Tres generaciones de «bailadores» bajo los cabezudos de Santiago

Patricia Calveiro Iglesias
Patricia Calveiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

Gustavo (centro de la foto) se convirtió en cabezudo con 18 años. Hoy, a sus 37, encarna a la negra. Su pareja de baile, el negro, es Sergio, alumno suyo de 23 años; cuyo hermano Diego, de 21, es a su vez el «correxidor» y se incorporó al grupo un año antes que él (2017). Para todos Martíns es el «alma máter de todo isto» y un ejemplo de resistencia y gracilidad 
como bailarín
Gustavo (centro de la foto) se convirtió en cabezudo con 18 años. Hoy, a sus 37, encarna a la negra. Su pareja de baile, el negro, es Sergio, alumno suyo de 23 años; cuyo hermano Diego, de 21, es a su vez el «correxidor» y se incorporó al grupo un año antes que él (2017). Para todos Martíns es el «alma máter de todo isto» y un ejemplo de resistencia y gracilidad como bailarín XOÁN A. SOLER

La tradición sigue viva con componentes que cumplen 40 años bajo las máscaras y tres veinteañeros de reciente incorporación

12 may 2021 . Actualizado a las 08:36 h.

La del 2020 fue una Ascensión sin cabezudos en Compostela, que este año vuelven a la carga para devolver un pedazo de normalidad. Bajo esas enormes máscaras se ocultan ya tres generaciones de bailadores, entre los que hay destacados miembros de distintas asociaciones de danza tradicional de la zona, dirigidos por un bailarín de formación profesional que formó parte en su día del Ballet Clásico Nacional, Anxo Martíns. Él interpreta al alcalde, el personaje que junto a su pareja (la alcaldesa) encabeza la comparsa, y cumple mañana la friolera de 40 años como cabezudo. Fue una de las personas que contribuyó a recuperar en 1982 una tradición que se había perdido y se remonta a 1879. Hoy sigue al pie del cañón y al mando de la dirección artística de otros siete hombres: Javi, José Luis, Anxo, Gustavo, Ian y los hermanos Diego y Sergio. Estos tres últimos son alumnos de Gustavo (los reclutó en Ultreia y Armadanzas de Laraño), quien a su vez fue alumno en Ultreia de Martíns. Ian, con 20 años, es el más joven y también la última incorporación (en el 2019) al grupo de bailadores de la asociación Rancho de Cabezudos, que en colaboración con el Concello de Santiago mantiene vivo el único grupo de cabezudos de España que baila piezas coreografiadas. El repertorio es una representación de distintas épocas e incluye desde una jota y una muiñeira hasta un vals, un pasodoble antiguo conocido como Os Fuelles, una melodía popular como La cucaracha, el bayón —rumba que dio origen a dos nuevos cabezudos, conocidos oficialmente como los pajes y popularmente como el negro y la negra (son encarnados hoy por Sergio y Gustavo)— y algún tema más reciente como O Quiqui Bar (especie de polca recuperada también por Martíns) o A marcha, con la que se despiden del público y regresan las máscaras al Teatro Principal, hasta la próxima fiesta.

Dice Gustavo que la dificultad de bailar es proporcional a la sonrisa del cabezudo, porque es a través de sus bocas por donde ellos ven. «A miña é das máis fáciles, por exemplo, porque noutras o burato para ver é moito más pequeno, como a do alcalde», apunta el compostelano. Confiesa que, desde que su padre lo llevaba a ver a los cabezudos, siempre quiso ser uno de ellos y ahora disfruta «hasta coa calor, a falta de respiración e de visibilidade». Con el tiempo, dice, aprenden a gestionar esos contratiempos y a no agobiarse, porque «é un pouco claustrofóbico ao principio, pero a min pásanseme todos os males bailando». Lo que no se cura milagrosamente son las magulladuras y roces que aparecen después de cada actuación. Son las heridas de guerra para Gustavo: «Levamos as cabezas axustadas ao peito e ao lombo, atadas con correas por debaixo dos brazos, pero algo sempre se moven, e acabamos con moratóns na cabeza e feridas nos ombros, a pesar de levar espumas de protección. Nótase moito cando baixas de peso dun ano para outro, porque abanéase moito máis, e se engordas queda máis axustado e golpéaste menos». El gaiteiro Pablo Seoane está al mando de los músicos que los acompañan, también de distintas agrupaciones, para los que la resistencia también es clave y pasan las suyas para tocar y seguir el paso de las cuatro parejas de bailarines. Entre ellos, existe un código de símbolos para saber cuál será la siguiente canción, porque sería complicado entenderse tras las máscaras y el rebumbio típico que rodea a una celebración. Aunque esta semana no habrá recorrido por las calles por las circunstancias sanitarias, y la actuación se realizará directamente en A Quintana, el Rancho de Cabezudos tendrá un año más el privilegio de dar el pistoletazo de salida al programa festivo. ¡Prepárense, que vienen los cabezudos!

Raquel Vazquez

Arte escalonado

Las inauguraciones ya no son lo de antes, ni en número ni en forma. Y, si la exposición despierta el interés del público, como sucedió con la que presentó el pintor noiés Alfonso Costa en la galería que Luisa Pita tiene en el casco histórico (rúa Cardeal Payá), la solución es entrar por grupos y escalonadamente para disfrutar del arte. El escultor Ramón Conde, la artista Soledad Penalta, la poeta Eva Veiga (autora del texto de la muestra)... Fueron muchos los que se acercaron a ver Interea (Entretanto es lo que sucede), una selección de 17 obras creadas este año y en las que predomina el blanco y negro. La exposición puede visitarse con cita previa.

Rosalía Cid (con vestido granate) en la entrega de premios
Rosalía Cid (con vestido granate) en la entrega de premios Jin Hoon Kim

Concurso de canto lírico

La compostelana Rosalía Cid sigue cosechando éxitos en su carrera como soprano en Italia. La joven obtuvo el tercer premio ex aequo en el concurso de canto lírico Giulio Neri, al tiempo que recibió el premio especial Bellini a la mejor interpretación de un aria de este compositor. El concejal de Ames Novo Enrique Costas destacó el mérito de la vecina de O Milladoiro en las redes sociales, recordando que compitió contra 161 cantantes líricos más de 22 países.