Erik Nascimento, «Modelo»: «Conozco pocas ciudades donde se haga más deporte que en Santiago»

Juan María Capeáns Garrido
juan capeáns SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

PACO RODRÍGUEZ

Se casó un 11 de diciembre del 2003 en Brasil y a los cuatro días se vino a Galicia solo

25 nov 2019 . Actualizado a las 09:16 h.

Nombre. Erik Nascimento, «Modelo» (Sâo Paulo, 1980).

Profesión. Instructor de actividades físicas en Sar.

Rincón elegido. El parque de Carlomagno (Fontiñas). Allí imparte sus clases de capoeira y acude cada mañana a las siete a correr.

Erik Nascimento es un perfecto desconocido en Santiago. A Modelo, que es como se apoda, ya lo identifican unos cientos de personas en la ciudad. Si hablas del instructor del Multiusos de Sar experto en capoeira, entonces ya se cuentan por miles. Y si te refieres al portero del pub Chocolate y de la discoteca Facultad, otros tantos, aunque la noche los confunda.

Llegó a Santiago a principios del milenio y se va a quedar para siempre, pero la que tiene mérito de verdad en esta historia es su mujer, Gemma Luiza. Modelo se casó un 11 de diciembre del 2003 en Brasil, y cuatro días más tarde él cruzaba el charco por primera vez en su vida para participar en un espectáculo de capoeira, el arte marcial afrobrasileño que combina danza, música y acrobacias. Pudo aterrizar en cualquier lugar de Europa, pero llegó a una ciudad que le «sonaba» por los libros de Paulo Coelho.

Al acabar su actuación en el Multiusos de Sar, el entonces gerente Santi Cuadrado, entusiasmado, le ofreció un contrato estable para introducir esta disciplina en las actividades del complejo. Modelo aceptó, pese a que su decisión iba a suponer que su luna de miel la pasaría solo en una ciudad en la que no paró de llover aquel invierno, como en este otoño. Su mujer se quedó en Brasil seis meses hasta que pudo venir. «Pasé mucho tiempo llamando desde la cabina de teléfonos a medianoche, siempre lloviendo. Entonces vivía en Meixonfrío», dice riéndose como buen compostelano de adopción que conoce las temperaturas de esa zona.

En Brasil trabajaba en el área administrativa de una constructora, pero tenía claro que quería cambiar la agitada vida y la diversidad de una metrópoli de veinte millones de habitantes por una ciudad que era muy distinta de lo que él pensaba. Hubo más sorpresas, porque por momentos pensó que aquí había una catedral y poco más, pero un loco de la actividad física como él se encontró una respuesta inesperada. «Por la capoeira he viajado bastante por Europa y por España, y conozco pocas ciudades más deportistas que Santiago, y va a más. Cuando llegué a mi primera clase de capoeira me encontré allí a sesenta personas. Y la siguiente, otras tantas, fue impresionante», relata.

Modelo empezó «en serio» con la capoeira a los 13 años, «pero con seis años mi padre ya me enseñaba». Pronto entró en la dinámica de entrenar, viajar y competir, pero nunca dejó de estudiar -le faltó un año para acabar Matemáticas en la universidad paulista-, y muy pronto compatibilizó su vida deportiva y académica con el trabajo. Le gusta pensar que el mote de Modelo viene de ahí, de su manera de dar ejemplo, pero con una sonrisa cuenta que se lo pusieron en el gimnasio porque un día llegó maquillado después de una sesión de «figurín» en televisión. «Prefiero la primera versión», admite.

Desde que se instaló en Santiago solo ha vuelto a Brasil cuatro veces, aunque sus padres vienen todos los años «porque ellos pueden pasar aquí tres meses, y yo allí solo uno». Profesionalmente fue creciendo con el Multiusos. Se formó en diferentes disciplinas, sacó el título de socorrista, es monitor de sala de pesas y ahora también hace piscina en Santa Isabel.

«Santiago me abrió las puertas para todo. Cuando ya estaba estabilizado me hicieron muchas ofertas laborales, pero nunca quise cambiar. Mis padres creen que esto es un paraíso, siempre me dijeron que no me moviese». Tuvo la tentación de volver, pero se le pasó pronto. Hay buenos motivos, y la seguridad es uno de ellos. «Este verano estuve en Sâo Paulo y fue la primera vez que sentí miedo». Pero hay más: Nicolas, que va a cumplir un año, y Sofía, que ya tiene 13. «Me salió capoerista».

«Cuando trabajo como portero por la noche intento estar tranquilo, pensar y ser educado»

Modelo se pasa buena parte de la jornada poniendo firme a los compostelanos, pero él da ejemplo. En los últimos meses ha bajado el ritmo, pero hasta hace poco entrenaba seis horas al día, y todas las mañanas, a las siete, sale a correr por los parques de Fontiñas, incluso si llueve. Cada momento tiene su intensidad: no es lo mismo hacer natación con señoras que ser instructor de body kombat con gente muy fuerte. Pero lo que le gusta es trabajar con los niños. Tiene a cincuenta en sus clases -cien entre todas las edades- y su objetivo es seguir creciendo y «quitándole la vergüenza a la gente que cree que para hacer capoeira hay que tener flexibilidad y condiciones especiales. Lo que se necesita es disposición y continuidad».

Los jóvenes y la noche

Si algo echa de menos es que los jóvenes de Santiago hagan un poco más de deporte. Hay un hueco vital desde que dejan los colegios hasta que superan los treinta años en los que hay un apagón deportivo. Entiende que a esas edades hay otras motivaciones. Una de ellas es salir a divertirse. Como un ingreso extra, Modelo lleva desde el 2005 trabajando en locales de hostelería como portero. Los viernes está en el Chocolate, un local con noctámbulos más maduros, pero los jueves y los sábados está en Facultad (antiguo Liberty) tratando de garantizar que todo esté en orden. Nunca ha tenido problemas, a pesar de los tumultos y las borracheras. El tamaño de sus brazos es, sin duda, disuasorio, pero lo que más agradecen sus jefes y los clientes es su amabilidad y la capacidad para transmitir tranquilidad. «Siempre hay revoltosos, pero es cuestión de pensar y ser siempre educado», resuelve.