El barrio de Santa Marta, en Santiago, vive con miedo a las jeringuillas

Xurxo Melchor
Xurxo Melchor SANTIAGO

SANTIAGO CIUDAD

Xoán A. Soler

La nueva aparición de una aguja desechada por un toxicómano ha reactivado la alarma de un vecindario que está situado junto a un conocido punto de venta y al mayor picadero de la ciudad

13 abr 2021 . Actualizado a las 12:05 h.

No es la primera vez que ocurre y, por desgracia, no será la última. Hace años que los vecinos del entorno de la avenida de Barcelona, en el barrio compostelano de Santa Marta, viven con angustia la continua aparición en sus calles de jeringuillas que dejan tiradas los toxicómanos. Esta vez fue en la plaza de Pascual Veiga, pero ya ocurrió antes frente al centro sociocultural, en algún portal y en la cancha deportiva que hay en el parque situado frente al Hospital Gil Casares, en el complejo del Clínico, donde el 16 de febrero del 2019 un niño de dos años que jugaba a la pelota con su padre se clavó en la mano una aguja infectada con hepatitis C. Afortunadamente, no se contagió, pero ese es el miedo con el que conviven a diario los vecinos de una zona que está entre las más caras y pudientes de la ciudad. Temen que sus hijos puedan correr la misma suerte y hay que tener en cuenta que en las cercanías hay dos colegios, otras tantas guarderías, varias zonas verdes y más de un parque infantil.

La presidenta de la asociación de vecinos de Santa Marta-Choupana (Vedesma), Xulia Guntín, huye de alarmismos simplistas a la hora de abordar el problema. Reconoce que se ha incrementado la vigilancia policial y se ha preocupado por analizar la situación. Incluso se puso en contacto con la Unidad Municipal de Atención a Drogodependencias (UMAD) de Santiago para preguntar si la aparición de jeringuillas podía guardar relación con el repunte en el consumo de heroína que se registra en todo el mundo desde hace años. Cree que «parte do problema está aínda sen diagnosticar», pero sí tiene claro que «non o daremos resolto se non se elimina o punto de venda».

Los vecinos no quieren ponerle nombre ni ubicación a ese punto de venta de drogas, pero no es un secreto que el trasiego de toxicómanos que van y vienen por la zona irradia del llamado Banco del Pobre, un par de bloques de viviendas situadas en la calle San Ignacio de Loyola, a la que se accede únicamente desde la avenida Mestre Mateo. En la Policía Nacional hace años que tienen este lugar marcado en rojo, aunque hay constancia de que hay otras viviendas en las inmediaciones en las que también se distribuyen heroína y otras sustancias estupefacientes. «Polas razóns que sexan compran e consumen no barrio», señala Guntín.

Lo que hace que en Santa Marta los vecinos hablen del problema de las jeringuillas más que del de la falta de aparcamientos es una cuestión que parece meramente geográfica. Y es que viven junto al punto de venta del Banco del Pobre, pero también al que es el mayor picadero de la ciudad. Está al otro lado de la avenida Mestre Mateo, que delimita el barrio, y en el lado del Campus Vida de la Universidade de Santiago (USC). Allí, en un descampado junto al edificio Emprendia, está el acceso a un paso subterráneo que no se usa y es allí donde acuden los toxicómanos para consumir heroína. El anterior gobierno local, de Compostela Aberta (CA) decidió cerrarlo con un portalón para evitar que entrasen los drogadictos a pincharse, pero ahora lo hacen en la puerta.

Señalizado con papel higiénico

La zona, que los toxicómanos han señalizado haciendo colgar dos banderolas de papel higiénico de las ramas de un árbol da auténtico pavor. Un senderito labrado entre los matorrales por los miles de pies que han recorrido este trecho para ir a drogarse da acceso a un espacio de tierra con el suelo tapizado de jeringuillas usadas, plásticos de botellas de agua aplastadas y los envoltorios abiertos en los que se guardan las inyecciones.

