Santiago Losada: «Teño datos na cabeza para unha enciclopedia da cidade de 12 tomos»

Juan María Capeáns Garrido
juan capeáns SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

SANDRA ALONSO

Amante de la historia, se ganó la vida como técnico de pintura y vocalista de orquesta

05 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Qué quieres saber de Compostela, que él te lo cuenta. Y si no lo sabe, lo investiga. Santiago Losada Iglesias, Paletó, heredó el sobrenombre de un bisabuelo gaditano que llegó a Galicia desde Cuba con un paletó -una capa con mangas, antesala del abrigo- «e xa sabes, cando queiras vir a Santiago, vén con coidado, porque chegas sen mote e saes bautizado». Así es Losada, una fuente inagotable de dichos, recuerdos, direcciones, fechas históricas y personales, tradiciones, leyendas, nombres, familias, arzobispos... un cronista oficioso de la ciudad en toda regla al que no le llega un solo rincón emblemático porque cada calle tiene su propia anécdota, y él se las sabe todas. Inabordable para una sola página.

La familia de su padre era de San Lázaro, y él nació un 13 de mayo de 1939. Pesó «entre seis y siete kilos», como quedó reflejado en los natalicios de la prensa local, y recuerda «pasar fame» en la posguerra. «Nacín na sala do neno Xesús do Hospital Real, onde 102 anos e 67 días antes o fixo María Rosalía Rita de Castro e Abadía, ¿sabes de quen falo, non?». Vivió de pequeño en la Angustia, en San Pedro, y habla tan rápido, con tanta precisión y poniendo tantos retos a la memoria y el conocimiento que por momentos abruma y parece un charlatán, pero aclara: «Eu teño datos, podo facer una enciclopedia de Santiago de doce tomos, con máis de 30.000 fotos antigas da cidade, e aínda así teño que demostrar continuamente que o que digo é verdade, porque algúns historiadores non o cren».

A él, desde pequeño, le gustaba cantar, y por eso entró como niño de coro. Junto a los seminaristas estudiaba música y latín, y después se pasaba el día en la Catedral ayudando. Hasta que lo echaron con trece años porque un día se le dio por probar el vino blanco, «que dicían que estaba moi bo, pero aínda hoxe non o bebo». Acabó regresando a la sacristía mareado entre las risas de los fieles. Sus padres se enteraron con gran disgusto porque el episodio salió publicado en La Noche.

Del templo mayor se fue a cantar a las Ánimas, y también empezó a echar una mano a un sastre como recadero. Fueron los primeros trabajos pagados. Hasta que entró en el mundo de las orquestas. La primera fue Melody, «con 13 anos e medio, un 13 de decembro, o día de Santa Lucía, en Ames, diante da casa do deán Guerra Campos», recuerda. Esas mismas Navidades acabó cantando en el Casino de Santiago, actuó en la inauguración del Hostal dos Reis Católicos, y empezó a saltar de una formación a otra hasta que, con 18, se fue a Asturias con una orquesta potente con la que cantó por toda España.

Pero aquella vena artística era en realidad una afición remunerada, porque entonces ya se había convertido en pintor de santos en un taller de la Rúa do Vilar «cando había 250 profesionais en Santiago». Trabajando en una escultura de santa Rita se cortó en una mano, dejándole una cicatriz aún visible. Salvó la movilidad tocando la guitarra.

Paralelamente, ya en el año 65, trabajaba en un taller de pinturas, y su jefe lo metió como representante de Celso Míguez, el empresario que ya tenía montado un gran imperio industrial que todavía sigue pujante bajo la gestión de sus hijos. Al lado del pontevedrés trabajó once años como técnico de pintura en la delegación de A Coruña, un empleo que le obligó a dejar de lado la música. Tuvo una relación intensa con el patrón, con el que viajó por toda España visitando fábricas y proveedores, y tuvo con él sus más y sus menos, pero nunca se arrugó ante nadie. «Ou si -aclara- ante o meu pai, por medo; e ante a miña muller, por respecto. E por iso levamos 57 anos casados sen discutir».