Expertos en patrimonio cuestionan el nuevo control de acceso al Obradoiro

Patricia Calveiro Iglesias
P. Calveiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

Patricia Calveiro

Consideran que el exceso de elementos sinaléticos supone un importante impacto

23 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Las macetas instaladas provisionalmente en agosto del año pasado en San Francisco, días después del atentado en las Ramblas de Barcelona, ya no están. Se han sustituido por un sistema definitivo para controlar el acceso rodado a la plaza del Obradoiro. Del anterior, quedan la videovigilancia y cinco bolardos estáticos que delimitaban los dos sentidos de circulación a lo largo de la calzada. Pero, además, han instalado otras dos filas a lo ancho del vial, de cuatro bolardos elevables en cada una de ellas, junto con un semáforo bidireccional, dos torres con lectores de tarjetas y cuatro postes de señalización vertical con más de media docena de indicaciones. El cambio no pasa desapercibido y ha sido cuestionado por expertos en patrimonio, pues «hay un exceso de elementos señaléticos que, en conjunto, tienen un impacto importante» sobre una zona histórico-monumental sensible.

Así lo manifiesta el presidente de la Asociación en Defensa do Patrimonio Galego (Apatrigal), Carlos H. Fernández Coto. El arquitecto, un referente en rehabilitación de espacios urbanos y recuperación del patrimonio edificado, considera que, desde el punto de vista ambiental, lo más recomendable sería intentar desplazar el control de acceso hacia Xoán XXIII y a la intersección entre la Costa de San Francisco y Entrerríos. Aunque supondría dos puntos en lugar de uno y, posiblemente, una mayor inversión, sostiene que es preferible para reducir el impacto visual que hay mirando tanto hacia el Obradoiro como hacia el monumento de San Francisco.

Materiales «menos agresivos»

«Las señales podrían estar agrupadas en un único panel, tal vez con otros materiales menos agresivos. En mi opinión, alguna es prescindible, como la de preferencia de paso para vehículos» repara Fernández Coto. «El colmo de todo -continúa- lo representa el buzón amarillo de Correos, que bien podría ser de otro color o estar en otro lugar».

En todo caso, el presidente de Apatrigal no es partidario de los bolardos como barrera de seguridad. «No sirven para frenar ideas», dice, pues no evitan el paso de motos, drones u otros mecanismos que permitan introducir elementos peligrosos, si bien entiende que «Santiago tiene un problema derivado del turismo intensivo. Cada día llegan miles de visitantes y hay que informarles de que no se puede pasar en coche».

La decisión de reforzar las medidas en ese punto con una barrera continua, explica Compostela Aberta, busca responder a la alarma social generada por los atentados del 2017 y evitar el modus operandi seguido entonces. Paralelamente, reduce la entrada de vehículos al casco histórico y con ello se minimiza el impacto del tráfico rodado en este ámbito. Aun así, «non se descarta que se poida mellorar a estética e prescindir dalgún elemento», dice. De hecho, como la obra no está culminada, incide, actualmente hay señales antiguas y nuevas.

El debate sobre la necesidad de reforzar el sistema divide a vecinos y comerciantes

El debate sobre la necesidad, o no, de reforzar el sistema de seguridad también está en la calle y divide a vecinos, comerciantes y trabajadores de la zona. Marcos Méndez, empleado en un negocio hostelero de la rúa de San Francisco, ve con buenos ojos las nuevas medidas implantadas. «Es normal que las pongan, porque este es el acceso más fácil al Obradoiro y, hasta ahora, había mucho coche que pasaba igual, aunque después fuera multado. La señal de prohibido el paso se la saltaban a la torera, sobre todo los extranjeros. Para mí es mejor así que con los maceteros. Lo importante aquí es que la gente venga caminando tranquila, que además es la forma de que se paren a comprar y consumir, algo que yendo en vehículo no hacen», sostiene el santiagués.

Otros, como una vecina que se crio y trabaja en San Francisco (prefiere no revelar su nombre), considera que el nuevo sistema es innecesario, además de «una chapuza». «Rompe la estética de la calle y es evidente que no evita un ataque. Han dejado la calzada llena de registros mal fijados y cada vez que pasa un coche, sobre todo los taxis que van a toda velocidad, hacen muchísimo ruido, hasta el punto de que resulta complicado conciliar el sueño», dice. «Era mucho más necesario dotar a esta zona de fibra óptica, algo que llevamos reclamando años; pero no nos dejan poner ni un cajetín fuera del edificio por estar en la zona monumental y ellos meten la excavadora para levantar la calle de cualquier forma; echan cemento, algo que está supuestamente prohibido; y ponen un cable de cobre trepando por la fachada de la Facultad de Medicina. Es una vergüenza», afirma.