Un vial lleno de baches y mal señalizado, única alternativa rápida para los vecinos de Laraño, en Santiago, por las obras del puente

Margarita Mosteiro Miguel
Marga Mosteiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

La vía sale a la rotonda del Hospital, aunque una señal dice que no hay salida

24 ago 2021 . Actualizado a las 21:33 h.

Las obras que comenzaron hace dos meses en el puente viejo de Laraño están afectando mucho a los movimientos diarios de los vecinos de esa parroquia de Santiago. Se trata del puente situado a escasos 500 metros de la rotonda de Vidán, y las obras forman parte del plan de la Diputación. Aunque tienen un plazo de ejecución de seis meses, los vecinos creen que «será imposible que acaben en ese tiempo. Solo trabajan dos o tres personas en el puente», apunta Marcelino, uno de los residentes que se ve obligado a dar un rodeo de tres o cuatro kilómetros para ir a Santiago.

Los vecinos del otro lado del paso elevado no solo tienen que salir antes de sus casas para llegar a tiempo a sus destinos, sino que el itinerario alternativo más corto les obliga a conducir por una carretera llena de baches, embarrada en estos días de lluvia, estrecha y con escasa iluminación. Uno de los muchos conductores que emplean ese vial a diario para ir a trabajar asegura que el rodeo puede suponer «diez o quince minutos más», aunque lo peor es el barro, los baches y el peligro que supone circular por un tramo que los vecinos de la zona comparten con los peregrinos del Camino Portugués. En el acceso al vial desde Laraño, una señal advierte que se trata de una carretera sin salida. Aunque la tiene, tras cruzar el puente embarrado hacia la rotonda del Hospital Clínico por la Amanecida. Y ningún conocedor de la zona hace caso a esa señalización, porque, además, la otra opción les llevaría por una pista estrecha hacia la Rocha, y de ahí directamente a la entrada a Santiago por O Milladoiro, el acceso a la ciudad que tiene la mayor intensidad de tráfico.

Los vecinos se quejan. Consideran que, antes de empezar con las obras del puente de Laraño, podrían haber terminado de adecentar el otro puente para minimizar los problemas de comunicación. «Cortan un puente y el otro lo dejan lleno de baches y barro», protestan. Basta una hora en el lugar para comprobar la intensa circulación que tiene la carretera y cómo los conductores circulan muy lentamente para evitar que los bajos de sus coches golpeen contra la entrada al puente, donde hay un bache profundo y de grandes dimensiones. Antes y después del puente, los conductores se ven abocados a transitar por un vial tan cubierto de barro que no se ve el tipo de aglomerado que hay en la pista.

Obstáculos para peregrinos al final del Camino

Al convertirse en la alternativa lógica para salir de Laraño hacia Santiago, los vecinos más próximos al puente están viendo como se incrementa considerablemente la circulación de coches durante el día. En las primeras horas de la mañana, el tránsito es constante, y puntualmente la necesidad de reducir mucho la marcha provoca alguna pequeña retención. Este puente, ahora en un estado lamentable, fue objeto de obras hace unos años, pero los trabajos quedaron paralizados y sin terminar, aunque en su entorno no hay ningún cartel informativo sobre el proyecto. Algunos vecinos creen que la paralización fue la respuesta a la denuncia de un particular.

Este tramo, ahora convertido en vía de salida casi única, forma parte del acceso del Camino Portugués a Santiago. Cuando los peregrinos llegan al cruce donde está el cartel de calle sin salida se detienen y, tras unos minutos, suelen seguir la marcha al ver que los coches siguen no atienden la señal. A medida que avanzan se encuentran con que el asfalto desaparece bajo sus pies, al quedar totalmente tapado por una espesa capa de tierra embarrada por las lluvias de los últimos días. Al llegar al puente, tienen que saltar el enorme bache convertido en una poza de agua por las lluvias. Y aún tendrán que repetir la operación al salir del puente. Tras superar ese obstáculo todavía tienen que seguir por un camino lleno de lodo, pero ya sin intensidad de tráfico.