Cristina Ansede: «Me pasé toda la infancia en un radio de cien metros en el casco histórico»

Elisa Álvarez González
Elisa Álvarez SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

PACO RODRÍGUEZ

Compostela, afirma Cristina, «tiene calidad de vida y calidad de arquitectura»

04 nov 2019 . Actualizado a las 09:16 h.

Cristina Ansede (Santiago, 1977) es compostelana. De la misma almendra. Nació en la rúa San Clemente. Y en esa zona vivió sus años de niñez, «me pasé toda la infancia allí, hasta los 14 ó 15 años nos movíamos en un radio de cien metros». La verdad es que lo tenía todo a mano. Estudió en el Pío XII, al comienzo del campus. Y después siguió en el IES Rosalía, prácticamente al lado de casa. Cuando eran niños, recuerda, todos jugaban en la calle: en la propia explanada de San Clemente, en el campo de la leña -ahora polideportivo del instituto-. «Éramos una pandilla enorme de niños de la zona, por supuesto sin teléfonos móviles y perdidos de la mano de dios», dice riendo.

Por la familia de Cristina corre la vena artística pero no la arquitectura. Y sin embargo tuvo claro su futuro desde pequeña, «quizá ya desde los once o doce años, me gustaban las disciplinas artísticas y al mismo tiempo se me daban bien los números, así que la gente que me conocía me recomendaba esta opción». Tras unos minutos de conversación apunta otro de los motivos que la llevaron a estos estudios, la rehabilitación del parque de Bonaval y la puesta en marcha del CGAC, «se estaba construyendo cuando estudiaba tercero de BUP, recuerdo ir a la obra y que después se organizaron exposiciones muy interesantes, siempre he sido fanática de ese parque y el museo me parece uno de los mejores edificios de esa época».

Por unos u otros motivos, Cristina se fue A Coruña a estudiar Arquitectura. Se perdió los años de las riadas de universitarios por las calles de Compostela, «reconozco que me daban envidia los que estudiaban en Santiago, pero al menos venía de vez en cuando». Si su infancia estuvo ligada a la zona vieja, la adolescencia lo estuvo al Ensanche, a la plaza Roxa y a la cuesta de la Camelia, «allí estábamos todos, patinando y perdiendo el tiempo, que es lo que se hace a esas edades». Y es que su familia se había mudado a Fontiñas, al igual que miles de compostelanos en aquel momento, «pero daba igual donde vivieses, todo el mundo concurría en el Ensanche».

En la carrera hizo un parón. Necesitaba constatar otra realidad. La laboral. Se fue a Berlín un año. Nada menos que al estudio de Renzo Piano, que estaba rehabilitando Postdamer Platz. Era el curso 2000-01, «una época muy interesante, había un montón de edificaciones abandonadas en Berlín que habían sido propiedad de judíos desaparecidos y estaban en manos del ayuntamiento», cuenta. Tras esa experiencia volvió a Galicia, acabó la carrera y comenzó a trabajar en Vigo, en el estudio de Alfonso Penela. Allí estaba también quien ahora es su socio, Alberto Quintáns. Su estudio, Ansede Quintáns, quedó segundo en el concurso para reformar la sede de la Xunta en San Caetano.

Durante un tiempo contaron con una tercera socia, Emma Ríos, una crac del cómic que triunfa en Estados Unidos como dibujante, guionista y autora. Con 30 años volvió a Santiago y se establecieron en un estudio en Loureiros. Ahora tienen en Vigo su despacho principal, y uno más pequeño en Compostela. Más del 50 % de su trabajo es de rehabilitación, pero la crisis les obligó a reinventarse, «y gracias a ello nos metimos en otros sectores, obra privada y obra nueva, y ahora ya no queremos renunciar a ellas».

Cristina sigue admirando el casco viejo de la capital gallega. «En mi opinión se ha rehabilitado bien. Creo que hay calidad tanto de vida como de arquitectura, gracias al impulso de una serie de personas que trabajaron en la administración de Santiago a finales de los 80 y principios de los 90». Entre ellos, por supuesto, Xerardo Estévez, principal impulsor, «con él Santiago hizo un buen tránsito de pueblo a ciudad, aunque apenas haya crecido en número de habitantes».

«El crecimiento tan exponencial de turistas en los últimos años es difícil de gestionar»

Cristina Ansede escapa de la crítica fácil. Sí, rúas como el Franco o el Vilar se ven colapsadas por turistas, peregrinos y establecimientos de suvenires. Pero como recuerda esta arquitecta compostelana, «el camino de Santiago es popular y la ciudad es lo que es por la Catedral, no podemos olvidar que es el germen». La masificación y el crecimiento tan exponencial de turistas, admite, «son difíciles de gestionar». El punto de inflexión del peregrinaje fue en el Xacobeo 93, «hasta entonces en el casco histórico nos conocíamos casi todos, había peregrinos pero la zona vieja era un barrio y las tiendas eran de pequeños comerciantes en las que comprábamos todos».

Aunque Bonaval es uno de sus rincones favoritos, para la foto elige el jardín de San Fructuoso, detrás de Raxoi. No solo nació a pocos metros, sino que es un espacio público rehabilitado por su estudio. Actualmente su estado de conservación deja mucho que desear, pero Cristina recuerda el proyecto con mucho cariño, «se hizo en el marco de una actuación de Javier Fernández, arquitecto del Concello. Nos puso de acuerdo a varios estudios y cada uno rehabilitó un espacio diferente, pero todos fuimos de la mano». ¿Y por qué un pequeño laberinto en esta explanada? «Queríamos que la transición al espacio de Huertas, el único salvaje de la ciudad, se hiciese de forma similar a como se hace en las grandes casas de Galicia, en los pazos, con naturaleza doméstica, setos, y pequeñas estancias en los que reunirse», explica.

Sobre la crisis que tanto afectó a los arquitectos, Cristina es optimista, «notamos más movimiento en los últimos dos años, aunque hay mucha precaución».