El atraco que puso fin a la meteórica carrera de uno de los delincuentes más peligrosos de Santiago: Samuel Jiménez

Xurxo Melchor
Xurxo Melchor SANTIAGO DE COMPOSTELA

SANTIAGO CIUDAD

Samuel Jiménez, en el centro, junto a los otros dos acusados, su hermana Estefanía y el que era su novio, Christian Barrul
Samuel Jiménez, en el centro, junto a los otros dos acusados, su hermana Estefanía y el que era su novio, Christian Barrul XOAN A. SOLER

Lleva casi un año en prisión preventiva y le piden 16 años de cárcel en el juicio por los robos en una farmacia de Santa Marta y el estanco de Lavacolla

30 mar 2022 . Actualizado a las 13:44 h.

Samuel Jiménez Bentos está considerado como uno de los delincuentes más activos y peligrosos de Santiago. Sus antecedentes por robos con fuerza y atracos son extensos, pero el caso que le ha llevado a prisión preventiva y a ser juzgado ayer en la sección compostelana de la Audiencia Provincial es el de los atracos a una farmacia del barrio de Santa Marta y al estanco de Lavacolla. Entró a la sala de vistas esposado y diciéndole «no pasa nada» a su hermana Estefanía, también acusada, pero nada más tomar asiento se enteró de que la Fiscalía, a los 14 años de cárcel que ya le pedía, le sumaba otros dos por pertenencia a grupo criminal. Él ni se inmutó. Se mecía en la silla durante la vista, arqueaba las cejas, entrecerraba los ojos y ladeaba la cabeza cuando se cruzaba la mirada con alguien, hablaba con sus compañeros al punto de ser advertido varias veces por los policías que le custodiaban y terminaba sus respuestas a la fiscala con un «señoría» que denotaba mucha experiencia en las lides judiciales.

La razón por la que el ministerio público les acusa ahora también por pertenencia a grupo criminal es que sostiene que Samuel, su hermana Estefanía y el que por entonces era el novio de ella, Christian Barrul Cortiñas —que se enfrentan a una pena total de doce años de prisión—, actuaron de forma concertada y con papeles definidos que se habrían repetido en los dos atracos, que se produjeron el 26 y el 30 de diciembre del 2019. La chica entraba primero para comprobar que el local estaba vacío y para detallar cómo era el interior del establecimiento y los dos jóvenes lo hacían poco después al grito de «esto es un atraco», ocultos bajo pasamontañas y capuchas y esgrimiendo uno de ellos un objeto punzante.

Las empleadas de la farmacia, situada en la calle Emilia Pardo Bazán de Santiago, y la del estanco de Lavacolla, relataron la historia no sin congoja al recordar el mal rato que pasaron. Como llevaban los rostros ocultos, no pudieron identificarles plenamente, aunque al verlos a través de la mirilla del biombo que las protegía de la mirada de los acusados todas coincidieron en que su constitución y aspecto se corresponde con el de los atracadores, a los que siempre describieron como «altos y delgados».

Los acusados lo negaron todo. Ellos dijeron que no solo no entraron nunca en la farmacia y el estanco robados, sino que incluso no sabían dónde estaba la expendeduría pese a que vivían a unos doscientos metros de ella. Samuel aseguró que casi nunca salía de la casa de Lavacolla, en la que vivía con su mujer y sus hijos, y, como también hizo Christian, sembró la duda de que pudieran haber sido otros los atracadores alegando que en la vivienda siempre había mucha gente. Sin embargo, el día en el que les arrestaron solo estaban ellos, Estefanía, dos mujeres adultas, un señor mayor y un bebé. Nadie que pudiera parecérseles.

Las defensas de los tres acusados sostienen que no hay ninguna prueba que pueda corroborar que Samuel y Christian fueron los atracadores, porque iban cubiertos, por lo que no se los ha podido identificar plenamente ni a través de los testigos ni por los vídeos de las cámaras de seguridad de ambos establecimientos. En el caso de Estefanía, ella reconoció haber acudido a ambos establecimientos, pero solo a comprar un suero fisiológico y una cajetilla de tabaco.

El asalto policial a la casa en la que se escondieron

La mayor baza que tiene la Fiscalía para lograr la condena de Samuel y Estefanía Jiménez y Christian Barrul es todo lo que sucedió después del atraco al estanco. La Policía Nacional y la Local acudieron de inmediato, por lo que uno de los coches patrulla se encontró con dos jóvenes que salieron del monte y que, al ver a los agentes, huyeron a la carrera. Les siguieron hasta la casa de Lavacolla en la que vivían y aseguraron la entrada y la parte posterior del inmueble.

El policía que realizó la primera intervención relató que vio a los dos jóvenes tratando de saltar por una ventana trasera para huir, pero que desistieron al verle. Fue entonces cuando llegó un impresionante despliegue en el que había hasta miembros de los grupos especiales, los GOES y los UPR. Cuando entraron, detuvieron a Samuel y a Christian. El primero portaba un cuchillo de cocina, aunque él lo negó jurándolo «por sus hijos».

En el registro de la vivienda apareció la caja registradora del estanco y tres cartones de la marca Camel como los que se habían llevado los atracadores. Además, la ropa que llevaban los dos jóvenes que se escondieron en la casa era la misma que la que llevaban los atracadores en el vídeo que los policías ya manejaban durante la intervención. De este modo, quedarían, en opinión de la acusación, plenamente identificados los acusados como los atracadores. Sus atuendos también coinciden con los robos en lavanderías previos a estos otros, en los que los ladrones usaron un método idéntico para actuar.