La Geppetto de Carreira do Conde

Patricia Calveiro Iglesias
Patricia Calveiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

xoan a. soler

Olga Milla, de La Titeretería, lleva 12 años fabricando marionetas de madera e invita a regresar al juguete clásico y atemporal

05 ene 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Entre las cabañas de madera que forman parte del Mercado de Nadal de Santiago, se encuentra La Titeretería. El negocio de artesanía exhibe más de dos docenas de Pinochos de distintos tamaños y caracterización. Olga Milla Castro es quien ha dado vida a estas marionetas, fabricadas a partir de madera de pino. Es la Geppetto de Carreira do Conde, al menos hasta esta noche, pues hoy se despide el mercado navideño (tanto de Área Central como de la rúa que sirve de enlace entre la Alameda, el casco histórico y el Ensanche). Cuenta que empezó importando marionetas a raíz de un viaje que hizo a Tailandia. «Me di cuenta que era mejor hacerlas aquí, apostar por el producto local y con una mayor calidad», indica. Hará unos 12 años, calcula, que se embarcó en este oficio. Lo desempeña junto a su pareja y socio, el francés Eric Dufour-Loriolle. «Él se dedica más a la talla y yo a la parte de diseño, ropa, montaje, pintura...», explica. Aunque tenían su taller en Noia, están en proceso de mudanza para asentarse en Vigo, de donde procede Olga. Entre sus creaciones no solo hay Pinochos (también está Pepito Grillo, Caperucita Roja, Geppetto, bailarines flamencos, peregrinos y otras figuras), pero el personaje literario salido de un tronco «es, por su historia, con el que más nos identificamos», dice esta viguesa, que pasó de estudiar Arqueología a vivir de la artesanía. Desde La Titeretería invitan a regresar a un juguete clásico y atemporal como las marionetas: «Las hacemos con la idea de que perduren en el tiempo. La PlayStation o las últimas consolas de moda en un par de años ya quedaron superadas porque salieron otros modelos. Sin embargo, aspiramos a que nuestros títeres sean un regalo duradero, casi en un objeto de compañía, que con el paso del tiempo acaben siendo ese juguete que tienes desde la infancia y que conservas a lo largo de toda tu vida, con el que han jugado padres, madres e hijos, creando sus propias historias. Olga habla del potencial que tienen para desarrollar la imaginación y, al hacerlas totalmente articuladas, solo tienen cuatro cuerdas, por lo que su manejo «es muy sencillo», incluso para los más pequeños de la casa.

PACO RODRÍGUEZ

Metre, artista y ahora escritor

El confinamiento sirvió a Fran Muñiz para llevar a cabo unas cuantas ideas que no había tenido tiempo de materializar. El que hasta hace poco era metre en el restaurante Lume, dirigido por la estrella Michelin Lucía Freitas, reconoce que la «hostelería es bastante absorbente y sacrificada» y no siempre es fácil compaginarla con otras facetas, como la ilustración. Fran estudió Bellas Artes y «eso quedó en un segundo plano durante años, aunque de un tiempo a esta parte empecé a volcarme un poquito más». Estando ya en ERTE, y con todos los encargos editoriales a corto y medio plazo paralizados a causa de la pandemia, surgió un nuevo proyecto. «Me gusta dibujar cosas que tengan un sentido, que hagan pensar y tengan un poco de retranca. Por eso me decidí a escribir e ilustrar mi propio libro», cuenta sobre su ópera prima, autoeditada. La jaula, la espina y la llama nació pensando en el público infantil, pero aclara el autor que acabó siendo más «de adolescentes para arriba. Es una especie de fábula que bebe del romanticismo de los cuentos clásicos. Un niño que tiene un miedo inicia un viaje, que lo lleva a conocer a distintas personas y le enseñan cosas sobre el amor. La más importante, el amor a uno mismo», avanza el pobrense de 38 años. La obra vio la luz hace unas semanas y Fran califica de «sorprendente» la buena acogida. «Los primeros 100 ejemplares los vendí súper rápido y las opiniones que fui recibiendo son muy positivas», celebra.

El peregrino de las 17 compostelas

Entre ese grupo de peregrinos que el año pasado conoció un Camino de Santiago casi desértico está José Ramón Bedía, quien tiene el mérito de haber completado todas las rutas jacobeas. Este hombre de Vegadeo (Asturias) hace cada día por la mañana 14 kilómetros «para mantenerme en forma», cuenta a sus 72 años. Suma «17 Caminos y casi 13.000 kilómetros con la mochila a cuestas», señala. El primero, en el 2004, fue desde Saint Jean Pied de Port y «es verdad que engancha. Me gustaba el ambiente, la gente, la camaradería y todo lo que se genera a su alrededor. Ahora ya es un reto personal, a ver hasta dónde aguanto. Pensé en el 2010 que el siguiente Xacobeo lo iba a vivir desde la cocina, pero ahora me veo capaz». Sería su 18.ª compostela.