Curru Barreiro: «Nunca pensé en ocultar en la tienda todo lo que pasamos con el covid»

SANTIAGO CIUDAD

Curru Barreiro renueva Cousalinda, la tienda  que trasladó desde Ames a la Rúa do Vilar. «Quiero ayudar a que los santiagueses vuelvan a ver como suya, y no solo del turista, esta calle», asegura. «Regreso a mis orígenes. Mi juventud la pasé aquí, en el cercano bar Suso», apunta con ilusión
Curru Barreiro renueva Cousalinda, la tienda que trasladó desde Ames a la Rúa do Vilar. «Quiero ayudar a que los santiagueses vuelvan a ver como suya, y no solo del turista, esta calle», asegura. «Regreso a mis orígenes. Mi juventud la pasé aquí, en el cercano bar Suso», apunta con ilusión XOAN A. SOLER

La santiaguesa, impulsora de Cousalinda, en la Rúa do Vilar, revive su duro año. «Me da mucha pena que mi madre, tan picheleira, ya no nos haya podido ver aquí», comparte emocionada

29 nov 2020 . Actualizado a las 07:16 h.

A punto de inaugurar diciembre y de comenzar a despedir un año negro para el comercio charlamos en la Rúa do Vilar con una emprendedora a la que no le falta ánimo para navegar a contracorriente y para sonreír a pesar de los golpes del covid. En este 2020 el virus se llevó a su madre, ingresó a su padre y enfermó tanto a la propia Isabel Barreiro (conocida como Curru por «curruliña») como a su hermana, la otra impulsora de Cousalinda, la tienda de moda de mujer y complementos, «y muchas cousas lindas», que abrió con éxito hace casi ocho años en Milladoiro y cuya mudanza a Santiago estaba prevista para marzo. «Iba a ser el día 13, pero al final el gran traslado se convirtió en el gran encierro», apunta resignada esta compostelana de 49 años que opta por no lamentarse. «En mi familia somos unos grandes resilientes. Siempre pude cambiar, encontrar trabajo y salir adelante», reconoce.

Tras estudiar Magisterio, empezó como profesora en el colegio Santa Apolonia. «Era una educación muy ideal, con pocos niños y sin libros», evoca nostálgica sobre un empleo que aparcó para continuar estudios en gerontología, algo que la condujo a trabajar en una residencia de Teo. No evita el debate actual. «Yo empecé animada, pero se me hizo duro. Creo que tiene que haber un cambio de modelo. Intentar que haya más transparencia, mayor libertad de horarios y espacios propios para que los usuarios se sientan como en un hogar. Viví sentimientos encontrados y mucha emoción con familias que tenían sensación de culpa», recuerda sin negar cómo años después fue eso mismo lo que ella sintió al tener que ingresar a su madre, enferma de alzhéimer, en un centro. «Entiendes lo que se pasa. Nosotros esperamos hasta que ella ya no se daba cuenta», revive.

Entremedias, y desmotivada, cambió de ámbito y empezó como administrativa en una firma de estudios topográficos justo antes de que estallase la crisis en la construcción. «Al final voy a ser gafe», comenta con gracia. «En veinte días mi hermana y yo nos quedamos en el paro. Coincidía que en ese 2012 arrancaba el centro comercial Novo Milladoiro y no dudamos. Apostamos por un sector, el de la moda, que siempre nos gustó», explica sobre una cuidada tienda que rápidamente se hizo un nombre en Ames, desde donde este año se decidieron a dar el salto a Santiago. El covid lo alteró todo.

«No sabemos donde nos contagiamos pero en marzo caímos uno tras otro. A mí solo me dio fiebre, pero mi hermana aún no recuperó el olfato ni el gusto. Lo peor fue ver cómo se llevaban a mi padre, de 77 años, en ambulancia. Creo que solo fue consciente de la suerte que tuvo al ver a sus vecinos aplaudir cuando regresó a casa o ante la repercusión de su salida del CHUS. Su caso dio la vuelta a España como el hombre con pluripatologías que venció al virus. Ni necesitó estar intubado. Poco a poco se va creyendo que es inmortal. Tiene una mala salud de hierro», encadena con sumo cariño.

«Emociona ver cómo su médica de cabecera te busca por las redes y te llama a las doce de la noche para informarte», acentúa agradecida ante unos sustos que no terminaron ahí. «A las 16.15 del 6 de abril nos dijeron que a mi madre le faltaba el aire. Una hora después había muerto. No sabíamos que había tenido fiebre», lamenta. «El entierro fue lo más duro. Mi padre no pudo ir al estar en cuarentena», añade. «Me da mucha pena que ella, tan picheleira, no nos haya visto aquí» desliza con voz temblorosa sobre un comercio que reabrieron en mayo, tras dejar atrás un trance sobre el que habla abiertamente. «Nunca pensé en ocultar en la tienda todo lo que pasamos. Hay que normalizar esta situación», defiende.

«Emociona ver cómo una médica te busca por las redes sociales y te llama de madrugada para informarte sobre tu padre»

Ya sobre el establecimiento, que le permite disfrutar del trato con la gente -«soy de socializar, de callejear, muy de bares de la zona vieja»-, incide en que se sintió muy arropada. «Todos mis amigos se volcaron. Aún así, septiembre fue terrible y octubre, demoledor» detalla sobre una temporada en la que trata de «resistir» y ante la que anuncia la próxima venta online. «Este año fue una hecatombe pero, aún así, no tengo sensación de mala suerte por habernos cambiado ahora. En mayo volvimos con ilusión. Para nosotros esto es como volver a empezar», confiesa con tesón.