El virus de las pintadas deja su huella en los edificios y el mobiliario urbano

Margarita Mosteiro Miguel
Marga Mosteiro SANTIAGO

SANTIAGO CIUDAD

Escaparates y puertas de locales cerrados, blancos preferidos del incivismo

11 abr 2021 . Actualizado a las 00:53 h.

Las pintadas no se fueron nunca de Santiago. Si bien las fachadas de piedra de los edificios del casco viejo son espacios respetados ahora por los amigos del espray, la realidad es que el resto de los elementos históricos no se libran de las pintadas, lo que ofrece una imagen sucia y degradada de la zona monumental. Ni siquiera el intento de las autoridades locales por dignificar los grafitis frente a la burda pintada de rotulador parece surtir efecto. Hay calles del casco histórico más afectadas que otras, pero en general ninguna se libra de esa manifestación de incivismo. Locales sin actividad tienen llenos sus escaparates de pintadas y pegatinas, pero otros en funcionamiento también sufren actos vandálicos. Algún comerciante enlució su reja tras una pintada, pero últimamente ya no limpia porque sabe que al día siguiente volverá a tenerla emborronada.

No solo se hacen pintadas en las rúas y plazas menos transitadas, como Travesa o Irmán Gómez, sino también en las más comerciales, como Caldeirería, Preguntoiro, Toural y alrededores de la Praza de Abastos. Si la zona monumental está plagada de pintadas sin gusto, las puertas de los garajes de los inmuebles del Ensanche son lienzos en los que se repite con frecuencia el mismo garabato. Las puertas de madera de numerosas casas del casco histórico están pintarrajeadas de colores diversos y con trazos a modo de firma, que se hacen sin percatarse de que se trata de un bien protegido al estar dentro de una ciudad que es Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.

Puertas, ventanas, señales de tráfico y de carácter informativo, postes de la luz, cajas eléctricas, escaparates, buzones de correos y cabinas telefónicas, papeleras y bajantes de aguas pluviales son otros muchos de los soportes que están llenos de pintadas, y también pegatinas. En muchos casos, estos y otros elementos del mobiliario urbano de la ciudad se convierten en tablones de anuncios de personas que buscan un empleo, ya sea de profesores particulares, limpieza de casas o cuidado de niños, así como para ofertar servicios de restauración de muebles, comida para llevar o realización de mudanzas. Son solo algunos ejemplos de manifestaciones que contribuyen a dar una imagen de suciedad de las calles y a privar a los de compostelanos, y a los visitantes, de una ciudad limpia.