La ciudad se movió todo el día al ritmo del festival TradFest

Javier G. Sobral / lara lema / I.C. SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

Xoán A. Soler

Fueron más de doce horas de música y baile en A Quintana y otros cinco espacios de Santiago, con más de 300 artistas

28 jul 2019 . Actualizado a las 20:21 h.

Poco tiempo le duró el silencio matinal a la capital. Hasta las 11.00, hora en la que la agrupación Os Fondaos do Pífaro dio comienzo al Compostela Trad Fest, que llenó varias zonas de la ciudad de modo simultáneo durante todo el día. Este primer grupo, que toca «treboadas do Baixo Miño, e despois xa veremos», empezó su pasacalles desde Mazarelos, al ritmo de doce percusionistas y al son de la gaita gallega. Tardaron cinco minutos exactos en abandonar la soledad frente a la Facultade de Filosofía para, a la altura de la rúa das Orfas, verse rodeados por decenas de vecinos y turistas que, entre risas y bailes, aplaudían y disfrutaban.

Mazarelos fue también el escenario en el que Cheny Wa Gune dio muestras de lo bien que sabe recoger la tradición de su Mozambique natal para regalárnosla en forma de canciones. Este conocido de la escena musical compostelana, en especial por sus colaboraciones con Narf, toca un instrumento típico de su país llamado timbila. Esta especie de enorme xilófono le sirve para meterse de lleno en cualquier música contemporánea que tenga delante, sin olvidar la gran tradición que la timbila y su aprendizaje conllevan. Los asistentes a su concierto vibraron con su ritmo y sus habilidades vocales e instrumentales.

Con la plaza de Praterías a rebosar dio comienzo una de las últimas actuaciones de la mañana. Fue la de Do Fondo do Peto, que demostró el lado más divertido, osado e itinerante de los pasacalles. No faltó un solo comercio en todo su recorrido que no temiese, o desease, la entrada de estos cuatro músicos. Bailes, risas y algún que otro avergonzado fueron el resultado del paseo.

Por la mañana, los más pequeños pudieron disfrutar de Zampadanças, un espectáculo de danzas del mundo donde los niños son los protagonistas bailando y cantando al ritmo de la música. En el Parque de Bonaval, Mercedes Prieto y Sergio Cobos condujeron este taller con un gran éxito entre los pequeños, e incluso consiguieron animar a algunos adultos a participar. Mercedes insistió en la interculturalidad del proyecto como una herramienta para «tolerar, integrar e recoñecer un mundo global» y que ayuda a niños que vienen de otros lugares a integrarse con más facilidad. Silvia Calvelo, monitora de un campamento infantil que llevó niños a esta actividad, se mostraba contenta con la iniciativa: «Lo pasan genial».

Al mediodía, en la Praza 8 de Marzo, el dúo formado por Antía Ameixeiras al violín y Sabela Caamaño al acordeón cromático amenizaron la sesión vermú con un concierto de alto nivel en el que interpretaron folk de Galicia y de distintos países de Europa, explicándole al público cada pieza. Fue un éxito rotundo, con la gente pidiendo más música al acabar. Además, en su doble sesión, también por la tarde, estuvieron acompañadas por el grupo de danza Monteira, que iban bailando acorde con el tipo de música que tocaban. Antía y Sabela explicaron que su inspiración para este proyecto folk, que empezaron hace menos de un año, viene de lo mucho que les gustan los bailes.

Los bailarines de la Gentalha do Pichel pusieron a danzar a la Praza de Mazarelos y, paralelamente, el grupo Obal -Jaime Rebollo, Iván Costa y Diego Langarika- centró la atención en la 8 de Marzo con la música de su bouzouki, zanfona y nyckelharpa, que también puso a la concurrencia a bailar. Obal se formó en O Morrazo inspirándose en la fusión del folk y la danza, explican, siguiendo una corriente en auge en toda Europa: el bal-folk.

Pero aún quedaba más. Quedaban los cantos de taberna de Muiñeiros do Sarela, que salió del entorno de la Praza de Abastos. Y quedaba la Praza Roxa. Próximo al atardecer, el público disfrutó de Handle with Swing, un trío de músicos compostelanos por cuyas venas corre sangre de la más pura tradición jazzera y bluesera, traducida en un swing que hizo que progresivamente más y más personas se sumasen a bailar y disfrutar de la noche, antes de continuar la fiesta en A Quintana.

