¿Dónde comen los trabajadores que residen fuera de Santiago?

Margarita Mosteiro Miguel
Marga Mosteiro SANTIAGO

SANTIAGO CIUDAD

Sandra Alonso

Los servicios de hostelería con comida para recoger y envío a domicilio arrancan con dificultades

10 nov 2020 . Actualizado a las 22:30 h.

Muchos son los trabajadores en Santiago que no pueden ir a comer a sus domicilios y recurren a bares y restaurantes en sus jornadas laborales. A esas personas, el cierre impuesto en el sector hostelero para tratar de contener la expansión de la pandemia les genera un serio problema, ya que no disponen de sitios habilitados para comer en sus empresas ni tampoco en la calle.

Entre las opciones más recurrentes están las de tirar de bocadillo o fiambrera para comidas frías que se traen de casa. Pero muchos de los que habitualmente comían caliente en un restaurante están acudiendo ahora a los pedidos para llevar. «Supongo que comerán en la fábrica, en los coches o no sé dónde», comentaba ayer Jesús Peón, del restaurante El Polígono, en el polígono industrial del Tambre. «Los que ponen las medidas olvidan que hay muchos trabajadores de obras en la calle que necesitan un sitio para cambiarse de ropa y comer algo caliente. El que tiene una oficina puede arreglar, pero los comerciales o los obreros, ¿qué hacen?». A su local del Tambre acuden en condiciones normales más de 170 comensales cada día, que con la pandemia bajaron a 70. Ahora preparan menús diarios, que se encargan por medio de una aplicación, y que los trabajadores del polígono recogen en la puerta del restaurante. «¿Dónde comen? No lo sé, pero creo que deberían fijarse servicios mínimos para los polígonos industriales. En la Xunta hay cafetería, los centros comerciales están al 50 %, y los obreros comen en los coches y en la calle».

En el restaurante O Braseiro, de Basquiños, a pocos metros de los servicios centrales de la Xunta en San Caetano, reconocen que «no está siendo fácil» el momento que atraviesa el sector. «Durante el fin de semana vinieron algunos vecinos a buscar la comida, y hoy —por ayer— va lento». Este local reabrió poco antes del confinamiento. «No nos dejan arrancar. No sabemos qué es una jornada normal de trabajo», lamentan. Con la terraza fueron funcionando y ahora, solo con pedidos para llevar, confían en que los trabajadores de la Xunta se animen a recoger la comida.

Lázaro Rodríguez, de la crepería Cre-Cotte, se queja de la «escasa ayuda de las instituciones al sector. El fin de semana funcionó razonablemente bien, pero está siendo complicado». En su restaurante recibieron los pedidos de un grupo de diez personas que trabajan en la Catedral. «Nos pidieron que les mantuviéramos el servicio. Además, les llevamos la comida a dos vecinas que están enfermas. Estamos funcionando también como labor social». El propietario del establecimiento de la Praza da Quintana supone que esos clientes «comerán en la oficina, pero los que no pueden hacerlo imagino que en los portales».

En el barrio de San Lázaro, El Periquillo se mantiene abierto para el servicio a domicilio. Pablo López reconocía ayer que la primera jornada era floja, «no está funcionando». Explicó que la proximidad a los centros de trabajo del Sergas «no se nota, porque mucha gente está teletrabajando, y los equipos son más reducidos».

Precisamente, la falta de tirón de los funcionarios fue determinante para que Javier Míguez, propietario de las Bodeguillas, optara por mantener solo abierta la de San Roque. «En San Lázaro no abrimos, porque no hay movimiento. Los funcionarios no están tirando», explica. Señala Míguez que el pasado fin de semana, el primero desde que se ordenó el cierre de la hostelería, «el servicio de recoger en el local estuvo bastante bien; pero entre semana, regular». ¿Y ahora? «Habrá que esperar un poco. Con una sola cocina llega ahora para atender la demanda de las tres Bodeguillas», asegura.