Los hosteleros de Santiago: «Abrimos solo por atender a la clientela»

Xurxo Melchor
Xurxo Melchor SANTIAGO DE COMPOSTELA

SANTIAGO CIUDAD

Óscar de Toro, propietario de la cafetería Venecia, en la calle del Hórreo, no tiene terraza pero abre para seguir atendiendo a sus clientes más fieles, que van a buscar el café para llevar
Óscar de Toro, propietario de la cafetería Venecia, en la calle del Hórreo, no tiene terraza pero abre para seguir atendiendo a sus clientes más fieles, que van a buscar el café para llevar XOAN A. SOLER

Los empresarios del sector se resisten a cerrar pese a que lo que ingresan no les da ni para cubrir los gastos fijos

30 oct 2020 . Actualizado a las 21:57 h.

Por rebeldía y como reivindicación para denunciar la desesperada situación en la que se encuentran. Para atender a los clientes de todos los días y de toda la vida. Por amor a la profesión y por ayudar a los trabajadores. Por capear el temporal y cubrir, más mal que bien, los gastos fijos del negocio. Esas son las principales razones por las que hay hosteleros que siguen abriendo sus negocios en Santiago pese a las cada vez mayores restricciones que les han impuesto por la pandemia del coronavirus. Seguro que habrá alguna más, pero la que no motiva a ninguno de ellos es el legítimo ánimo de ganar dinero, porque hace meses que sus locales son un gran agujero negro por el que se han ido buena parte de sus ahorros. «Por lucro económico no es, es un servicio y también que a uno le gusta su profesión y le da mucha tristeza tener el negocio cerrado. Más que nada es dar un servicio a la clientela, que quieren el café para llevar o algunos que quieren seguir disfrutando de nuestro café de una forma diferente», explica Óscar de Toro, propietario del Venecia, todo un clásico compostelano situado en la calle del Hórreo.

En la puerta del Venecia, los clientes hacen cola y la gran mayoría es para llevarse un café y hasta un cruasán o un churrito, porque la fila de la oficina de Loterías y Apuestas del Estado que hay en el local va más rápida. «Nos gusta como hace él el café y este es para nosotras el mejor momento del día», señalan dos mujeres que recogen su pedido y se lo van a tomar en la tienda en la que trabajan. De Toro agradece las palabras y los ánimos, que son como un pequeño flotador en medio de tsunami que vive su sector. «Los clientes apuestan por uno, apuestan por la calidad y también premian. En estos tiempos la clientela está premiando a quien realmente está y sigue haciendo su trabajo, en precario, pero sigue haciendo su trabajo», señala.

En esa lista de negocios que pese a todo siguen al pie del cañón están, sobre todo, los que tienen terraza y pueden echar mano del único espacio en el que ahora las autoridades sanitarias les permiten servir. Es el caso del Alabama, también en el Hórreo, con un amplio local interior que no pueden usar y tienen que aguantar con las seis mesas de la terraza como única fuente de ingresos.

Otros resisten pese a carecer de terraza, como el Maycar o El Estudio, situados uno enfrente del otro en la calle Doutor Teixeiro. El primero ha colocado tres mesitas altas para servir fuera y el segundo solo una. Ambos, además, tienen servicio para llevar. «Pero para atender al cliente de toda la vida, porque lo que ingresas no llega ni para cubrir costes», aseguran los camareros del Maycar, muy críticos con las medidas que les han impuesto. «Ni valen para nada ni tienen sentido, porque estábamos atendiendo con toda la seguridad del mundo, higienizando cada mesa en cada servicio. El problema real son las reuniones en casas, en las que no hay ni control ni seguridad», añaden.

Otro clásico, como el Casino, en la Rúa do Vilar, también tiene que confiar su futuro a las cinco mesas de la terraza. Tres camareros, tan impolutos como siempre, siguen trabajando pese a que el grandioso local interior, uno de los más bellos de Galicia, está completamente vacío. Su propietario, Antonio Riveiro, es de los que sigue abriendo «como reivindicación» y para que los pocos turistas que hay «non vexan todo pechado, porque a imaxe da cidade tamén se ve moi prexudicada». Él es de los que, además, cree que los locales de ocio cumplen una función de socialización que no debe olvidarse y que también hay que reivindicar.

En esa lista de bares y cafeterías que aún siguen levantando la persiana están, en el Ensanche, el Dalia y el Glass, que sobreviven como pueden con tres y cuatro mesas en la terraza cada uno. Y en la zona vieja, el Suso, con otras cuatro, que son más de las que tenía habitualmente. Ellos, como también el Airas Nunes y otros, han optado por aprovechar al máximo el único espacio en el que ahora pueden trabajar, aunque sea poco. Porque en Santiago, salvo en Porta Faxeira, la Praza Roxa o Rodrigo de Padrón los locales o no tienen terraza o las que tienen son pequeñas. Y eso por no hablar de que el clima, con tanta lluvia, tampoco acompaña.

XOAN A. SOLER

Una sonrisa pese al drama que viven

Pese a la dramática situación por la que atraviesan los hosteleros, los que siguen abiertos no han borrado la sonrisa de sus bocas y el cariño y agradecimiento a sus clientes. Tienen pocas mesas, pero los fieles siguen ocupándolas porque se sienten seguros y porque quieren apoyarles. Una razón que les lleva a seguir pese a que las cajas sea ínfimas.

XOAN A. SOLER

Rejas con grafitis nunca vistos

Son muchos los locales de hostelería que han echado el cierre. Rejas como las de la cafetería Arosa, en Sar, llenas de grafitis nunca vistos de día que son como una alegoría del desastre que vive el sector. Entre los clásicos cerrados están en Recantos, el Agarimo, el Riquela, el Par 6, la cafetería del hotel Araguaney o el bar Enxa.