Federico Gómez: «Llevo 20 años pintando en las calles y nunca quise vender un cuadro»

Olalla Sánchez Pintos
Olalla Sánchez SANTIAGO DE COMPOSTELA

SANTIAGO CIUDAD

Al santiagués es posible verlo, a distintas horas, junto a un bloc. «Soy más dibujante que acuarelista» aclara sobre una afición que le ha llevado a retratar los grandes rincones de la ciudad. Su nuevo reto será dibujar Compostela desde arriba, desde los tejados de la Catedral.
Al santiagués es posible verlo, a distintas horas, junto a un bloc. «Soy más dibujante que acuarelista» aclara sobre una afición que le ha llevado a retratar los grandes rincones de la ciudad. Su nuevo reto será dibujar Compostela desde arriba, desde los tejados de la Catedral. XOAN A. SOLER

Muchos santiagueses lo conocen, y le guardan infinito cariño, por haberles entrenado durante casi cuatro décadas en el Squash

18 oct 2020 . Actualizado a las 15:37 h.

Le gusta pasar desapercibido. Sin embargo, su trabajo de casi cuatro décadas como entrenador en el Squash Santiago, su trato afable y sus vistosas aficiones han logrado que Federico Gómez deje huella. Hablamos con este polifacético compostelano de 65 años en el casco histórico, donde, casi diariamente, se le puede ver pintando alguno de los rincones de mayor encanto de la ciudad. «Lo hago por pura satisfacción», aclara sonriente mientras resta méritos a una trayectoria de talento innato.

Tras iniciarse como aprendiz en una fundición, se orientó profesionalmente hacia una de sus muchas vocaciones, el deporte, que había comenzado a practicar en el campus, «casi como un romántico». «En los años 70 éramos muy pocos los que entrenábamos en la Residencia, que en ese momento aún tenía pistas de ceniza», rememora. «Aún me acuerdo cuándo te ibas a duchar y no había agua caliente», apunta riendo sobre unas dificultades que valora. «Así aprecias lo que tienes en el gimnasio», explica al enlazar con un trabajo, el del Squash, al que llegó poco después de su apertura, en 1982, y donde continúa, tanto en la sede de Santiago como en la de O Milladoiro. «En nuestro centro se montó una de las primeras máquinas multiestaciones de España, en la que convergían varios aparatos. En esos años solo las había en las sedes de INEF», subraya con orgullo. «Parte de esa máquina la tengo en casa para entrenar. Cuando se dejó de usar la desmonté y la coloqué en una habitación», comenta con energía sobre un hábito que él considera una obligación. «Hace falta hacer deporte. Para mí es un gusto haber podido encauzar a mucha gente a practicarlo», subraya al referirse a su cometido. Él es uno de los entrenadores que se encarga de recibir y evaluar a los usuarios, además de trabajar su musculatura, un primer contacto con el que se ha ganado el cariño de muchos. «Allí me siento querido» desliza con humildad. «He visto crecer a estudiantes, que luego se quedaron y que ahora traen a sus hijos. Muchos aún te paran por la calle», admite complacido tras una larga vida deportiva de la que sigue siendo ejemplo. Con título de monitor en varias disciplinas, como de halterofilia, que también practicó, fue hace años cuando comenzó a trasladarse por Compostela en bicicleta. En su tiempo libre encadena, además, rutas jacobeas, de donde emergió su afición pictórica. «En los descansos de cada etapa aprovechaba para pintar. Una vez al llegar a la meta un amigo me retó a que le diese color. Me fui aficionando poco a poco al dibujo, formándome», enfatiza sobre un entretenimiento ya diario. «Necesito salir de casa, pintar al aire libre, con luz natural», reconoce a pesar de que con ello llame la atención. «Te gusta que la gente aprecie tu trabajo, que pregunten si es posible comprarlo, pero no lo hago con ese fin. De hecho, llevo 20 años pintando en las calles y nunca quise vender un cuadro. Sí que siento mucha alegría al regalarlos», remarca mientras aclara que fue solo en el Airas Nunes, café del que es asiduo y en el que le insistieron para que expusiera, donde la gente pudo adquirir algunos de sus más de 200 dibujos. Entre todos, destaca con cariño una serie de acuarelas de vistas de Santiago o las que hizo sobre el pórtico de la Gloria, a partir de unas fotografías que le envió la Fundación Barrié, y que decoró con la nueva policromía.

«He visto crecer a estudiantes, que luego se quedaron y que ahora traen a sus hijos. Muchos aún te paran por la calle»

Sin descanso, revela otra distracción que sí le obliga a encerrarse en el piso de Corredoira das Fraguas -«rúa que aquí se conocía como los Estados Unidos, por la cantidad de callejuelas que hay»- donde vive solo. «A la pintura o a la fotografía (con la que colaboró para un medio) llegué de imprevisto pero mi verdadero hobby es la radioafición, la telegrafía, el código morse. En una habitación tengo todas las emisoras montadas. Me paso horas contactando países o con gente. Una vez localicé a un hombre en el Amazonas que era de Santiago», comenta con entusiasmo sobre un sistema de comunicación de que tiene licencias y del que defiende que atrapa a mucha gente. «El rey Juan Carlos era un gran aficionado pero no di contactado con él», alude con una sonrisa sin esconder cómo en esas ondas se identifica con «ea1gt».

«Soy cabezón y si algo me pica la curiosidad no paro hasta aprender», se explica. «Hay que hacer cosas, ¿no? Yo no me aburro nunca», confirma divertido y tenaz.