La desescalada trae alivio al comercio de Santiago

Xurxo Melchor
Xurxo Melchor SANTIAGO

SANTIAGO CIUDAD

El comercio compostelana intenta paliar la sangría en las ventas con rebajas y ofertas muy agresivas
El comercio compostelana intenta paliar la sangría en las ventas con rebajas y ofertas muy agresivas Sandra Alonso

El sector percibe un ligero pero insuficiente aumento de clientes gracias al fin de los cierres perimetrales

17 mar 2021 . Actualizado a las 18:48 h.

Tras diez días de desescalada de la tercera ola de la pandemia del coronavirus, el fin de los cierres perimetrales que afectaban a Santiago y su área metropolitana han supuesto una tímida mejoría para el comercio, que está percibiendo un incremento de sus clientes que genera alivio, aunque el sector advierte que es insuficiente para paliar la gravísima situación en la que se encuentran tras la brutal caída de ventas en el último año y la puntilla que les supuso perder la campaña de Navidad y de las rebajas de invierno.

Los hay más optimistas y no tanto, pero en lo que coinciden todos los comerciantes es en que «el cierre perimetral nos mató», como señala contundente una de las dependientas de la zapatería Bonino, en la calle República del Salvador. «Claro que se nota», afirma sobre el que Santiago haya recuperado la movilidad con toda su área de influencia. «Nosotros tenemos clientes de toda Galicia que no podían venir y ahora sí. Ya se nota en que hay más gente en la calle, en las terrazas e incluso en que hay más tráfico», añade esta trabajadora, que aprovecha para lamentar que por las tardes hay poca frecuencia de autobuses entre la ciudad y O Milladoiro, donde reside, «así que vamos todos los días apelotonados, pero eso no importa», se lamenta.

También hay acuerdo en que el comercio necesita de la hostelería para remontar. «El fin del cierre perimetral se nota, pero poco, porque a partir de las seis de la tarde no hay nadie por la calle, la ciudad se queda vacía. Por lo menos deberían dejar que abriesen en el horario comercial», propone Paula García, encargada de otra zapatería de renombre de República del Salvador, la París, que aguanta con mucho esfuerzo los golpes que asesta el covid-19 tras casi 50 años de exitosa actividad.

En The Cott, una tienda de moda de Montero Ríos, corroboran ese punto negro que para los comerciantes tiene la desescalada en la hora de cierre de la hostelería a las 18 horas. «Estos días han ido algo mejor, pero la hostelería nos marca el paso a todos y mientras haya tanta gente que ha perdido su trabajo o en los ERTE pues habrá pocas ventas. Ahora mismo vivimos en el hoy y mañana ya se verá», explica una de las dependientas del establecimiento.

Esa mayor actividad que ha traído de la mano el fin de los cierres perimetrales que encorsetaban a Santiago —ya ha caído el último, que afectaba a O Salnés, A Coruña y Pontevedra— también se ha notado en la librería Follas Novas, otro clásico compostelano. Y no solo por que ahora pueden recibir clientes de casi toda Galicia, sino porque el buen tiempo que ha predominado también ha tenido su efecto. Además de que han podido atender a muchos clientes de fuera de Compostela que aún no habían podido ir a la tienda a recoger sus encargos, en estos diez últimos días en los que hemos recuperado algo de normalidad han vivido anécdotas hermosas. «Hai xente que emociónase ao entrar, coma unha clienta que é farmacéutica en Ferrol e que puido vir despois de tanto tempo e que se lle saltaban as bágoas», explica una de las dependientas del área de infantil de la librería.

La gran mayoría ahora cumple las normas en las terrazas

Las primeras horas de reapertura de la hostelería fueron un pequeño desmadre, es cierto. Había tanta ansia por arañar al coronavirus algún espacio de normalidad que los hosteleros se olvidaron de anular mesas en las terrazas y los clientes de usar correctamente las mascarillas. Pero diez días después todo ha cambiado y para bien. La gran mayoría cumple las normas. Por civismo, sí, pero también porque el trabajo de control que están haciendo los cuerpos de seguridad, y muy especialmente la Policía Local de Santiago, es digno de mención.

Aquel primer fin de semana hubo cerca de sesenta multas por incumplimiento de las normas relacionadas con la pandemia, mientras que el pasado esa cifra se ha quedado en 31. Dos de ellas a locales, una por incumplimiento de restricciones horarias, otra por no respetar el cierre perimetral —aún estaba vigente con las áreas sanitarias de Pontevedra y A Coruña—, 23 por mal uso de la mascarilla, 22 por reuniones de más de cuatro personas no convivientes, tres por saltarse el toque de queda y uno por fumar a menos de dos metros de otras personas. Además, hubo trece sanciones por fiestas en pisos.

Un breve paseo por las terrazas del Ensanche y la zona vieja evidencia la existencia de auténticos monumentos al civismo. Fumadores que entre calada y calada se ponen la mascarilla y una inmensa mayoría de clientes de todas las edades —también los más jóvenes— que solo se retiran la protección para comer o beber, como marca la norma. Además, los hosteleros cumplen a rajatabla, señalizando las mesas que quedan inutilizadas por la restricción de aforo del 50 % en la terraza y del 30 % en el interior.

Del otro lado, está una minoría compuesta por unos pocos que aprovechan la terraza para quitarse la mascarilla o que la llevan por la barbilla paseando por la calle, preparada solo para evitar la multa que merecen.