Por esta tienda de Compostela pasan cientos de recuerdos guardados en cintas de vídeo que se resisten a desaparecer

Cuando aún era impensable lo de llevar un teléfono en el bolsillo, y mientras que los móviles fueron solo un aparato para llamar y mandar SMS, en toda ocasión especial había una videocámara con la que inmortalizar el momento. Bodas, celebraciones en familia, vacaciones, cumpleaños, conciertos de bandas aficionadas, ese primer viaje fuera de España... Todos esos recuerdos quedaron guardados en la cinta de una videocámara o de un VHS, condenados al olvido junto al pasado analógico. Todavía hay quien guardan en su casa esos tesoros del terreno personal, incapaces de deshacerse de ellos por motivos sentimentales. Para muestra, los cientos de cintas que le llegaron a Yago Costoya tras el confinamiento. Él ofrece en Compostela la posibilidad de digitalizarlas y constata que en el último año «hubo un bum». «En la cuarentena, la gente tuvo tiempo para todo y, haciendo limpieza en casa, encontraron cintas antiguas. A la mayoría ya no le funciona el vídeo y se dieron cuenta de que no podían verlas... por eso ahora hay tanta demanda para digitalizar», explica desde su negocio, Disco Precio. Aunque su medio de vida principal son los vinilos, cuenta que hace 20 años empezó a ofrecer este servicio y «fui el primero en Galicia en hacerlo», destaca. Fue todo fruto de una casualidad. Le estaban instalando un ordenador nuevo en la tienda de Santiago de Chile y llegó un amigo con una cinta de vídeo, preocupado por la caducidad del formato. «Ahí surgió la idea», dice el arzuano. A comienzos de siglo, no era aún un problema comprar un videograbador o un reproductor para llevar a cabo el proceso. Pero ahora sí. «Ya no se fabrican y cada vez es más complicado encontrar uno de segunda mano en buen estado, especialmente el Betamax. Los que tengo se van estropeando, por eso yo siempre ando detrás de ellos. Habrá un día, dentro de muy poco, en el que ya el que no pueda seguir haciendo esto porque no habrá con qué sustituirlos. Además, las cintas se van deteriorando con el paso del tiempo y muchas veces ya no se puede rescatar la imagen. En Galicia, con la humedad que hay, el analógico se ve más afectado», apunta Yago, quien ha visto romperse a llorar a más de uno al escuchar en su establecimiento la voz de un ser querido ya fallecido por última vez, sabiendo que las imágenes eran irrecuperables. La digitalización es en tiempo real y lleva las mismas horas que dure la cinta. Él ha llegado a acumular hasta 400 y a emplearse día y noche para sacar el trabajo adelante. Aclara, eso sí, que realiza el proceso con la pantalla en negro, para respetar la intimidad de los clientes, y reconoce alguna vez le llevaron grabaciones subidas de tono. De hecho, comenta entre risas, hay gente que ya le previene para que no se asuste de lo que podría ver antes de que él les informe de que no reproduce la imagen en su pantalla. Por sus manos han pasado cintas llegadas desde Barcelona, Madrid, Valencia... «El problema es que en muchos sitios se pusieron a digitalizarlas a través del ordenador y con la tarjeta de imagen que tienen por lo general no queda bien, por eso luego las mandan a aquí, donde tenemos los medios y fibra óptica, con la que el recorrido se hace corto y rapidísimo».

Corpus Christi en el hotel

La Asociación do Corpus Christi de Ponteareas inauguraba ayer una exposición en el Hotel Oca Puerta del Camino de Santiago, en la que se muestran las imágenes captadas por tres generaciones de fotógrafos de la cita declarada de interés turístico internacional. Coincidiendo con esta presentación, los alfombristas del municipio realizaron uno de sus famosos diseños efímeros en la recepción del hotel, en el que casualmente se alojaban el actor Sergio Pazos y el exjugador de baloncesto Fernando Romay, invitados esta semana del programa Luar (TVG). El selfie era obligado y que acabase en Instagram inevitable (hashtag: Corpus Christi en el hotel).

«Maios» en Mouromorto

No hubo festa rachada, pero al menos no faltó un maio para celebrar en Teo la llegada de la primavera como manda la tradición. Treinta niños, de entre 1 y 6 años, se encargaron ayer de construirlo con la ayuda de sus familias en el área recreativa de Mouromorto. El artesano teense Oli Xiráldez dirigió la actividad grupal organizada desde el Concello, para la que se agotaron todas las plazas. Los asistentes pudieron, además, participar en un taller de «liberdade absoluta» manipulando materiales naturales y orgánicos.

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