«Los libros de Cabaleiro fueron texto para la formación de psiquiatras»

Marta Vázquez Fernández
MARTA VÁZQUEZ OURENSE / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

Agostiño Iglesias

El profesional adquirió fama internacional y puso en marcha el sanatorio de Toén

30 jun 2019 . Actualizado a las 10:43 h.

La psiquiatría del siglo XX no podría entenderse sin la figura de Manuel Cabaleiro Goás. Su muerte, acaecida el 1 de febrero de 1977, con solo 57 años, supuso una enorme pérdida. En la capital de As Burgas una multitud salió a la calle para despedirlo un día después de su fallecimiento. «Una multitudinaria manifestación de pesar constituyó el sepelio del doctor Cabaleiro Goás», recogía la noticia publicada en La Voz de Galicia, que destacaba que «varios miles de personas» habían formado parte del cortejo fúnebre, encabezado por la familia y las principales autoridades de la ciudad, que había acompañado los restos mortales del «ilustre psiquiatra» desde su domicilio hasta la iglesia de Santo Domingo.

No era para menos. Cabaleiro Goás había sido el impulsor de la psiquiatría en Ourense, urbe a la que llegó en 1942, tras estudiar Medicina en la Universidad de Santiago y especializarse. En la ciudad de As Burgas puso en marcha un sanatorio privado, impulsando más tarde el nacimiento del psiquiátrico de Toén, un centro que se convirtió en referente nacional e internacional. Lo sabe bien Manuel Cabaleiro Fabeiro, su hijo y guardián de su indiscutible legado. «Se dedicó a la clínica y a la investigación, y también a escribir, con unos quince libros publicados; su tema recurrente y el que más fama ha tenido a nivel internacional fue la esquizofrenia, lo que antes se entendía por locura; en ese campo es donde él profundizó más y alcanzó fama a nivel nacional e internacional», relata el hijo, que no solo se llama igual que su padre, sino que también ejerce la misma profesión. «Yo nací en el sanatorio el día del Perpetuo Socorro; estaba predestinado», asegura.

«Los libros de mi padre fueron texto para la formación de psiquiatras en toda Hispanoamérica, y hubo un momento en que a Toén venían a formarse los profesionales que querían especializarse en psiquiatría», recuerda el profesional, que asegura que la institución, abierta en 1959, fue la gran obra de su progenitor. «Pertenecía al patronato nacional de asistencia psiquiátrica, que a su vez dependía del Ministerio de Gobernación», explica. Su padre se convirtió en el primer director de Toén al tiempo que Vallejo Nájera hijo accedía a la dirección del psiquiátrico de Leganés, los dos sanatorios de referencia de la época. «Toén tuvo la suerte de ser reconocido por la Organización Mundial de la Salud como un centro piloto en cuanto a la planificación asistencial y en cuanto al número de camas. Antes los manicomios, por ejemplo Conxo, tenía 1.200, pero este no podía tener más de 400, 200 para hombres y 200 mujeres. Se cumplían una serie de normas y la OMS, después de hacer las inspecciones oportunas, le concedió el título de centro piloto», recuerda Cabaleiro hijo. El sanatorio, desde el que se puso en marcha un programa de sectorización que contemplaba que la provincia se dividiera en zonas y los psiquiatras visitaran a los pacientes en las cabeceras de comarca los días de feria, consultando en los ayuntamientos, marcó otro hitos. «Fue el primer sanatorio psiquiátrico de España que incorporó a los psicólogos como facultativos, nunca antes habían estado en un psiquiátrico, de tal forma que uno de ellos llegó a ser director de Toén, Manolo Siota, ya fallecido. Fue algo pionero que luego copiaron otros centros», cuenta Cabaleiro Goás.

El coste personal

Pero tanto esfuerzo y dedicación pasaron factura al afamado psiquiatra. «Mi padre dormía cuatro horas al día, no más, y se quemó mucho, quizás por eso murió joven. Me acuerdo que Santiago Lamas y yo a veces le pasábamos la consulta del ambulatorio, porque él estaba agotado. Eran 70 diarias, en dos horas. Él consultaba en Toén por la mañana, luego en el ambulatorio, luego en su sanatorio, además de estudiar de noche y escribir. Fue feliz haciendo eso, aunque su familia no pudiéramos disfrutar mucho de él; murió haciendo lo que le gustaba hacer», asegura, recordando además la activa participación en la vida ourensana que tuvo su padre, uno de los fundadores de la academia médico quirúrgica de Ourense y presidente de Ateneo. Además, era un forofo del fútbol y se implicó siempre con el equipo de su ciudad, otra cosa que también ha heredado el hijo.

Tras la muerte de Goás el psiquiátrico ourensano siguió funcionando muchos años, aunque poco a poco fue perdiendo su prestigio internacional, hasta el cierre, en 2002. Fue algo acorde con los tiempos. «En la etapa de mi padre no había fármacos, no existía ningún medicamento neuroléptico, así que había que internar a los pacientes con esquizofrenia para darles la medicación apropiada y que les resolviera el problema. Hoy en día hay fármacos que duran meses, por lo que los enfermos mentales viven con sus familias, y eso en mi opinión siempre es mejor», defiende el profesional, que aboga por un incremento de los servicios extrahospitalarios. Defiende que, con las recreaciones virtuales, los estudios sobre la bioquímica del cerebro, del que se conoce un 20 %, van a dar un salto brutal en los próximos años, pero también advierte que hay algo que no ha perdido vigencia en esta especialidad desde la época de su padre: «El enfermo quiere que lo escuchen y el psiquiatra tiene que valer para eso o, si no, dedicarse a otra cosa».