«A Poppins de Sar» ya tiene su propio mural en Santiago

María von Touceda SANTIAGO

SANTIAGO CIUDAD

SANDRA ALONSO

Soledad es la última superabuela retratada por Yoseba MP

30 ago 2019 . Actualizado a las 14:35 h.

Todas las superabuelas de Yoseba MP tienen superpoderes, la mía no iba a ser menos. El artista conoció a Soledad a través de mis escritos. Hay miles de anécdotas sobre mi abuela que la convierten en heroína. Fue ella la que me enseñó el feminismo de fouciño, cuando me contó cómo, de joven, un hombre quiso abusar de ella durante la siega y se defendió con la hoz, en una suerte de acción directa que tengo muy presente.

Cuando se casó cargó con las ventanas para su casa desde Ordes a Cabaleiros sobre su cabeza. Epopeya que ríete tú de la de Gilgamesh. Ya luego se mudaron a Compostela con sus cuatro hijas que, por cierto, parió en casa con la ayuda de su marido.

Cuando se quedó viuda, ya mayor, se sacó el carnet de conducir y eso que casi no había estudiado porque, en su época, las mujeres tenían que trabajar y era a los hombres a los que se les daba preferencia en los estudios. Eso no impidió que Soledad aprendiese a leer y tuviese una soltura con las matemáticas muy superior al resto de la familia. Durante las prácticas de conducir nos dejó a todas boquiabiertas con los acelerones y derrapes que nos plantó delante para dejarnos patente que ella también sabía correr. Recuerdo que tras la muerte de mi abuelo no volvió a ponerse una falda y a partir de ahí siempre llevó pantalón.

PACO RODRÍGUEZ

Era una mujer muy fuerte, en los pogos cristianos de San Blas siempre conseguía el bollito de pan bendecido para que cada una de nosotras comiésemos un trocito y no enfermásemos de la garganta. Era una mujer espiritual pero no beata.

Trabajó la tierra durante toda su vida y por eso nos llevaba el pulso a toda la familia. Tenía la tensión alta y comía todo cocido y sin sal. Nunca había probado ni el alcohol ni el tabaco y del café decía que le llegaba con el olor. Se cuidaba mucho, caminaba bastante y también practicaba natación.

Cuando había tormenta siempre llegaba a casa seca, de hacer la compra, porque manejaba el paraguas como si fuese una continuación de su brazo. En una ciudad en la que llueve tanto como Santiago esto es un verdadero valor.

Yoseba vino por casa a hacerle unas fotos después de que ella estuviese una semana diciendo que no. Al final, por la ilusión de su nieta, accedió. Y como buena gallega no dejó que se marchara con las manos vacías regalándome un puñado de castañas de los castaños que ella misma plantó.

Otro día fuimos a visitar el taller del artista y fue allí donde se sorprendió de que ¡en las pinturas de Yoseba se reconocía a las protagonistas! Siempre fue muy coqueta pero no le gustaba el protagonismo, aunque en la presentación de mi primer libro tuvo una gran ovación.

La recuerdo en miles de anécdotas y sensaciones como en el calor de los gajos de naranja pelada que me daba de pequeña. Aquella fruta caliente era amor. Toda ella lo era. Yoseba la ha plasmado surcando el cielo y es un acierto por parte del pintor.

Hemos llorando su muerte y, en cierto modo, esta pintura es como celebrar su resurrección. Mi familia la lleva siempre en la memoria y ahora tenemos este mural en Romero Donallo como verdadero y único centro de peregrinación en este Santiago de Compostela donde Soledad forjó su propia leyenda y luego falleció, dejándonos huérfanos de sus superpoderes, su sabiduría y su ilusión.