, ella se siente orgullosa de cómo quedó el suyo. Su siguiente reto es encontrar apoyo institucional para hacer un jardín japonés de uso público en Santiago, al final del Camino, haciendo un guiño a la otra ruta de peregrinación hermana y teniendo en cuenta que este tipo de espacios han sido utilizados históricamente como un recurso diplomático y lugar de concordia entre partes; sin mencionar que «se han hecho estudios que hablan de su poder sanatorio y que aumentan calidad de vida de las personas, de ahí que se hagan jardines japoneses en residencias, hospitales oncológicos, incluso en tanatorios y en la catedrales como la de Inglaterra», argumenta.

Con la creación de uno público aspira a poner su granito de arena en la universalización de los jardines japoneses y, enfatiza, serviría también para el aprendizaje en aquellos oficios tradicionales que se ven implicados en la construcción, como la cantería (necesaria para los muros y esculturas de granito, las pilas de piedra para las fuentes o farolillos japoneses) o albañilería (construcción de los caminos, portales, para la carpintería de los bancos, etcétera). «El jardín podría ser una fuente de formación a nivel local, tanto para lo que tiene que ver con los oficios, dotando a esos profesionales de las habilidades y conocimientos sobre cómo hacer jardines de inspiración japonesa, como para entender un poco más de esa cultura».