«La falta de iluminación genera una sensación de inseguridad más que de peligro real»

Margarita Mosteiro Miguel
M. Mosteiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

SANDRA ALONSO

07 ene 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Buena parte del Campus Vida se sume en la más absoluta oscuridad al ponerse el sol, y en alguna calle la luz del móvil se convierte en el mejor aliado para evitar caer al tropezar en alguna de las muchas baldosas sueltas o rotas, o terminar con el calzado empapado si coincide en día de lluvia. Al margen de caídas y mojaduras, el campus aparece recogido en el mapa del miedo elaborado por Jessyca Ocampo, donde se señalan puntos conflictivos para la seguridad de las mujeres. «No sé si con razón o no, pero yo sola no vengo por aquí», comenta Laura, una joven que aparcó su coche ante el Observatorio Ramón María Aller.

«Yo miedo no tengo, pero hay que reconocer que impone un poco, porque muy temprano no suele haber nadie por aquí», comenta Lucía, una trabajadora del Ensanche que deja su coche en el campus, porque «la ORA es más barata». Salvo la calle Ángel Echeverri, donde se localiza, entre otras, la Facultade de Dereito, y parte de la rúa das Burgas, delante el IES Xelmírez I, el resto de la zona universitaria no es recomendable para los más miedosos. «Santiago es una ciudad tranquila, pero procuro apurar el paso, porque impone la oscuridad», reconoce Raquel. «Quizás, con lo que está cayendo, sea más una sensación subjetiva de inseguridad y no tanto de peligro real». Carmen, que el pasado viernes aparcó por vez primera en el campus antes del amanecer, dice sentirse «intimidada por la oscuridad, pero ahora llego tarde al trabajo, y hay que echarle valor». Recuerda que hace tiempo, cuando estudiaba en Derecho, «procuraba venir acompañada de algún compañero, y una vez llevé un susto con un idiota que estaba escondido, o eso me pareció a mí, entre los arbustos».

Diana, una trabajadora del sector de la seguridad, asegura no tener miedo cuando la abordamos a las ocho de la mañana, mientras aparca su coche. «No tengo miedo, pero ahora que lo dices, está muy oscuro. Pero yo tengo preparación para defenderme en caso de problemas». Manuel cree que «un poco más de luz no vendría mal, no por miedo, sino para evitar caer». Antón, un trabajador de la USC, comenta que «en la zona del Observatorio hay poca luz, pero es por un protocolo para cuando están haciendo alguna observación. De todas formas, hay poca luz. Ya está avisado el Concello, y es que habría que cambiar toda la instalación», advierte.

El principal problema son unas farolas antiguas cuyo hilo de luz casi no llega al suelo, y que con frecuencia están apagadas. Si hubiera que elegir el tramo peor iluminado del campus, la rúa das Ciencias, y concretamente sus últimos metros, ganarían por goleada. En Santiago, además del campus, también hay algunas calles del casco histórico donde la iluminación completa el ambiente medieval, aunque genera cierta sensación de inseguridad entre quienes caminan por sus calles antes del amanecer. En barrios como Fontiñas, camino del centro médico, tampoco se disfruta de una iluminación segura.