Seis edificios de Vista Alegre, en Santiago, siguen sin ascensor tras 20 años de espera

Margarita Mosteiro Miguel
Marga Mosteiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

Xoán A. Soler

Las comunidades que ya lo instalaron adelantaron hasta 22.000 euros por familia

10 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

La primera vez que se habló en firme de la transformación de Vista Alegre corría el año 2001, pero no fue hasta el 2007 cuando se firmó el convenio que abrió la puerta al cambio radical del barrio. Y aún fueron necesarios unos cuantos años más para que los primeros bloques vieran caer las terrazas, algo indispensable para poder empezar a pensar en la instalación de ascensores exteriores. Ahora, 20 años después, solo seis comunidades de propietarios siguen sin afrontar la instalación de los elevadores y sin acondicionar sus fachadas.

Se trata de tres edificios (números 5, 9 y 11) de la rúa Bispo Diego Peláez; uno de la rúa Rianxo (el número 2); y otros dos de la avenida Castelao (números 46 y 42). En las comunidades de la rúa San Uxía de Ribeira, 10; avenida de Castelao, 44 y en el número 5 de la rúa Noia se están ejecutando obras. En Santa Uxía y Noia están en la recta final, y en la avenida Castelao puede verse ya la caja que acogerá el ascensor.

Por término medio, cada familia tuvo que desembolsar alrededor de 22.000 euros para hacer frente a la mejora de sus propiedades. En este presupuesto se incluye, además de la instalación del ascensor, la modificación de la escalera interior y el arreglo de las fachadas y el tejado. Para hacer frente a la inversión, los propietarios se vieron beneficiados de ayudas económicas, en función de sus ingresos, vinculadas al Área de Rehabilitación Integral (ARI). Sin embargo, primero tuvieron que desembolsar el dinero, ya que la Administración paga las ayudas después de finalizar las obras. Con el fin de facilitar el cambio del barrio, la comisión vecinal encargada de propiciar las obras se empleó a fondo, junto con las autoridades locales, para llegar a acuerdos con las entidades bancarias, que ofrecieron créditos a un tipo de interés bajo.

Además del desembolso inicial, las comunidades de propietarios deben hacer frente al pago de una tasa anual al Concello —unos 200 euros— en concepto de ocupación de la vía pública, ya que el permiso para usar parte de la calle no implicó la cesión total sin costes del terreno en el convenio firmado en el 2007.

Mosteiro

En aquellos edificios que no han afrontado su rehabilitación aún es posible identificar algunos detalles de cómo era el barrio de Vista Alegre antes de que el ARI facilitará su restauración. Una de las imágenes más chocantes son los restos de los portales originales de los inmuebles, que fueron clausurados después del derribo de las terrazas, y que se ven colgados a la altura de un segundo piso. En el caso de la avenida Castelao, los números de los portales siguen siendo visibles en el viejo portal, y no están en las puertas actuales de acceso a los inmuebles. En todos los edificios incluidos en el ARI de Vista Alegre, la instalación de los ascensores exteriores implica la ocupación de un pequeño espacio en la vía pública, concretamente el que corresponde a la caja del elevador y a la zona del descanso para acceder al ascensor.

Si bien la satisfacción por las obras propiciadas por el ARI es plena entre los vecinos, también hay un malestar general por el retraso de las empresas de servicios para retirar los cables de las fachadas. En varios edificios de la rúa Bispo Diego Peláez, el cableado impide a los residentes abrir totalmente las ventanas.

Fernando Bravo y Fina Barbazán, vecinos del edificio en el que instaló el primer ascensor

«Las terrazas habrían venido bien en el confinamiento, pero el ascensor es una maravilla»

El ascensor del número 12 de la rúa San Uxía de Ribeira fue el primero en instalarse en Vista Alegre. Era el año 2009. Fernando Bravo y Fina Barbazán reconocen que «fueron unos meses terribles. El ruido de las obras era tan insoportable, que tuvimos que llevar a mi suegra a una residencia, porque no podría soportarlo», apunta Fernando. Pese a las molestias y al desembolso de 22.000 euros, «no me arrepiento de poner el ascensor, aunque por haber sido los primeros tenemos problemas en la fachada, que se corrigieron en los siguientes», apunta Fernando, que vive en el tercer piso. «Se colocó un corcho que acumula agua en invierno, y la fachada esta ennegrecida», lamenta. Fina, que vive en el primero, espera que el Concello habilite ayudas para la reparación. Pese a los problemas, confiesa que «el ascensor es la mejor inversión que podíamos hacer. Es una maravilla». Desde que tiene elevador, «las escaleras solo las usó para bajar», señala Fernando.

Fina no había echado de menos las terrazas, pero «en el confinamiento habrían venido bien. Recuerdo que las vecinas tomábamos café, y era como estar en casa pero al aire libre. Eso sí, no cambio las terrazas por el ascensor. Es una maravilla, y los pisos valen más ahora», insiste.