Vanessa Otero: «Aprender danza en Santiago sigue siendo una actividad de chicas»

Irene martín SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

Raquel Vazquez

La bailarina y directora de la academia Balancé explica que las puntas y la técnica de giro son lo más difícil

10 may 2021 . Actualizado a las 23:26 h.

Desde chiquitita se enganchó al ballet y ha hecho de la danza su modo de vida, circunstancia que no le impidió licenciarse en Derecho. Vanessa Otero (Santiago, 1982), profesora de danza clásica y contemporánea, dirige Balancé desde hace once años. «He alcanzado mi sueño, que era tener mi propia academia. Aún ahora hay días que entro en el local y, al pensar que esto es mío, me parece increíble. Mis niñas mayores son mi amuleto, están conmigo desde pequeñas, y siempre me han animado a seguir, demostrando mucha fe en mí», indica con orgullo la bailarina emprendedora.

Antes de la pandemia tenía 200-250 alumnos, pero ahora prefiere no contarlos. «Estuvimos siete meses sin trabajar y tuve que agarrarme a un préstamo ICO, porque aún no terminé toda la obra del local al que nos habíamos mudado. En los confinamientos hicimos clases virtuales para mantener el contacto con los alumnos y, al mismo tiempo, motivarlos para que siguiesen haciendo deporte; pero no podíamos cobrar, porque nuestra actividad nos obliga a que sea presencial», señala Otero. Ahora ya tienen clases con grupos de 5-7 personas, a pesar de que se permiten algunas más; pero ella prefiere «curarse en salud», manteniendo las medidas higiénicas «a rajatabla», no usando los vestuarios, ventilando las estancias y haciendo descansos de quince minutos entre clase y clase. «Todo esto da muchísimo más trabajo, con una facturación que aún no supera el 40% de un año normal», apostilla, si bien añade que en las últimas semanas están recibiendo llamadas de «mucha» gente para anotarse para septiembre. Y es que Balancé también imparte, con profesores expertos, clases de baile latino y salsa: «Funcionan muy bien. Se apuntan matrimonios o parejas de mediana edad que, en su mayoría, vienen por socializar».

La profesora recomienda el baile a niños y niñas, porque se trabaja la musicalidad, la disciplina, el esfuerzo, el trabajo en equipo y la puesta en escena. «Estas cualidades redundan en que adquieren mayor aplomo y seguridad en sí mismos a la hora de afrontar cualquier tipo de intervención en público, incluso se programan mejor en los estudios, por el esfuerzo que supone esta actividad extraescolar. También trabajamos con niños con alguna cuestión de salud, como pies planos, problemas de espalda o en las rodillas…», subraya, mientras añade que hombros abajo, ombligo adentro y culo metido, con la espalda bien colocada, son los requisitos de la posición erguida de una bailarina. «Lo más difícil son las puntas y la técnica de giro», concluye. De su academia salió María Rodríguez Alvariño, una bailarina que optó por la carrera profesional y se fue al Conservatorio de Danza de Madrid.

A la delicada pregunta de si para hacer ballet se exige un determinado físico, Vanessa reconoce que en el ámbito profesional se piden unas «ciertas» medidas y condiciones. «Pero si quieres bailar en plan aficionado -agrega-, da igual cómo seas. Yo no hago ninguna distinción, ya me tocó sufrirlo de pequeña». Igualmente indica que aprender danza en Santiago sigue siendo una actividad de chicas: «Vas a A Coruña o a Vigo y prácticamente son mitad y mitad. Creo que es una cuestión de mentalidad lo que pasa aquí, no sé. En danzas urbanas aún aguantan, pero en clásico a partir de los ocho años abandonan».

Por otra parte, Balancé organiza, cada dos años, un festival de fin de curso a beneficio de alguna entidad que se ocupe de enfermedades infantiles. «Los niños son mi debilidad, y las galas suponen una forma de llegar a más público. En la que hicimos a favor de Aspamite preparé una coreografía con personas en silla de ruedas. Todos los que participamos ponemos mucha ilusión y dedicación en los ensayos. Y las hacemos cada dos años por la gran inversión que requieren en vestuario y montaje», explica. Tras pasar por el Xelmírez I y La Salle, las últimas galas se celebraron en el Auditorio de Galicia, a cuyo organismo agradece su colaboración. Y ese día se convierte en una fiesta llena de emociones.