Las tiendas de barrio ganan la batalla al ofrecer calidad a buen precio y trato personalizado

Margarita Mosteiro Miguel
marga mosteiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

XOAN A. SOLER

La clave de su éxito está en que abre todos los días, y acerca los productos frescos del entorno a los clientes

21 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

¿A quién no le ha faltado arroz un domingo cuando casi todos los comercios están cerrados? Cuando esto ocurre, en Santiago la solución es sencilla. En prácticamente todos los barrios hay una tienda donde comprar ese producto a última hora, pero también otros muchos a unos precios similares a los de cualquier gran superficie. Incluso, y así pudimos confirmar, en algún caso por debajo de la oferta de alguna cadena. Ahora que lo último en alimentación son los productos ecológicos y de proximidad, las tiendas de barrio son la mejor opción para adquirir verduras de las huertas compostelanas, pescado recién llegado de las lonjas de Ribeira y Muros, y hasta carne de explotaciones próximas. «Ecolóxicas de toda a vida», apunta Julio González, de O Artilleiro.

Lejos de pensar que se trata de tiendas para adquisiciones de última hora, sus gestores aseguran que muchos de sus clientes hacen la «compra del día, durante casi toda la semana», explica Marisol Domínguez. Julio González cree «cuando se quiere algo bueno, la gente sabe que la tienda no defrauda. Los grandes tienen sus campañas de publicidad, pero nosotros tenemos la calidad y el precio». Hace unos días, «un cliente se llevó una sorpresa cuando vio el mismo cacao aquí más barato que el súper», apuntó el del O Artilleiro.

José Ángel Rodríguez abrió hace solo un mes su tienda del barrio en la rúa García Lorca, donde durante más de 30 años hubo un supermercado, que estuvo cerrado algo más de un año. La inversión para la «reapertura fue alta, pero la sorpresa es que, en solo un mes, la tienda está funcionando muy bien». La clave es que «les damos un trato personalizado. Tenemos clientes de la antigua tienda que vuelven. Aquí les acerco la compra a casa, y les hacemos reservas, encargos. Si me piden algo concreto, lo traigo con garantías de calidad. ¿Esto quién lo hace?».

Todos coinciden en que la fama de que las pequeñas tiendas de barrio son caras es «totalmente inmerecida. Solo hay que mirar los precios. Recurrimos a Froiz para los productos no perecederos, porque además de gallega, nos trata bien en los precios», reconoce José Ángel. Algo que ya no es habitual en estas tiendas, pero que fue una costumbre durante muchos años, era tener una libreta para anotar las deudas de los clientes. «Ahora ya no se hace, los tiempos han cambiado. Antes la gente pagaba a final de mes todo junto», comenta Marisol de Pontepedriña. Ahora en todas se atienden encargos, «especialmente para el fin de semana, pero fiar mejor no, porque puedes perder el dinero y el cliente», comenta José Ángel.

PACO RODRÍGUEZ

«La libreta para anotar las deudas son del pasado»

 Marisol Diéguez Gil es la cara del supermercado Marisol de Pontepedriña desde hace 40 años. «Los clientes saben que ofrecemos calidad a buen precio». Aunque en tiempos Marisol tenía un libreta para anotar deudas, «ahora eso es del pasado. Solo fío a unos pocos mayores». La cercanía a un supermercado no hace mella en su negocio, «porque en Pontepedriña hay mucho paro, y gente mayor, que no puede ir a eso sitios».

«Voy a la praza de Abastos y traigo lo más fresco»

 

SANDRA ALONSO

 Alimentación MariCarmen, en la rúa Basquiños, está abierta desde hace 43 años, y hace cuatro María Jesús Garaboa asumió su gestión. «No puedo quejarme, los clientes van en aumento. Los de antes siguen viniendo, y tengo nuevos. Tanto estudiantes como peregrinos, este verano hubo movimiento». Su tienda abre todos los días, y trae pan de cuatro panaderías. Voy a la praza de Abastos antes de abrir, y cojo lo más fresco».

«En el barrio ya solo quedan clientes mayores»

 

SANDRA ALONSO

 Dolores Carollo Domínguez regenta desde hace 22 años una pequeña tienda de barrio en Os Irmandiños, que abrió hace otros tantos. En el comercio, además de producto no perecedero, los clientes acuden a buscar el pan, las verduras y frutas que se reponen cada día, y también carnes o embutidos. Sus clientes «son fundamentalmente mayores, porque en el barrio ya no quedan jóvenes», y otros paran a la vuelta del trabajo, por su ubicación.

«Dejar vender comida en las gasolineras nos hace daño»

XOAN A. SOLER

Julio González, de O Artilleiro en Vista Alegre, cree que la decisión de permitir vender comida en las gasolineras «sí que nos hace daño, porque mucha gente de última hora ya no viene». Se pregunta que «pensarían si yo vendiera latas de gasolina». Al frente lleva unos «40 años, ya no sé cuantos; ahora también está mi nuera». Julio defiende los pequeños comercios por «su proximidad, por su trato y por la calidad de lo que se ofrece. Los grandes no regalan nada. El segundo al 70 %, y el primero más caro».

«Hay turistas que vienen cada dos años, y vuelven a la tienda»

 

XOAN A. SOLER

Victoria Sánchez es la tercera generación de Alimentación Victoria. Sus abuelos hace 115 años ya regentaron un pequeño comercio, donde «se vendía leña, patatas; después mi madre amplió el comercio a lo que es hoy». Victoria cree que las tiendas de barrio viven un buen momento «porque la gente quiere calidad, y sabe que aquí la tiene. No hablo de delicatesen, que es para un día». Entre sus clientes hay vecinos, pero «también turistas: algunos vienen cada dos años a Santiago, y vuelven a la tienda».