Iggy Pop encendió la mecha para la traca final de David Guetta en O Son do Camiño

Patricia Calveiro Iglesias
P. Calveiro SANTIAGO

SANTIAGO CIUDAD

Paco Rodríguez

Incombustible, a sus 72 años, paseó con orgullo su cojera y contoneó su tripa por el Monte do Gozo repasando sus éxitos. Luego llegó la leyenda de la música electrónica con un arsenal de temas revientapistas, luces y artificios

16 jun 2019 . Actualizado a las 16:00 h.

«¿Queréis más?», preguntaban Black Eyed Peas la noche anterior en O Son do Camiño. Y lo cierto es que, aún con la resaca de dos días de conciertos, había ganas de alargar la fiesta en Compostela. Allí, el ejemplo vivo de la resistencia, Iggy Pop, a sus 72 años y como hecho de criptonita, fue el encargado de encender la mecha para la traca final del festival, a cargo de David Guetta.

Anochecía en el Monte do Gozo cuando ladridos de perros comenzaron a salir de los altavoces del anfiteatro. En un abrir y cerrar de ojos, apareció el artista de Muskegon (Michigan) que le ganó la batalla a las drogas y a la polio. Al son de I Wanna Be Your Dog, paseando con orgullo la cojera que arrastra desde niño y su tripa al aire -sello de la casa, aunque ya flácida-, repasó los éxitos que cosechó junto a The Stooges y en solitario. Habían pasado solo siete minutos y el público de Santiago ya estaba cantando con él: «I am a passenger, and I ride and I ride [...] Singing! la-la-la-la-la-la-la-la». Quien no la conocía de los 70, era por el anuncio de Volkswagen o por una buena play list.

Sin descanso, otro guiño a sus años de colaboración con David Bowie, Lust for a Life. El ambiente estaba ya caldeado, pese a la bajada de temperaturas en el Monte do Gozo -donde ya actuó hace 19 años-, y quedaba más de la mitad de concierto por delante. El incombustible músico y actor estadounidense mantuvo el pulso hasta el final. Bajó a pie de pista, y captó la atención del auditorio con sus característicos contoneos e histrionismo, rompiendo el repertorio habitual de su biblia particuar del rock. En su epílogo, un sacramentos más: Sixteen. Aunque en algún movimiento el físico le jugó una mala pasada, salió airoso, aunque por un momento el público pensó que vería su melena rubia en el suelo, cuando intentaba incorporarse tras hincar una de las rodillas. «Fucking gracias», lo único que adivinó a decir es spaninglish. Le costó, eso sí, abandonar el escenario compostelano. Hizo varios amagos. Hasta desapareció en una ocasión para volver con una capa negra con un tigre estampado en la espalda. Poco le duró encima. La sangre caliente corre por las venas de Iggy Pop, que sudó la gota gorda y consiguió ver la imagen de todo el anfiteatro moviendo los brazos de un lado para otro hacia el final. 

Pero hubo mucha más vida allá de Iggy Pop en la jornada de clausura de O Son do Camiño. Antes que él, ya habían sembrado la actitud contagiosa The Hives y Vetusta Morla desperezó las gargantas de los asistentes que, volcados en un directo que el año pasado ya ganó el Premio Ondas al mejor espectáculo musical, corearon a los madrileños. Con semejante preludio y los ánimos en lo alto, David Guetta pondría la guinda media hora antes de lo esperado, después de que la organización del festival hiciese un cambio de última hora en los horarios del día.

El disyóquey francés se retrasó algo más de diez minutos y ya estaba el público de O Son do Camiño inquieto. Lo primero que soltó al aparecer, entre un bombardeo de luces: «¡Galicia!». Juntó sus manos para formar un corazón y empezó la sesión, mientras bromeaba con que era su primera vez en un festival pero «me han dicho que aquí está la mejor gente del planeta», señaló en inglés. A esto siguieron los temas revientapistas de los últimos años: Hey Boy Hey Girl, su producción con Sía (Flames) y I Got A Feeling de Black Eyed Peas -el mismo que hizo botar el día anterior al Monte do Gozo-. Sería el inicio de una actuación llena de luces de colores, serpentinas, láseres hacia el cielo y el público, cañones de humo y otros añadidos que ayudaron a levantar los ánimos junto con Guetta, interpelando a los asistentes para que diesen palmas, moviesen los brazos y siguieran los ritmos que lo han convertido en una leyenda viva de la música dance y en el productor de música electrónica más cotizado del mundo.