Dos hermanos y una misión 

p. c.

Se acercaba la hora de comer cuando el bailarín compostelano Óscar Cobos, que acaba de regresar de Argentina, hacía acto de presencia. Acompañado por un coreógrafo, bailarín, instrumentista y director musical como su hermano, Sergio Cobos, la sincronía entre ambos era de esperar. Sergio, al acordeón, puso la melodía y Óscar sorprendió con una intervención entre lo tradicional y lo contemporáneo. Con movimientos elegantes consiguió que muchos viandantes se detuvieran ante su actuación, que tuvo lugar durante la mañana a las puertas de algunos de los espacios comerciales más emblemáticos de la ciudad, desde la librería Couceiro a la tienda de tejidos Katy, pasando frente al establecimiento de artesanía De Cotío o la sastrería Pepecillo, para acabar en el Mercado de Abastos.

Se guardaban los hermanos un as en la manga y, aunque no estaba anunciado, acabaron bailando al son de las gaitas de Do Fondo do Peto. Por la tarde, se repitió la acción ante la Sombrerería Iglesias, la joyería Amboa, Casa das Crechas y Acivro Xoias. Acabaron a ritmo de tango, Óscar formando pareja con Antía Barcia. ¿Por qué esos establecimientos y no otros? Porque son historia viva, han sabido adaptar la tradición a los tiempos que corren y conectan así con el espíritu con el que ha nacido el Compostela TradFest.

Compostela TradFest, un viaje de ida y vuelta

El festival despidió su primera edición en A Quintana, donde música y baile se reencontraron en un fin de fiesta de cinco horas que incluyó un auténtico serán y tres conciertos de altura

P. Calveiro

La Berenguela había marcado ya las ocho de la tarde y en A Quintana todavía quedaban cinco horas de fiesta por delante de la mano del TradFest, un festival que desde por la mañana llevó a la ciudad a un viaje de ida y vuelta. De reencuentro con el pasado y de puesta en valor desde la actualidad. Eso fue lo ocurrió, precisamente, en el palco grande de las Festas do Apóstolo durante este fin de fiesta, que incluyó un auténtico serán y tres conciertos de altura.

Un grupo de jóvenes compostelanos, Os da Porfía, se ocupó de animar las últimas horas de la tarde con el espectáculo HerDanzas, para el que contaron con el apoyo de más de sesenta mujeres de distintos lugares de Galicia, con el apoyo de algún cantareiro entre ellas. Las pandereteiras de A Ermida (Pazos de Borbén), fueron las encargadas de abrir fuego. «Foron pioneiras en recuperar os seráns, alá polo ano 1989, e podemos dicir que grazas a elas a nosa música e bailes permanecen vivos», destacaba el presentador del serán. Tras el quinteto pontevedrés, vendrían otros grupos de Arcos, Gargamala, Toutón... Un soplo de autenticidad y espontaneidad, en armonía con la segunda parte del concierto, a cargo de los compostelanos, que tanto se visten el traje regional como se ponen unas americanas floreadas para sacar el mejor de sus repertorios, como sucedió ayer.

Si el objetivo era poner a bailar a la plaza, pueden darlo por superado. En filas, en corrillos, agarrados... A Quintana de Mortos revivió. Adultos y niños levantaron los brazos en medio arco y se dejaron llevar hasta que cayó la noche en el nuevo festival impulsado por La Voz de Galicia con la colaboración del Concello de Santiago, el Xacobeo 2021 y Galicia Calidade.

Tras Os da Porfía, vino el preestreno del concierto inaugural del Festival de Lorient. El centenar y medio de músicos y artistas que participaron en él lograron la ovación del público.

El último capítulo evocó otro viaje de ida vuelta, el que hizo para dar a conocer la música balcánica la legendaria banda Fanfare Ciocarlia. Pura explosión. Entregados, como siempre. Vibrantes. No dieron respiro y transportaron en su éxtasis musical a Compostela hasta otras latitudes. A su pequeña aldea, Zeca Prajini, en el noreste de Rumanía. Sería el último viaje de la jornada, pero quedan aún muchos por hacer.