La negociación presupuestaria del Concello de Santiago debiera quedar cerrada esta semana y aun así parece muy difícil que las cuentas puedan ser aprobadas inicialmente en la fecha tope, 27 de febrero, que señaló el propio alcalde a modo de aviso a navegantes: de lo contrario, dijo, las vincularía a una cuestión de confianza... y allá ustedes. La advertencia no llevaba una dirección postal concreta, pero estaba claro que su primer destinatario era Compostela Aberta, el objetivo preferente de Bugallo para ganar un aliado que, al menos con su abstención, le permitiera sacarlas adelante. Y en eso están desde el mes pasado, aparentemente sin grandes agobios pese a que se echa el tiempo encima, tal vez con el convencimiento de que están condenados a entenderse porque, al fin y al cabo, las prioridades de ambos grupos no son diametralmente opuestas. A Martiño Noriega no le interesa ponerles obstáculos insalvables a los socialistas, ya sea mirando a la escena autonómica ya sea en clave doméstica, donde puede encontrar en este previsible acuerdo protagonismo y un refrendo de políticas que se le quedaron por el camino en su mandato. Bugallo tendrá que volver a poner en práctica sus demostradas habilidades en el juego de cintura, para mantener los equilibrios puertas adentro del Concello, con portazo al PP sin que distorsione la buena sintonía con Feijoo en una etapa clave -siempre lo es, pero con el Xacobeo 21 a la vista aún más- de cooperación interadministrativa. Es cierto, el contexto político electoral no ayuda, pero la ciudad no puede quedarse parada por falta de presupuestos porque hay muchas necesidades que no se pueden atender con unas cuentas prorrogadas.