Los propietarios esperan que el desalojo de la Algalia sea esta vez más rápido

Margarita Mosteiro Miguel
marga Mosteiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

XOAN A. SOLER

Los vecinos creen que hay varias personas en la casa okupada, pero no se dejan ver

05 feb 2019 . Actualizado a las 14:35 h.

«Solo queda esperar», dijo ayer uno de los propietarios del inmueble de la rúa Algalia de Arriba que volvió a ser okupado en la tarde del pasado viernes por un grupo de jóvenes que dicen actuar en nombre de la CSOA Escarnio e Maldizer. La casa del número 11 de la Algalia es propiedad de varias personas de Santiago, y una de ellas confirmó que presentarán denuncia para conseguir desalojar el inmueble. Fuentes de la propiedad lamentaron que se repita la situación que ya vivieron en el 2014 y solo pueden esperan a que ahora «no sean necesarios otra vez dos años para el desalojo». También confirmaron que los dueños están a la espera de un mejor momento para afrontar una inversión en el inmueble.

Uno de los vecinos más próximos al número 11, testigo del momento de la okupación, confirmó que los jóvenes solo tuvieron que romper la cadena de una de las puertas para entrar. No había ningún cierre de hormigón en el interior como el que se colocó inicialmente en el exterior y que tuvo que ser retirado al ser contrario a las normas de protección del casco histórico. Este residente confirmó que, sobre las siete y media de la tarde del viernes, unas treinta personas llegaron cantando y tocando instrumentos a la calle. En un primer momento pensaron que era una fiesta, y después comprobaron que estaban okupando el edificio.

En la puerta trasera de la casa, que da acceso al jardín del inmueble, sí pueden verse los bloques de hormigón detrás de los portalones de madera, que impiden entrar desde San Miguel. Precisamente, en la puerta que fue violentada quedó el hueco de la cerradura, retirada en su día, y por donde puede apreciarse que en el interior hay luz. En las escaleras de la casa hay gran cantidad de cajas amontonadas y hasta un carrito de supermercado. Desde otra ranura abierta en la puerta central del inmueble se aprecia una botella de agua, lo que hace suponer que pueda haber alguna persona en la vivienda. Aunque la realidad es que a simple vista no se percibe ni actividad ni movimiento en el interior, y solo la pancarta que cuelga de la fachada y la ventana abierta en la segunda planta delatan que hay okupas.

Los vecinos de la calle mostraron su preocupación por las condiciones en las que se encuentran las instalaciones del inmueble y temen que tanto antes de la okupación como ahora pueda producirse un incendio que afecte a las casas colindantes. Un comerciante denunció que en los pasados días de lluvia intensa el agua caía a chorro desde lo alto del edificio y la suciedad acumulada en el tejado corría por la calle hacia la praza de Cervantes.

Otro vecino de la Algalia de Arriba se preguntaba por qué el Concello no exige a los propietarios que mantenga en buen estado tanto las instalaciones interiores como los elementos de la fachada, y apuntó que la antigua sede de Cantigas e Agarimos es solo una más de las casas del casco histórico que están casi en ruinas y que suponen un peligro. Algunos de los residentes demandan al Concello que reclame a los propietarios el mantenimiento del inmueble.

El inmueble fue okupado en el 2014 y el juzgado ordenó intervenir en el 2017

La casa de la rúa Algalia de Arriba fue ocupada por un grupo de jóvenes, bajo la denominación de CSOA Escarnio e Maldizer, en abril del 2014. Prácticamente desde el primer momento organizaron todo tipo de actividades socioculturales, al mismo tiempo que los propietarios iniciaron las vías legales para conseguir el desalojo del inmueble. No sería hasta mayo del 2017 cuando se obtuvo el fallo judicial que permitió llevar a cabo el desalojo de la casa. Esta acción estuvo unida a graves incidentes en el casco histórico, con enfrentamientos y quema de contenedores en la zona de San Roque. La Policía Nacional detuvo a nueve personas por estos disturbios. Las puertas de acceso a la casa fueron tapiadas con bloques de hormigón, pero al ser contrario a la normativa de protección del casco histórico, el Concello ordenó la retirada de ese cierre. Los bloques de hormigón debían haber sido instalados por el interior.