Una inspección a todo el entorno del barrio deja bien claro que en la zona existe un problema de limpieza. Aunque no aparezcan más jeringuillas, hay envoltorios de las inyecciones y otros utensilios que usan los toxicómanos en muchas calles. Sin ir más lejos, en los setos del centro de investigación médica de la USC, el Cimus, que está en la propia avenida de Barcelona. Lo mismo sucede en la zona verde cercana, en la que es posible encontrar hasta papel higiénico con heces humanas tirado en el suelo. Y es que las agujas no es el único desecho indeseable que dejan por la calle los drogadictos.

¿Qué se puede hacer? Al margen de una mayor vigilancia policial, a la que ya se ha comprometido el concejal de Seguridade Cidadá, Gonzalo Muíños ( PSdeG-PSOE), lo que más necesario parece es mejorar la claramente deficiente limpieza del barrio. El edil ya anticipa que cuando se renueve el contrato de este servicio se incluirá la recogida específica de jeringuillas en el pliego de condiciones, ya que ahora los operarios lo hacen pero no están obligados. La presidenta de la asociación de vecinos reclama además un sistema más ágil para la retirada de las agujas «porque agora o que nos din que hai que facer é avisar á Policía Local e son eles os que falan co servizo de limpeza, polo que poden pasar horas ata que se retire a xiringa», explica. En Santa Marta esperan empezar a ver soluciones.

El abogado de los padres del pequeño que se pinchó en el 2019: «¿Cuántas veces tiene que pincharse un niño para que se lo tomen en serio?»

Los temores de los vecinos de Santa Marta no son infundados. Tienen miedo a que alguien, especialmente los niños, pueda pincharse con una aguja y contagiarse de una grave enfermedad. Ese temor se hizo realidad en el caso del niño de dos años que se clavó una aguja infectada con hepatitis C en la cancha deportiva del parque que está frente al Hospital Gil Casares, en el complejo del Clínico. El pequeño estuvo un año entero pendiente de análisis, tuvo que usar un baño aislado en su casa y tomar estrictas precauciones tanto con su hermano como con sus compañeros de clase. Un calvario por el que el abogado que representa a esta familia vitoriana que estaba pasando unos días en Santiago, Ángel Sáez de Asteasu, reclama ahora al Concello una indemnización total de 60.000 euros, de los que 20.000 son para el pequeño y otros tantos para el padre y la madre «porque todos ellos son víctimas de la situación», explica.

El letrado se pregunta «¿cuántas veces tiene que pincharse un niño para que se lo tomen en serio?» y en la reclamación que mantiene con el Concello, que está en la fase de trámite de audiencia, ha presentado alegaciones en las que recuerda que existe «responsabilidad patrimonial objetiva de la administración municipal» porque el accidente se produjo en una instalación lúdico deportiva pública.

Sáez de Asteasu sostiene que aún incluso si el funcionamiento del servicio de limpieza hubiese sido normal, el Concello sigue siendo responsable por lo que le pasó al niño de dos años y recuerda que, después de lo sucedido, «los servicios municipales incrementaron sus niveles de vigilancia y limpieza» en el lugar.

En este caso concreto, aún desconociendo si la jeringuilla infectada con hepatitis C llevaba en el parque unos minutos, horas o días «el hecho objetivo es que el servicio de limpieza no se ha producido, o por lo menos no ha tenido lugar a tiempo de evitar el accidente, que ha ocasionado unos daños que ni el niño ni sus padres tienen el deber jurídico de soportar», señala el abogado. Queda ahora por ver qué responde en este caso el Concello, que cuenta con un seguro para situaciones como estas.

El parque que está detrás del Parlamento y Galeras, entre los otros puntos problemáticos

Del mismo modo que el del consumo de heroína no es un problema único de Santiago, el de la aparición en las calles de jeringuillas usadas por los toxicómanos tampoco lo es del entorno de la avenida de Barcelona y el barrio de Santa Marta. En la ciudad hay otros puntos problemáticos. Uno de ellos está en el parque situado detrás del Parlamento. Allí, debajo de una pista de skate, los toxicómanos consumen, aunque ahora mismo este espacio acaba de limpiarse y solo queda el viejo y sucio colchón que los drogadictos utilizan. En otras zonas, como Galeras, también se han reportado casos de agujas tiradas en el suelo. En ocasiones, en las escaleras del aparcamiento subterráneo.